Por adicción a las drogas
Alarma la cantidad de jóvenes que recurren a Nar Anon en busca de ayuda
Se incorporan en promedio diez chicos con problemas de adicciones por mes. El grupo hoy cuenta con 50 miembros en recuperación y un gran número de familiares de los adictos que trabajan junto a Nar Anon en las diferentes etapas de recuperación. Por la cantidad de enfermos se tuvo que triplicar los días y horarios de reuniones de 2003 a la fecha. La sede de Belgrano 123 ya no alcanza debido al crecimiento del grupo.
Por Diego Elgart
EL ARGENTINO (C)
El grupo de autoayuda Nar Anon y Narateen, que es parte de la hermandad, que en nuestra ciudad trabajan con jóvenes de 12 a 20 años con problemas de adicciones, está allegando a un punto de colapso.
El constante arribo de jóvenes y familiares desesperados en busca de ayuda al grupo comenzó a notarse en 2003 cuando Mari, otras de las coordinadoras de Nar Anon tuvo que poner más días en la semana para poder contenerlos a todos y por la imperiosa necesidad de integrar al enfermo con la familia.
“Donde ingresala droga en una casa es como una bomba que explotó y desintegró la familia”, resaltó Claudio, presidente de la ONG, cuya filosofía es mantener el anonimato de sus miembros
El espacio donde se desarrollan las reuniones en Belgrano 123, ya no alcanza para darle contención afectiva y escuchar a los 50 personas de 12 a 50 años que asisten a las reuniones. Ellos tomaron la valiente decisión de salir del oscuro mundo de la droga, que está destruyendo sus vidas y la de sus familias; sin embargo la ONG que fue fundada en 1996 en Gualeguaychú por un agrupo de padres, enfrenta por estos días uno de sus mayores desafíos.
“Cuando comenzamos en el 96 en el grupo <Aurora> de Mari en la primera reunión comencé con un adicto”, recuerda Claudio.
“Recuerdo que el muchacho me dijo en la mitad de la reunión, Claudio por qué no nos vamos, no va a venir nadie, entonces le dije estamos nosotros dos, un grupo ya se puede formar entre dos personas”, recuerda el coordinador de Nar Anon.
Con el transcurrir de los meses, Claudio y un puñado de padres comenzaron a recorrer las escuelas para darles charlas instructivas a los chicos y promocionar las actividades de la ONG.
“Luego de la promoción, comenzamos a tener uno o dos enfermos nuevos por mes que se incorporaban al grupo de unas cinco a ocho personas, que nos reuníamos martes y jueves en Belgrano 123”, manifestó.
Pero el número de adictos que comenzaron a llegar al grupo comenzó a incrementarse a paso firme durante esta década. Sin embargo lo que más preocupa a los padres de Nar-Anon es en la forma que se redujo la edad de los adolescentes drogodependientes y con la facilidad con que éstos conseguían las drogas ante de ingresar al tratamiento.
“En los primeros años, los chicos venían a nosotros, pero los familiares dudaban del tratamiento, pero hoy los padres llegan como tirando la toalla y ven en nosotros una posibilidad para sacar a su hijo de la droga”.
Para Claudio, el grupo se incrementó tanto por la facilidad que hoy “tienen los adolescente para conseguir droga en la calle”.
Si bien para los narcos, Gualeguaychú no es considerada una ciudad con una clientela con suficiente poder adquisitivo para vender drogas “pesadas” como se dice en la jerga, para definir a los estupefacientes con un alto grado de dependencia, la marihuana y la cocaína rebajada, es lo que más se consigue en la noche gualeguaychuense.
“El consumo de cocaína para nosotros es nuevo en el grupo y vemos que la comunidad de Gualeguaychú no despierta para darse cuenta de este peligro”, expresó Claudio.
No obstante, aún el paco, que es el remanente de la cocina de la cocaína, no ingresó a nuestra ciudad de una forma que se considere una amenaza para la salud de los adictos.
