Una gran encuesta nacional camino al 22 de octubre
Por Nahuel Maciel EL ARGENTINO Pasó el 13 de agosto. Ahora viene el 22 de octubre. Las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) transcurrieron sin mucho entusiasmo, aunque con normalidad en todo el país.
Se trató –como todo el mundo anticipó- de una gran encuesta nacional para saber cómo se posiciona cada uno camino al 22 de octubre, cuando las urnas consagren a ganadores y perdedores.
Por eso estas PASO fueron unas elecciones donde no hubo grandes debates ni grandes ideas. Ni siquiera propuestas que hayan calado hondo en la conciencia ciudadana.
Fueron casi monótonas y hasta fastidiosas. No obstante siempre hay que celebrar el concurrir a las urnas para participar de manera más plena en la vida en sociedad y en la vida partidaria.
Pero hay que señalar que si estas PASO fueron monótonas y con ausencia de debate, es porque reflejó más que nunca la pobreza de las conducciones político partidarias.
Para la mayoría fue raro ir a las urnas para depositar la confianza en un partido político o en un dirigente, sin conocer ampliamente sus propuestas. De todos modos, el clima electoral siempre permite desarrollar en una mesa familiar, en una charla entre amigos, el debate de la crisis que nos empantana como sociedad. Hubo más debate entre los ciudadanos que entre los candidatos.
En Entre Ríos -como en la mayoría de los distritos del país- las PASO fueron un preparativo para visualizar cómo quedará el Congreso Nacional por los próximos dos años; siempre y cuando la tendencia se ratifique el 22 de octubre: el día de la verdad.
Por eso a diferencia de las elecciones generales, donde se elige desde presidente hasta intendente, desde senadores hasta concejales, los comicios intermedios son netamente legislativos y por esa característica el voto suele quedar más distribuido en cada fuerza política.
El resultado de ayer –de confirmarse esa tendencia el 22 de octubre- ya dice mucho para la dirigencia política: nadie tendrá mayoría. Y ese es un aspecto positivo, dado que la sociedad ya conoce el poder de fuego de aquellas expresiones que han detentado una mayoría que impedía el debate y el intercambio de ideas. “Escribanía” fue el alias que se ganó en su momento el Congreso Nacional para graficar esa mayoría obtusa y obediente, sin ideas ni propuestas propias. Por eso es sano para la democracia que esta vez haya que consensuar; si por consenso se entiende la aceptación de lo que hace falta para mejorar colectivamente. El consenso es un consentimiento, pero esa es una prueba que todavía los parlamentarios no han aprobado con solvencia.
Y si bien en el reparto de las bancas nadie tendrá los 129 diputados para sesionar a su antojo ni tampoco tendrá las 24 bancas en el Senado para sacar las leyes que quiera, lo que vendrá es la comprobación si tanto el oficialismo como la oposición son capaces de dialogar en beneficio de sus representados. Otra deuda pendiente de una dirigencia que está cada vez más lejos de la gente y más cerca de la tele y las redes sociales.
Por eso en estas PASO lo que estuvo más en juego no fue tanto el reparto legislativo sino la legitimidad social de cada proyecto político. Y el 22 de octubre se ratificará esta lectura, dado que nada indica que haya mudanzas en las preferencias electorales. Así las cosas, oficialismo y oposición tendrán que aprender a dialogar, aunque piensen distintos y tengan diferentes proyectos. Después de todo o antes que nada, de eso se trata la democracia.
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