Opinión
Amor en los adultos mayores: Tuyo a los 70
Por monseñor Jorge Lozano (*)
“Aquel mundo sin objeto
tiene una razón precisa
desde que el amor eterno
lo sustenta y justifica.”
(Romance, Francisco Luis Bernárdez)
Mi mamá murió hace cuatro años. Al poco tiempo hice una revisión un poquito por encima de algunos documentos y papeles más urgentes, y el resto lo guardé en un par de cajas. Nunca me gustó tirar sin leer lo que pasa por mis manos. Y hace unos meses me puse a ordenar los papeles que estaban en su mesita de luz. En uno de esos “papeles” reconocí la letra de mi papá. Es una hoja de un anotador que solía haber en casa para dejarnos mensajes cuando alguno de nosotros salía, y avisaba así horario de regreso, si había ido a comprar algo, si volvía para la cena. Teníamos la sana costumbre de saber por dónde andábamos. El tamaño de la hoja es pequeño: 16 centímetros por cinco. Lo suficiente para un mensaje. Mi papá falleció un año y medio antes que ella.
El texto encontrado es una cartita que él le escribió a ella como regalo del Día de la Madre. En ese entonces ambos tenían más de 70 años de edad y 50 años de casados.
Le pregunté y pedí permiso a mi hermano para compartirlo con vos, lector, lectora. Lo hago con la confianza e intimidad que nos regala esta columna dominical.
El nombre de mi mamá es Marina y Orfilio el de mi papá.
Les regalo este testimonio:
“Mi querida Marina:
Hoy es tu día, el día que lleva el nombre más representativo de todos, MADRE.
Hoy es tu día, que lo pases lo más feliz con todos:
tus hijos, nuera y nietos; que seas muy feliz.
Y no quiero quedar afuera también, con tu marido que mucho te quiere.
Tengo tanto que agradecerte por todo lo que hacés por mí, me hacés muy feliz.
Te quiero con toda el alma; sin vos sería la persona más infeliz de la tierra.
Vos estás tan dentro de mi corazón, que siento que el tuyo y el mío laten juntos.
Un beso de verdad. Que en este tu día seas muy feliz en compañía de los que hoy te acompañan y los que hoy no están, pero sí mirándonos desde el cielo.
Con amor, tu Orfilio”.
El Año de la Vida es también el año del amor. Y es cierto que no hay edad para el amor, la ternura, la alegría de la vida familiar. “Porque el amor que vence al
tiempo / no puede estar sino a cubierto del espacio” (La ciudad sin Laura, Francisco Luis Bernárdez).
A veces me parece que nos cuesta expresar ternura y cariño. Una combinación de vergüenza, pudor, inseguridad o torpeza nos frenan caricias y palabras que sean continuidad del corazón. Es muy bueno decir “te quiero”. Y es muy bueno escucharlo. Al mundo, a la sociedad, a la familia… le hace falta más poesía y más ternura.
Hoy 14 de agosto recordamos a San Maximiliano Kolbe, patrono de los periodistas. Él supo jugarse la vida y ofrecerla por los demás aún en situaciones de opresión en un campo de concentración. Le pedimos a él interceda por todos los que son perseguidos a causa de la verdad.
(*) Monseñor Jorge Lozano es obispo de Gualeguaychú y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social.
“Aquel mundo sin objeto
tiene una razón precisa
desde que el amor eterno
lo sustenta y justifica.”
(Romance, Francisco Luis Bernárdez)
Mi mamá murió hace cuatro años. Al poco tiempo hice una revisión un poquito por encima de algunos documentos y papeles más urgentes, y el resto lo guardé en un par de cajas. Nunca me gustó tirar sin leer lo que pasa por mis manos. Y hace unos meses me puse a ordenar los papeles que estaban en su mesita de luz. En uno de esos “papeles” reconocí la letra de mi papá. Es una hoja de un anotador que solía haber en casa para dejarnos mensajes cuando alguno de nosotros salía, y avisaba así horario de regreso, si había ido a comprar algo, si volvía para la cena. Teníamos la sana costumbre de saber por dónde andábamos. El tamaño de la hoja es pequeño: 16 centímetros por cinco. Lo suficiente para un mensaje. Mi papá falleció un año y medio antes que ella.
El texto encontrado es una cartita que él le escribió a ella como regalo del Día de la Madre. En ese entonces ambos tenían más de 70 años de edad y 50 años de casados.
Le pregunté y pedí permiso a mi hermano para compartirlo con vos, lector, lectora. Lo hago con la confianza e intimidad que nos regala esta columna dominical.
El nombre de mi mamá es Marina y Orfilio el de mi papá.
Les regalo este testimonio:
“Mi querida Marina:
Hoy es tu día, el día que lleva el nombre más representativo de todos, MADRE.
Hoy es tu día, que lo pases lo más feliz con todos:
tus hijos, nuera y nietos; que seas muy feliz.
Y no quiero quedar afuera también, con tu marido que mucho te quiere.
Tengo tanto que agradecerte por todo lo que hacés por mí, me hacés muy feliz.
Te quiero con toda el alma; sin vos sería la persona más infeliz de la tierra.
Vos estás tan dentro de mi corazón, que siento que el tuyo y el mío laten juntos.
Un beso de verdad. Que en este tu día seas muy feliz en compañía de los que hoy te acompañan y los que hoy no están, pero sí mirándonos desde el cielo.
Con amor, tu Orfilio”.
El Año de la Vida es también el año del amor. Y es cierto que no hay edad para el amor, la ternura, la alegría de la vida familiar. “Porque el amor que vence al
tiempo / no puede estar sino a cubierto del espacio” (La ciudad sin Laura, Francisco Luis Bernárdez).
A veces me parece que nos cuesta expresar ternura y cariño. Una combinación de vergüenza, pudor, inseguridad o torpeza nos frenan caricias y palabras que sean continuidad del corazón. Es muy bueno decir “te quiero”. Y es muy bueno escucharlo. Al mundo, a la sociedad, a la familia… le hace falta más poesía y más ternura.
Hoy 14 de agosto recordamos a San Maximiliano Kolbe, patrono de los periodistas. Él supo jugarse la vida y ofrecerla por los demás aún en situaciones de opresión en un campo de concentración. Le pedimos a él interceda por todos los que son perseguidos a causa de la verdad.
(*) Monseñor Jorge Lozano es obispo de Gualeguaychú y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social.
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