Mujeres que hacen cosas...
Elena Procura: Cumple con su vocación de trabajar por las cosas de Dios
Silvina Esnaola
EL ARGENTINO
La mañana en que hicimos la entrevista, diluviaba sobre Gualeguaychú.
Por eso Elena Procura nos atendió en su casa, en lugar de hacerlo en la salita “Cura Brochero”, después de su clase de catequesis, como habíamos combinado.
Viuda de José Ramón Sánchez, tiene seis hijos: Nélida Teresa, Inés Mabel, Alicia Raquel (que falleció), Norma Beatriz, Gustavo José y María Elena, que le dieron 16 nietos y trece bisnietos.
-¿Se acuerda de todos los cumples?
“De los hijos y nietos sí, pero de los bisnietos, me estoy olvidando... ¡Todos los días tenemos cumpleaños!” exageró, bromeando.
- Cuando los chicos eran chiquitos, ¿trabajó fuera de casa?
“Tenía 32 años cuando mi esposo quedó incapacitado por un ACV. Y tuve que salir a trabajar”.
“El tenía 42 años y debimos mudarnos, porque vivíamos cerca del cementerio y alquilábamos. Como no podíamos pagar el alquiler, vinimos aquí (a su casa del Bulevar Pedro Jurado) que era un terreno de papá. Y hace cuarenta años esto era todo campo, había sólo cinco casitas y no llegaba la luz eléctrica, pero levantamos nuestra casa. Después, empezamos por traer la luz, el ripio, el agua, la cloaca, porque no había nada”.
Antes de seguir, debemos decir que llegamos a ella por integrantes de Caritas de la Parroquia Nuestra Señora de Luján, que la admiran profundamente por su capacidad, empuje y generosidad.
Por ellas supimos del trabajo de Elena en su barrio, de cómo dijo “sí” al pedido de evangelizar, sin dudarlo.
“Esto comenzó en 2010, cuando se entronizó la Virgen de San Nicolás en el proceso de construcción del Barrio Molinari. Comenzamos un grupo, con el rezo del Santo Rosario. Se necesitaron manzaneras para visitar a las familias”
Dicho esto, siguió “siempre dije que cuando pasara algo con mi marido, si yo no me iba antes, me dedicaría a trabajar por las cosas de Dios. Estando vivo él, era manzanera de la Capilla Santa Rosa y San Ramón del Barrio Pereda, a donde pertenecemos, que depende de la Parroquia Nuestra Señora de Luján”.
“Con mi compañera Quela Olmos de Ledesma recorríamos distintas manzanas y cuando llegó el Barrio Molinari, hace unos 26 años, comenzamos a llevar la imagen de la Virgen casa por casa de este vecindario”.
Y siguió involucrándose, al punto de llegar a dar catequesis en su casa.
“Desde el 95 que falleció mi esposo, yo daba catequesis en la capilla”, contó.
“Y el padre José María (Aguilar) visitaba mucho el barrio Molinari, el Fiorotto, (“todavía no estaban el Don Pablo ni el Guevara”, aclaró) y vio que había chicos que no iban a catequesis a la capilla, porque habían hecho la ruta Julio Irazusta y a las mamás se les hacía difícil cruzarla, porque llevaban los chicos de la mano y sus hermanitos en brazos. Entonces me propuso dar catequesis en casa”.
“Acepté con miedo, porque me largaba sola. Era mucha responsabilidad y no sabía si los padres me iban a confiar sus hijos. Comenzamos con 16 chicos en 2012 y como todo marchaba bien -siguió- se dieron la segunda etapa, la tercera y para el cuarto año, ya hubo que buscar más catequistas y casas donde dar, porque también venían adultos. Necesitábamos espacio y prestaron sus casas Rita, Mónica, Carola, Rosana y yo, la mía”.
“Con los años surgió la idea de hacer la sala de catequesis, que se levanta con el apoyo del párroco Ariel, Grávida, catequistas y colaboradoras, la arquitecta Cristina, el Programa Presupuesto participativo, Caritas y el Club Atlético sur, que nos presta el salón para las loterías, cenas shows, hacer los pollos a la parrilla, con lo que recaudamos fondos”.
La salita se inauguró con una misa el 16 de marzo de 2017, el día del santo Cura Brochero, y tiene una placa con su nombre. En esta sala de catequesis también celebramos el pesebre viviente, el vía crucis, el día del niño con chocolatada y juguetes...”
-¿Se le pasó el miedo?
No llegó a afirmarlo, pero algo en su gesto nos dijo que sí. “Los padres fueron confiando, llegamos a ser quince catequistas, con ciento diez chicos acá, a los que damos la leche que dona Baggio con galleta que al principio venía de la panadería de la Unidad penal y hoy se compra con lo que recaudamos en las ferias”.
-Un día de lluvia como hoy se suspenden las actividades...
“Sí. Lo lindo es que ahora tenemos los teléfonos y formamos grupos, así que avisamos que no vengan para que no se mojen. Los martes (el día de la entrevista, el del diluvio que ya mencionamos) se da catequesis a primero y segundo año por la mañana y a primero, a la tarde. Tenemos muchos grupos, porque ahora son 120 chicos”.
Y ese día, todo de agua, fue dedicado a atendernos primero y a otras cuestiones después, como ya contaremos.
Con 77 años, Elena vive sola, acompañada por Lion, su guardián lanudo.
Y como vecina, ha mostrado siempre ser muy emprendedora.
“Un día (otro más) el padre José María vio que teníamos muchos chicos asistiendo a catequesis en nuestras casas. Aprovechamos y le pedimos hacer unas salitas en un terreno que nos habían donado. Nos dijo que sí, y con el obispo fueron a hablar a la Municipalidad. Allí les informaron que había un terreno donado por Habib Haddad, para levantar la Capilla en honor a Nuestra Señora del Líbano. Haddad falleció, la capilla está a medio construir, y nuestras salitas empezaron a hacerse allí con los fondos que logramos haciendo rifas, ventas de tortas fritas, fideos, pollos a la parrilla, cenas shows, el presupuesto participativo...”
“También en casa tengo feria de ropas los miércoles durante todo el día y además hago plantitas de jardín para vender”.
“Si Dios quiere -se esperanzó- el año que viene comenzamos con talleres y ayuda escolar, con el sostenimiento de Caritas”.
Por el momento, sabemos por Elena que se está formando una comisión para la ermita del cura Brochero, así que aprovechó para invitar a la comunidad a sumarse. “Nos acompañan el diácono Pablo, el seminarista Nicolás, el párroco de Luján Ariel Crettaz, Delia, Rosita y María Laura, coordinadoras de catequesis”.
Al terminar, le preguntamos qué pensaba hacer al no tener clases porque ella, haraganear, ¡nunca!
“¡Nunca!”, afirmó.
Es que Elena ya sabía qué iba a hacer apenas nos retirásemos.
“Quería pintar algo para mis hijas, para regalarles en el día de la madre...”
-¿Algo como qué?
“Como ya les hice manteles, almohadones y repasadores, ahora, mi intención es hacerles un repasador para que tengan colgado en la cocina”, compartió.
Infatigable Elena. Encantadora también. Una mujer que si no festeja un cumpleaños cada día, celebra entregar su tiempo “a las cosas de Dios”, como quiso siempre, como hace ahora.