La Bolsa de Cereales de Entre Ríos cumplió 35 años
El 16 de noviembre de 1979 se reunió la asamblea constitutiva de la entidad. El primer encuentro convocó a 104 representantes de distintos eslabones de la cadena agrícola. Horacio Gaviola condujo la primera comisión directiva.
La Bolsa de Cereales de Entre Ríos es quizá el espacio más apto de integración para los vertiginosos cambios que impone la agroindustria. Hito de la historia agrícola entrerriana, su pilar es la orientación, progreso y defensa de la producción, comercialización e industrialización de granos.
El objetivo estuvo claro desde un comienzo: impulsar para el campo una herramienta útil y capaz de alcanzar nuevas fronteras para la agricultura. Un puñado de empresarios y productores agrícolas entrerrianos, allá por 1951, acuñaron la idea de fundar una bolsa de cereales. Sin lograr acuerdo por aquel entonces, hubo que esperar casi 30 años para corporizar esta idea.
El 16 de noviembre de 1979, en el salón de convenciones del Mayorazgo Hotel de Paraná, se congregaron los pioneros. La inspiración de aquellos visionarios que trazaron el modelo de trabajo se concretó de la mano de 104 voluntades que, movidos por la misma inquietud, la dieron vida a la Bolsa de Cereales de Entre Ríos.
Aquellos representantes de casi todos los departamentos entrerrianos constituyeron un hito, el punto de partida de un esfuerzo madurado por largo tiempo. Se fundaba así la segunda Bolsa de Cereales que conocía el país: la primera es la centenaria institución de Buenos Aires. El propio Luis Perrièr, en sus primeras citas institucionales, describía: “Aquel día, el 16 de noviembre de 1979, fue de calor húmedo. Cuando clausuraba sus sesiones la asamblea fundacional de la Bolsa de Cereales de Entre Ríos una bienhechora y refrescante lluvia comenzó a caer sobre la capital entrerriana. Era como si sobre la semilla recién plantada cayera el agua a manera de bautismo, premonitora de su feliz crecimiento”.
Por entonces y en el discurso inaugural, el flamante presidente de la nueva entidad, Dr. Guillermo Gaviola señaló: “Hemos usado una facultad propiamente humana, que es la de crear. Es específicamente humana la personalidad: ese mundo que cada uno somos produce estas instancias de originalidad: la creación de algo nuevo. Una institución que sirva de instrumento eficaz para organizarnos. Dentro de nuestras empresas hay una cantidad de energía que se pierde. Es comparando la gran energía que producen, que llevan estas aguas del río Paraná que se pierden y no se aprovechan”.
Además remarcó que la propia Bolsa tiene la misión de “encauzar esa actividad y fuerza de sus socios, producir el fenómeno de la integración, de la cooperación y participación inteligente propia del hombre”.
Quien analice el proceso de 35 años de vida institucional no puede menos que admirarse por lo obtenido a partir de un comienzo lleno de inquietudes. Sin embargo, la explicación no es difícil. No se trata de un milagro, es la consecuencia de la cooperación libre bien aplicada. El respeto por los valores. La apertura a nuevas ideas. El trabajo en equipo. La búsqueda permanente de nuevos desafíos.
El objetivo estuvo claro desde un comienzo: impulsar para el campo una herramienta útil y capaz de alcanzar nuevas fronteras para la agricultura. Un puñado de empresarios y productores agrícolas entrerrianos, allá por 1951, acuñaron la idea de fundar una bolsa de cereales. Sin lograr acuerdo por aquel entonces, hubo que esperar casi 30 años para corporizar esta idea.
El 16 de noviembre de 1979, en el salón de convenciones del Mayorazgo Hotel de Paraná, se congregaron los pioneros. La inspiración de aquellos visionarios que trazaron el modelo de trabajo se concretó de la mano de 104 voluntades que, movidos por la misma inquietud, la dieron vida a la Bolsa de Cereales de Entre Ríos.
Aquellos representantes de casi todos los departamentos entrerrianos constituyeron un hito, el punto de partida de un esfuerzo madurado por largo tiempo. Se fundaba así la segunda Bolsa de Cereales que conocía el país: la primera es la centenaria institución de Buenos Aires. El propio Luis Perrièr, en sus primeras citas institucionales, describía: “Aquel día, el 16 de noviembre de 1979, fue de calor húmedo. Cuando clausuraba sus sesiones la asamblea fundacional de la Bolsa de Cereales de Entre Ríos una bienhechora y refrescante lluvia comenzó a caer sobre la capital entrerriana. Era como si sobre la semilla recién plantada cayera el agua a manera de bautismo, premonitora de su feliz crecimiento”.
Por entonces y en el discurso inaugural, el flamante presidente de la nueva entidad, Dr. Guillermo Gaviola señaló: “Hemos usado una facultad propiamente humana, que es la de crear. Es específicamente humana la personalidad: ese mundo que cada uno somos produce estas instancias de originalidad: la creación de algo nuevo. Una institución que sirva de instrumento eficaz para organizarnos. Dentro de nuestras empresas hay una cantidad de energía que se pierde. Es comparando la gran energía que producen, que llevan estas aguas del río Paraná que se pierden y no se aprovechan”.
Además remarcó que la propia Bolsa tiene la misión de “encauzar esa actividad y fuerza de sus socios, producir el fenómeno de la integración, de la cooperación y participación inteligente propia del hombre”.
Quien analice el proceso de 35 años de vida institucional no puede menos que admirarse por lo obtenido a partir de un comienzo lleno de inquietudes. Sin embargo, la explicación no es difícil. No se trata de un milagro, es la consecuencia de la cooperación libre bien aplicada. El respeto por los valores. La apertura a nuevas ideas. El trabajo en equipo. La búsqueda permanente de nuevos desafíos.
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