“En los grupos tratamos de no preguntarle a los chicos qué fue lo que consumieron, pero como los padres no se daban cuenta de lo que le pasaba a sus hijos, cuando llegan al grupo ya se encuentran en la tercera etapa con complicaciones para su salud”.
Las tres etapas del adicto
En Nar Anon, se toma tres etapas para tratar de encasillar el grado de adicción que presenta la persona y a través de esta categorización será la ayuda profesional y contención que el adicto va a necesitar.
La primera etapa es denominada la del “payaso”, es aquel adolescente que comienza a pitar un porro por el solo hecho de probar una nueva sensación y luego crea dependencia. Este hecho no significa que todos los jóvenes, que prueban por diversión comiencen un camino sin retorno. Todo depende de su situación afectiva y la contención que tenga en el hogar.
“He conocido a chicos que me han dicho, yo la probé y zafe, pero lo que sucede es que tenemos una problemática de convivencia en la sociedad, de los chicos que han llegado al grupo el 70 por ciento son de padres separados y el resto son hijos de padres muy ocupados o ausentes. Estos chicos llegan con un problema emocional muy complicado, son hijos de padres separados, han pasado hambre y tuvieron que salir a trabajar, a vender a la calle y han perdido sus estudios. Tienen mucha ira y dolor en su cabecita, por lo tanto llegaron a consumir lo que agarraban”, explicó para definir las dos etapas subsiguientes de la detección de la patología, en la que de no ser tratadas a tiempo pueden causar daños neuronales irreversibles y hasta la muerte.
Claudio y Mari cuentan con serios problemas de espacio en la sede de Belgrano 123, y esto se debe al gran número de enfermos y también por que han logrado el apoyo incondicional de las familias de los adolescentes y adultos adictos.
“Tenemos cuatro veces más familiares que chicos adictos, porque hemos logrado que la familia se haga cargo de la recuperación. Nosotros al enfermo no le hablamos del ayer, ni le preguntamos por qué se drogó, hablamos de acompañar, comprender y ayudar al chico para que salga de esa vereda enferma y se cruce a la vereda de la recuperación, donde va a encontrar un programa que por medio de los 12 pasos va a llegar al escalón de la libertad de elegir, de no querer sufrir más y de poder salir al encuentro con la familia nuevamente”, explicó Claudio.
EL ARGENTINO (C)
El grupo de autoayuda Nar Anon y Narateen, que es parte de la hermandad, que en nuestra ciudad trabajan con jóvenes de 12 a 20 años con problemas de adicciones, está allegando a un punto de colapso.
El constante arribo de jóvenes y familiares desesperados en busca de ayuda al grupo comenzó a notarse en 2003 cuando Mari, otras de las coordinadoras de Nar Anon tuvo que poner más días en la semana para poder contenerlos a todos y por la imperiosa necesidad de integrar al enfermo con la familia.
“Donde ingresala droga en una casa es como una bomba que explotó y desintegró la familia”, resaltó Claudio, presidente de la ONG, cuya filosofía es mantener el anonimato de sus miembros
El espacio donde se desarrollan las reuniones en Belgrano 123, ya no alcanza para darle contención afectiva y escuchar a los 50 personas de 12 a 50 años que asisten a las reuniones. Ellos tomaron la valiente decisión de salir del oscuro mundo de la droga, que está destruyendo sus vidas y la de sus familias; sin embargo la ONG que fue fundada en 1996 en Gualeguaychú por un agrupo de padres, enfrenta por estos días uno de sus mayores desafíos.
“Cuando comenzamos en el 96 en el grupo <Aurora> de Mari en la primera reunión comencé con un adicto”, recuerda Claudio.
“Recuerdo que el muchacho me dijo en la mitad de la reunión, Claudio por qué no nos vamos, no va a venir nadie, entonces le dije estamos nosotros dos, un grupo ya se puede formar entre dos personas”, recuerda el coordinador de Nar Anon.
Con el transcurrir de los meses, Claudio y un puñado de padres comenzaron a recorrer las escuelas para darles charlas instructivas a los chicos y promocionar las actividades de la ONG.
