Contagia adrenalina dentro y fuera de la pasarela
Silvana Ferrari es la responsable de la puesta en escena de la comparsa Ará Yeví.
Profesora de educación física y jazz contemporáneo, hace años tiene esta responsabilidad, que intenta mejorar cada vez, conciente de que el jurado tiene para evaluar una planilla con este rubro, así como del vestuario, las carrozas y la música.
“La puesta en escena se enriquece con la danza, el teatro, la acrobacia, como forma de acompañar el arte plasmado en el vestuario, las carrozas y la música, a los que pone en movimiento”, definió, para agregar “y es muy importante para el desplazamiento de la comparsa, al que puede darle solidez o todo lo contrario”.
Tiene el apoyo de todo un equipo, porque es un trabajo en conjunto.
“Pero mi función es que los 330 integrantes más las cuatro carrozas desfilen en 80 minutos sin baches. Para eso armé estribillos con los que se pueden comunicar con el público para hacerlo participar. Con los chicos tenemos ensayos todos los sábados para que estén seguros en la pasarela, sepan lo que tienen que hacer, cómo hacerlo, cómo proyectarse hacia el público. Si bien el carnaval es una fiesta que ya no es tan popular como en sus comienzos, creo que podemos hacer que se lo pueda vivir desde la silla, la tribuna, bailando con el integrante, cantando la canción, formando parte de la comparsa que está desfilando”, agregó.
Sabe que una vez en la pasarela, establece una carrera con el tiempo.
“Mi misión es cubrir el recorrido en el tiempo reglamentario para que no haya descuentos, porque en ese caso, la cabeza que rueda es la mía”, dijo con la certeza del compromiso asumido y la adrenalina que parece no abandonarla nunca.
“Quiero que se entienda esto porque como me ven corriendo al costado de la comparsa creerán que estoy loca. Pero es que no tengo tiempo de recorrer la comparsa y ver cómo viene, si se demoró una carroza o algunos integrantes. Tengo que controlar todo en ochenta minutos, tiempo en el que tiene que suceder todo en la pasarela de 500 metros. Y con el entusiasmo del baile, los chicos pueden perder el objetivo de avanzar y entonces debo asistirlos”.
Fuera del corsódromo, además de los ensayos, se ocupa de que los integrantes estudien la canción, aprendan las coreografías, además de destinar momentos para explicarles cómo salió el desfile el sábado anterior “y entusiasmarlos, porque si no se comprometen con la puesta en escena, la perdemos. Mi objetivo es no sólo contenerlos sino motivarlos para que nuestra presentación sea lo que soñamos”.
“Siempre digo que mi trabajo es el más excitante y de más adrenalina que existe en el planeta porque es en vivo, entonces las diez noches de carnaval son estreno para mí”, confesó.
Bailar al aire libre
“La coreografía del carnaval no tiene nada que ver con la de escenario -explicó Silvana- precisamente porque el escenario es diferente: es la pasarela y no tiene bambalinas, techo, caja, telón de frente ni telón de fondo y es un escenario que se transita, así que todo el movimiento cambia. Tenés una proyección de 360 grados, porque te ven de adelante, atrás, arriba, abajo, la energía se moviliza, la proyección exacerba porque la pasarela no tiene techo, entonces todo tiene que ser mucho más grande, exagerado. Los frentes tienen que ir cambiando, por esto de que el público rodea a los artistas”.
“Al ser al aire libre, el despliegue debe ser mayor, porque no hay nada que los contenga, como hace la caja del escenario y la mirada de cada bailarín tiene que estar proyectada hacia arriba, como si estuviera en un anfiteatro, porque la gente está allí”, explicó.
Hace quince años dirige las coreos y puesta en escena, desde que cruzó de vereda: porque hace veintinueve que es parte del carnaval “primero como bailarina, y tras el nacimiento de mis hijos, en el año 2000, como coreógrafa desde 2001. Conozco el carnaval de Urquiza y 25 de Mayo, de Avenida Rocamora y desde el 97, el del corsódromo”, señaló, marcando su pertenencia a la fiesta.
Aún así, de inmediato dijo “creo que ya cumplí un ciclo y que debe venir alguien”, para agregar “además, mientras se desarrolla el carnaval, me agobia el cansancio y me hace decir que no habrá una próxima vez, pero la última noche, irremediablemente, digo “de acá no me voy”.
