"Pobreza cero", la promesa de campaña que complica a Macri
Por José Calero.
"El hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras", reza un proverbio árabe que serviría para sintetizar las dificultades que atraviesa Mauricio Macri para explicar cómo su promesa de "pobreza cero", mutó en el aumento de 1.500.000 pobres en su primer año de gobierno.
No es que alguien haya creído que la pobreza desaparecería por arte de magia con el cambio de gobierno. Ni siquiera que la cuestión se resolvería en cuatro años de administración.
Pero lo que preocupa es que la mayoría de las medidas adoptadas hayan agravado un deterioro social estructural en la Argentina, mientras se instala una sensación riesgosa, fogoneada por los gremios y sectores de la oposición: "Este gobierno sólo favorece a los ricos y a sectores concentrados", sostuvo Oscar de Isasi, el jefe de ATE Provincia de Buenos Aires.
Apelando a un lenguaje futbolero, Isasi dijo que la administración macrista "nunca tira un centro para el lado
de los trabajadores".
El riesgo para Cambiemos es que esa idea se empiece a instalar con fuerza y aparezcan millones de "Isasis" convencidos de que, en definitiva, era cierto el parche batido por el kirchnerismo de que este es un "Gobierno de CEOs", que viven "alejados de la realidad".
Luego de atravesar una de sus semanas más difíciles, en el gobierno comenzó a imperar cierto espíritu de autocrítica.
El aumento de la pobreza se debe a la "incapacidad de nuestra dirigencia", dijo el jefe de Gabinete, Marcos Peña, aunque buscó transmitir optimismo y confió en que en las próximas mediciones se va a ir mejorando.
El informe sobre pobreza que elabora la Universidad Católica Argentina, que el kirchnerismo siempre ninguneó y el macrismo por ahora tolera como válido, adopta como una variable clave la canasta básica y los niveles de ingreso.
La fuerte inflación del primer año de gobierno de Macri, como consecuencia de la devaluación para salir del cepo cambiario pero también de la escalada desatada por los formadores de precios que la Casa Rosada no supo controlar, explica en buena medida los números que cuestan aceptar en una Argentina donde la desigualdad
se agrava.
Hay 13 millones de pobres, un millón y medio más que a fines de 2015, en un escenario de conflictividad creciente y cierto descontrol en la "administración de la protesta", como se notó en el acto de la CGT, donde sus dirigentes se vieron desbordados ante el reclamo de ponerle fecha al paro.
La "huida" televisada de Pablo Moyano del acto en Diagonal Sur fue analizada con preocupación en el gobierno, y algunos ministros sugirieron no subestimar la capacidad que mantiene el kirchnerismo de dominar la calle.
No fue casual que las columnas de La Cámpora y de la Tupac Amaru sobresalieron en forma llamativa en la marcha cegetista.
Habrá que ver si detrás de esas imágenes hay un movimiento de protesta en crecimiento que pueda sintonizar con un reclamo social en notorio ascenso.
"Estamos absolutamente convencidos de que hay una mayoría de la Argentina que apoya la idea de cambio, y lo que seguro tiene claro es que no hay camino para atrás", dijo Peña, quien dejó otra frase que refleja un entendimiento del problema.
También, cierta impotencia: "Entendemos el cansancio que provoca no llegar bien a fin de mes", dijo.
Para el economista Eduardo Levy Yeyati, "los números de la UCA son la foto de lo duro que fue la recesión de 2016" y advierte sobre la necesidad de que el Gobierno impulse políticas para reducir la pobreza.
Carolina Stanley, la ministra de Desarrollo Social, admitió que "se debe trabajar en un montón de situaciones en un país que agonizaba".
La herencia es un tema que no debería obviarse en cualquier análisis: Cristina Fernández dejó 11,5 millones de pobres, sólo que, con la manipulación del INDEC, sostenía sin pudor que eran apenas menos de 2 millones, el 5%.
Axel Kicillof, entonces ministro de Economía kirchnerista y ahora diputado nacional, fue aún más lejos, y justificó dejar de medir este índice porque era "estigmatizar a los pobres".
