Veredas
Por Plauto Cardoso (*)
Un día de estos, sentado en las veredas de Gualeguaychú, rodeado de amigos y comida, en un ritual después del atardecer, que ya se ha perdido hace tiempo en las urbes brasileñas, nos vimos en medio de una charla sobre el tipo de brasileño y el tipo de argentino que se encuentra fuera del país en ciertas partes del mundo y algunos incómodos en común provocados por las actitudes insólitas de estos clásicos personajes.
Claro que eso varía mucho, pero yo dije que siempre había tenido resistencia con Bariloche justamente por el tipo de brasileño con mucho dinero y poco interés cultural que para allá va a sacarse fotos en la nieve para las revistas de chismes. Con casi 50 años y 30 de resistencia y por causa de un congreso, fui a parar a un paraíso a pocos kilómetros de lo que creía ser el epicentro de los famosos de novelas brasileñas y sus séquitos de seguidores, en una pequeña ciudad llamada Villa La Angostura.
Ruy Castro, uno de mis columnistas favoritos brasileños, esta semana declaró su amor por Lisboa en su columna en Folha de São Paulo. Volvió de allá en 1975, pero afirmaba que “era como si nunca se hubiese ido”. Solamente una cosa le preocupaba sobre Lisboa en aquellos tiempos y hasta hoy: “muchos brasileños”.
Era fines de agosto y primeros días de septiembre cuando me aventuré en la Patagonia argentina. No tuve nada de que quejarme. Apenas elogios. Incluso la falta de brasileños.
Leí con aprensión la columna de Ruy Castro y me pregunté si no estaría alardeando en demasía la perla que es Gualeguaychú, ahora que mis arrobamientos y promesas de amor por la ciudad están permanentemente presentes en Belo Horizonte y en Brasil a través de la Colección Mineriana de la Biblioteca Pública Estatal de Minas Gerais.
Lo que pasa es que en realidad mi secreto ya no era tan desconocido. Justo José de Urquiza y Garcia era cliente y amigo del Vizconde de Mauá en un momento en que las políticas externas de la diplomacia brasileña no siempre ayudaban a sus negocios o incluso a los intereses nacionales. Mauá visitó la región en sus esfuerzos para pacificar los ánimos y ahuyentar las ideas de guerra que alejaban los pueblos de Brasil y del Plata. El libro Urquiza y Mauá: el Mercosur del siglo XIX, nos da una idea de la robustez de la relación entre la región y el empresario y soñador brasileño.
Me pregunto qué libro estamos escribiendo ahora. Sea cual sea, la semana pasada nuestro barco integrador salió del puerto y ahora embarcamos en un camino sólido, con faroles ya instalados, cartas náuticas creadas y las primeras calles de los nuevos puertos adoquinadas rumbo a nuestra integración. Firmamos acuerdos entre actores claves entrerrianos y brasileños y acaba de ser creado el Instituto para la Integración, que tendré la honra de dirigir. Unimos al poeta piauiense Torquato Neto con Olegario V. Andrade, Luis N. Palma y Gervasio Méndez. Y para honrar a Vinícius de Moraes, que afirmaba nunca haber visto una buena amistad nacer en lechería, celebramos con asados. La leche, poetinha, la dejamos para el dulce clásico del flan de Marina. Después del malbec, claro.
Ganar las veredas –o reganarlas- sea en Buenos Aires, Belo Horizonte o en cualquier otro lugar, es un acto complejo. No perdimos ese placentero hábito por una cuestión de prisa o por su aparente anacronismo. Fue por inseguridad que dejamos de vernos.
La semana pasada tuve la honra de entregar en el Concejo Deliberante de mi ciudad espiritual un diploma de alfabetización para un adulto trabajador de la cooperativa de reciclaje de residuos local. Era integrante del último grupo y ahora podían enorgullecerse de formar parte de una cooperativa con analfabetismo cero. Le entregué el diploma a un hombre que ahora podía leerle a sus hijos, no porque cause sueño, sino “para que tengan sueños”, como nos sugiere el periodista de EL ARGENTINO, Nahuel Maciel, que coordinó ese proyecto.
Analfabetismo cero. Tal vez sea esa la solución para un turismo mundialmente más interesante y veredas más habitables.
De vuelta en mi otra patria, sigo sufriendo de lejanías, con abstinencia de Gualeguaychú y de mis amados amigos. Saber que siempre tengo una parrilla encendida y un malbec esperándome, que matearé sentado en sus veredas rodeado de ustedes, queridos amigos, con el único objetivo y preocupación de aprovechar aquel momento, me pone frenéticamente a trabajar para acortar el tiempo para una integración profunda. ¡Feliz 2018 Gualeguaychú!
Sabio Mauá.
(*) Plauto Cardoso es profesor de Derecho Constitucional y Bioderecho en la Facultad Pitágoras en Belo Horizonte y en el posgrado de la Fundación Getulio Vargas, Río de Janeiro. Además es magíster en Literatura Inglesa por la Universidad de Sussex, Inglaterra.
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