“¡Me encanta!”, exclamó, como si no se le notara. Y terminó afirmando “cada año digo que será el último, pero me puede....”.
“La puesta en escena se enriquece con la danza, el teatro, la acrobacia, como forma de acompañar el arte plasmado en el vestuario, las carrozas y la música, a los que pone en movimiento”, definió, para agregar “y es muy importante para el desplazamiento de la comparsa, al que puede darle solidez o todo lo contrario”.
Tiene el apoyo de todo un equipo, porque es un trabajo en conjunto.
“Pero mi función es que los 330 integrantes más las cuatro carrozas desfilen en 80 minutos sin baches. Para eso armé estribillos con los que se pueden comunicar con el público para hacerlo participar. Con los chicos tenemos ensayos todos los sábados para que estén seguros en la pasarela, sepan lo que tienen que hacer, cómo hacerlo, cómo proyectarse hacia el público. Si bien el carnaval es una fiesta que ya no es tan popular como en sus comienzos, creo que podemos hacer que se lo pueda vivir desde la silla, la tribuna, bailando con el integrante, cantando la canción, formando parte de la comparsa que está desfilando”, agregó.
Sabe que una vez en la pasarela, establece una carrera con el tiempo.
“Mi misión es cubrir el recorrido en el tiempo reglamentario para que no haya descuentos, porque en ese caso, la cabeza que rueda es la mía”, dijo con la certeza del compromiso asumido y la adrenalina que parece no abandonarla nunca.
“Quiero que se entienda esto porque como me ven corriendo al costado de la comparsa creerán que estoy loca. Pero es que no tengo tiempo de recorrer la comparsa y ver cómo viene, si se demoró una carroza o algunos integrantes. Tengo que controlar todo en ochenta minutos, tiempo en el que tiene que suceder todo en la pasarela de 500 metros. Y con el entusiasmo del baile, los chicos pueden perder el objetivo de avanzar y entonces debo asistirlos”.
Fuera del corsódromo, además de los ensayos, se ocupa de que los integrantes estudien la canción, aprendan las coreografías, además de destinar momentos para explicarles cómo salió el desfile el sábado anterior “y entusiasmarlos, porque si no se comprometen con la puesta en escena, la perdemos. Mi objetivo es no sólo contenerlos sino motivarlos para que nuestra presentación sea lo que soñamos”.
“Siempre digo que mi trabajo es el más excitante y de más adrenalina que existe en el planeta porque es en vivo, entonces las diez noches de carnaval son estreno para mí”, confesó.
Bailar al aire libre
“La coreografía del carnaval no tiene nada que ver con la de escenario -explicó Silvana- precisamente porque el escenario es diferente: es la pasarela y no tiene bambalinas, techo, caja, telón de frente ni telón de fondo y es un escenario que se transita, así que todo el movimiento cambia. Tenés una proyección de 360 grados, porque te ven de adelante, atrás, arriba, abajo, la energía se moviliza, la proyección exacerba porque la pasarela no tiene techo, entonces todo tiene que ser mucho más grande, exagerado. Los frentes tienen que ir cambiando, por esto de que el público rodea a los artistas”.
“Al ser al aire libre, el despliegue debe ser mayor, porque no hay nada que los contenga, como hace la caja del escenario y la mirada de cada bailarín tiene que estar proyectada hacia arriba, como si estuviera en un anfiteatro, porque la gente está allí”, explicó.
Hace quince años dirige las coreos y puesta en escena, desde que cruzó de vereda: porque hace veintinueve que es parte del carnaval “primero como bailarina, y tras el nacimiento de mis hijos, en el año 2000, como coreógrafa desde 2001. Conozco el carnaval de Urquiza y 25 de Mayo, de Avenida Rocamora y desde el 97, el del corsódromo”, señaló, marcando su pertenencia a la fiesta.
Aún así, de inmediato dijo “creo que ya cumplí un ciclo y que debe venir alguien”, para agregar “además, mientras se desarrolla el carnaval, me agobia el cansancio y me hace decir que no habrá una próxima vez, pero la última noche, irremediablemente, digo “de acá no me voy”.
“¡Me encanta!”, exclamó, como si no se le notara. Y terminó afirmando “cada año digo que será el último, pero me puede....”.
Por Silvina Esnaola
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