El desafío ahora para Macri es cómo avanzar en un cambio que incluya reconocer la realidad pero, sobre todo, aplicar los instrumentos adecuados para modificarla.
No es que alguien haya creído que la pobreza desaparecería por arte de magia con el cambio de gobierno. Ni siquiera que la cuestión se resolvería en cuatro años de administración.
Pero lo que preocupa es que la mayoría de las medidas adoptadas hayan agravado un deterioro social estructural en la Argentina, mientras se instala una sensación riesgosa, fogoneada por los gremios y sectores de la oposición: "Este gobierno sólo favorece a los ricos y a sectores concentrados", sostuvo Oscar de Isasi, el jefe de ATE Provincia de Buenos Aires.
Apelando a un lenguaje futbolero, Isasi dijo que la administración macrista "nunca tira un centro para el lado
de los trabajadores".
El riesgo para Cambiemos es que esa idea se empiece a instalar con fuerza y aparezcan millones de "Isasis" convencidos de que, en definitiva, era cierto el parche batido por el kirchnerismo de que este es un "Gobierno de CEOs", que viven "alejados de la realidad".
Luego de atravesar una de sus semanas más difíciles, en el gobierno comenzó a imperar cierto espíritu de autocrítica.
El aumento de la pobreza se debe a la "incapacidad de nuestra dirigencia", dijo el jefe de Gabinete, Marcos Peña, aunque buscó transmitir optimismo y confió en que en las próximas mediciones se va a ir mejorando.
El informe sobre pobreza que elabora la Universidad Católica Argentina, que el kirchnerismo siempre ninguneó y el macrismo por ahora tolera como válido, adopta como una variable clave la canasta básica y los niveles de ingreso.
La fuerte inflación del primer año de gobierno de Macri, como consecuencia de la devaluación para salir del cepo cambiario pero también de la escalada desatada por los formadores de precios que la Casa Rosada no supo controlar, explica en buena medida los números que cuestan aceptar en una Argentina donde la desigualdad
se agrava.
Hay 13 millones de pobres, un millón y medio más que a fines de 2015, en un escenario de conflictividad creciente y cierto descontrol en la "administración de la protesta", como se notó en el acto de la CGT, donde sus dirigentes se vieron desbordados ante el reclamo de ponerle fecha al paro.
La "huida" televisada de Pablo Moyano del acto en Diagonal Sur fue analizada con preocupación en el gobierno, y algunos ministros sugirieron no subestimar la capacidad que mantiene el kirchnerismo de dominar la calle.
No fue casual que las columnas de La Cámpora y de la Tupac Amaru sobresalieron en forma llamativa en la marcha cegetista.
Habrá que ver si detrás de esas imágenes hay un movimiento de protesta en crecimiento que pueda sintonizar con un reclamo social en notorio ascenso.
"Estamos absolutamente convencidos de que hay una mayoría de la Argentina que apoya la idea de cambio, y lo que seguro tiene claro es que no hay camino para atrás", dijo Peña, quien dejó otra frase que refleja un entendimiento del problema.
También, cierta impotencia: "Entendemos el cansancio que provoca no llegar bien a fin de mes", dijo.
Para el economista Eduardo Levy Yeyati, "los números de la UCA son la foto de lo duro que fue la recesión de 2016" y advierte sobre la necesidad de que el Gobierno impulse políticas para reducir la pobreza.
Carolina Stanley, la ministra de Desarrollo Social, admitió que "se debe trabajar en un montón de situaciones en un país que agonizaba".
La herencia es un tema que no debería obviarse en cualquier análisis: Cristina Fernández dejó 11,5 millones de pobres, sólo que, con la manipulación del INDEC, sostenía sin pudor que eran apenas menos de 2 millones, el 5%.
Axel Kicillof, entonces ministro de Economía kirchnerista y ahora diputado nacional, fue aún más lejos, y justificó dejar de medir este índice porque era "estigmatizar a los pobres".
El desafío ahora para Macri es cómo avanzar en un cambio que incluya reconocer la realidad pero, sobre todo, aplicar los instrumentos adecuados para modificarla.
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