Un grave error que no puede reiterarse
Por estas horas se comenta el incomprensible destrato del jefe de gabinete a un periodista que cuestionó la contratación de un jet privado para el viaje de los ministros Axel Kicillof y Héctor Timerman a la cumbre del G20 en Australia.
Sin hacer eje en la persona del agredido, se coincidirá en que no corresponde que una autoridad del Gobierno nacional, el de todos los argentinos, se arrogue la facultad de agraviar a quien no coincide con su pensamiento.
Estando en un estado de derecho, todos tenemos la atribución de mantener nuestras opiniones. También las que no coinciden con quienes ejercen el poder de turno.
Y así como se reclama respeto por las investiduras, quienes las detentan deben estar a su altura y manejarse con respeto, decoro, prudencia y ética.
Es un mal síntoma el destrato en todos los órdenes. Más cuando está dirigido a una persona cuyo trabajo es informar a la sociedad.
Y muy penoso que suplante a la palabra reposada, majestuosa y serena de la autoridad.
En una democracia de veras, este tipo de situaciones son impensadas.
Por eso cabe esperar como mínimo, una disculpa.
Y desde ya, abrigar la certeza de que una situación como la aludida no volverá a repetirse.
Por respeto al estado de derecho, por la difusión de las ideas, en definitiva, por respeto a la democracia misma.
Sin hacer eje en la persona del agredido, se coincidirá en que no corresponde que una autoridad del Gobierno nacional, el de todos los argentinos, se arrogue la facultad de agraviar a quien no coincide con su pensamiento.
Estando en un estado de derecho, todos tenemos la atribución de mantener nuestras opiniones. También las que no coinciden con quienes ejercen el poder de turno.
Y así como se reclama respeto por las investiduras, quienes las detentan deben estar a su altura y manejarse con respeto, decoro, prudencia y ética.
Es un mal síntoma el destrato en todos los órdenes. Más cuando está dirigido a una persona cuyo trabajo es informar a la sociedad.
Y muy penoso que suplante a la palabra reposada, majestuosa y serena de la autoridad.
En una democracia de veras, este tipo de situaciones son impensadas.
Por eso cabe esperar como mínimo, una disculpa.
Y desde ya, abrigar la certeza de que una situación como la aludida no volverá a repetirse.
Por respeto al estado de derecho, por la difusión de las ideas, en definitiva, por respeto a la democracia misma.
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