“Luego de la promoción, comenzamos a tener uno o dos enfermos nuevos por mes que se incorporaban al grupo de unas cinco a ocho personas, que nos reuníamos martes y jueves en Belgrano 123”, manifestó.
Pero el número de adictos que comenzaron a llegar al grupo comenzó a incrementarse a paso firme durante esta década. Sin embargo lo que más preocupa a los padres de Nar-Anon es en la forma que se redujo la edad de los adolescentes drogodependientes y con la facilidad con que éstos conseguían las drogas ante de ingresar al tratamiento.
“En los primeros años, los chicos venían a nosotros, pero los familiares dudaban del tratamiento, pero hoy los padres llegan como tirando la toalla y ven en nosotros una posibilidad para sacar a su hijo de la droga”.
Para Claudio, el grupo se incrementó tanto por la facilidad que hoy “tienen los adolescente para conseguir droga en la calle”.
Si bien para los narcos, Gualeguaychú no es considerada una ciudad con una clientela con suficiente poder adquisitivo para vender drogas “pesadas” como se dice en la jerga, para definir a los estupefacientes con un alto grado de dependencia, la marihuana y la cocaína rebajada, es lo que más se consigue en la noche gualeguaychuense.
“El consumo de cocaína para nosotros es nuevo en el grupo y vemos que la comunidad de Gualeguaychú no despierta para darse cuenta de este peligro”, expresó Claudio.
No obstante, aún el paco, que es el remanente de la cocina de la cocaína, no ingresó a nuestra ciudad de una forma que se considere una amenaza para la salud de los adictos.
“En los grupos tratamos de no preguntarle a los chicos qué fue lo que consumieron, pero como los padres no se daban cuenta de lo que le pasaba a sus hijos, cuando llegan al grupo ya se encuentran en la tercera etapa con complicaciones para su salud”.
Las tres etapas del adicto
En Nar Anon, se toma tres etapas para tratar de encasillar el grado de adicción que presenta la persona y a través de esta categorización será la ayuda profesional y contención que el adicto va a necesitar.
La primera etapa es denominada la del “payaso”, es aquel adolescente que comienza a pitar un porro por el solo hecho de probar una nueva sensación y luego crea dependencia. Este hecho no significa que todos los jóvenes, que prueban por diversión comiencen un camino sin retorno. Todo depende de su situación afectiva y la contención que tenga en el hogar.
“He conocido a chicos que me han dicho, yo la probé y zafe, pero lo que sucede es que tenemos una problemática de convivencia en la sociedad, de los chicos que han llegado al grupo el 70 por ciento son de padres separados y el resto son hijos de padres muy ocupados o ausentes. Estos chicos llegan con un problema emocional muy complicado, son hijos de padres separados, han pasado hambre y tuvieron que salir a trabajar, a vender a la calle y han perdido sus estudios. Tienen mucha ira y dolor en su cabecita, por lo tanto llegaron a consumir lo que agarraban”, explicó para definir las dos etapas subsiguientes de la detección de la patología, en la que de no ser tratadas a tiempo pueden causar daños neuronales irreversibles y hasta la muerte.
Claudio y Mari cuentan con serios problemas de espacio en la sede de Belgrano 123, y esto se debe al gran número de enfermos y también por que han logrado el apoyo incondicional de las familias de los adolescentes y adultos adictos.
“Tenemos cuatro veces más familiares que chicos adictos, porque hemos logrado que la familia se haga cargo de la recuperación. Nosotros al enfermo no le hablamos del ayer, ni le preguntamos por qué se drogó, hablamos de acompañar, comprender y ayudar al chico para que salga de esa vereda enferma y se cruce a la vereda de la recuperación, donde va a encontrar un programa que por medio de los 12 pasos va a llegar al escalón de la libertad de elegir, de no querer sufrir más y de poder salir al encuentro con la familia nuevamente”, explicó Claudio.
Este contenido no está abierto a comentarios