Un año electoral y financiero sin presupuestos políticos
En esta última semana asistimos nuevamente a una serie de encontronazos entre los candidatos a presidente de la nación.
No sabemos si de modo buscado o por improvisación, pero un candidato propuso que la presentación del proyecto de ley más importante para nuestro país se realice después de las elecciones.
La ley de presupuesto de la administración nacional, como proyección de cálculo, gastos y cuenta de inversión de recursos del Estado, es un plan de gobierno para el próximo año y tiene una fecha de presentación fijada para el día 15 de septiembre.
No sabemos si la poca valoración de ciertas reglas o el desconocimiento de la misma, en forma de oponer otro acto de desconocimiento respecto de lo institucional o político en clave rupturista, deja en evidencia que la sorpresa o imprevisto es parte de un estilo.
Si bien, hay que reconocer, que otras presentaciones de leyes de presupuesto se han visto reducidas totalmente a un mero acto formal en tanto la dinámica inflacionaria los dejaba sin utilidad al poco tiempo de ingresar a la Cámara de Diputados, no es menos cierto, que las formas y fondo hacen al respeto a la ley y régimen constitucional.
Pero también si ampliamos la vista sobre el estilo de los restantes candidatos, en verdad, no estaríamos muy lejos de encontrarnos con llamados de atención sobre sus planes de gobierno.
Entonces, si la presentación de la ley de leyes, deja ver un modo de actuar y la visión del actual candidato a presidente y ministro de economía, los restantes candidatos en su modo de responder también lo hacen.
Aquí entonces, la idea de que nos estamos encontrando con estilos cambiantes y más readecuación y pragmática que una identidad clara, nos demuestra que a poco más de un mes de la elección de octubre nos encontramos sin presupuestos políticos.
La idea de que no sean claros los presupuestos políticos de cada candidato, siempre pensando en las tres coaliciones más competitivas, nos refleja que los candidatos están dispuestos a cambiar no sólo su historia o trayectoría sino también lo dicho la semana pasada sin que ello les produzca mayores condicionamiento.
Esto es producto de los tiempos políticos en donde importa más el perfil enmarcado al contexto que la identidad como sostén de un presupuesto ideológico o conjunto de valores.
Así, los candidatos han pasado de proponer ideas de máxima o revolucionarias a ideas de mínima y poca modernización, casi volviéndose conservadores.
Estas idas y vueltas nos muestran que un teorema político famoso es aplicable y explica el comportamiento político según el candidato se aleja o acerca al ejercicio del poder. Pero también, el tiempo ha dejado correr un razonamiento más sensato entre los candidatos al pensar los dilemas identitarios y las propuestas económicas: Si es cierto y posible, que las regulaciones y prácticas, nos pueden llevar a alcanzar equilibrios de gastos y límites a la política monetaria, deja entonces de tener sentido pensar en la pérdida de soberanía monetaria (dolarización o canasta de moneda) al anular el BCRA.
Por esto, hoy, todos los presupuestos políticos, sean ideológicos, económicos - financieros, electorales o temáticos en la agenda pública, dejan de tener sentido en el corto tiempo, quedando la oferta política y comunicacional en el contexto electoral dispuesta a los humores sociales, sin más. Maquiavelo, quién mejor definió la relación entre humor social y la actividad del Príncipe y su reputación en la opinión pública hoy vuelve a tener suma importancia.
Javier Cubillas
Analista de Asuntos Públicos