El desafío de saber poner límites
Por María Victoria Doello Jurado (*) - Hoy en día es común escuchar la necesidad de “poner límites a los chicos”, sin embargo la popularización de la frase a veces nos quita la posibilidad de pensar. ¿Que quiere decir poner límites? y ¿por qué resultaría necesario hacerlo?
Limitar a un niño, es “frustrar”: no satisfacer su deseo, y de hecho ésta es la gran dificultad con la que muchas veces como padres nos encontramos, “frustrar” a un hijo puede ser una tarea muy dura, porque también nos frustra a nosotros, nos angustia.
Claro que el otro componente necesario es que esta frustración se pueda dar en un marco de amor y cariño.
No debemos confundir los límites con la severidad ni con la violencia. Ser firmes en torno a lo que permitimos o no; implica poder sostener un proyecto claro de educación para nuestros niños. Así como ser inflexibles puede llevarnos a que los chicos nos desafíen aún más, y que no respeten nuestros términos. Ser absolutamente condescendientes nos lleva a consecuencias igualmente contraproducentes.
¿Por qué es necesario demarcar límites?
El aparato psíquico se configura a través del medio exterior, específicamente a través de nuestros referentes de crianza. Cuando nos encontramos con un bebé, podemos pensar que su psiquismo es caótico, no presenta más que la potencialidad de ser amoldado, y este es el trabajo de sus adultos responsables.
Es así que “limitar” va de alguna manera “ordenando” al niño, le ofrece seguridad acerca de qué se permite y qué no, va configurando un espacio por el cual se puede circular.
Esta frustración inicial da lugar a un sentimiento de “contención” bajo el cual se produce un efecto “pacificador”, o para decirlo de otro modo, es un efecto que des-angustia. Muchas veces podemos observar como luego de un reto, el niño se duerme…. O sencillamente puede concentrarse en alguna actividad o juego.
Desde esta perspectiva limitar enseña a tolerar cierto grado de frustración sin que esto sea sentido como un total fracaso, por el contrario, permite soportar tiempos de espera de lo que se es deseado, le enseña al niño que no todo puede ser conseguido en la realidad, ni inmediatamente. Es enseñar a vivir bajo ciertas reglas, bajo ciertas leyes necesarias para convivir en sociedad.
La educación de nuestros abuelos, e incluso de alguno de nuestros padres se caracterizó por ser estricta y hasta cruel, se pensaba que el niño sólo aprendía bajo el rigor de un castigo muchas veces excesivo, sin explicaciones y bajo una ley autoritaria. Sin duda hemos recibido lo traumático que fue este tipo de enseñanza disciplinaria. No obstante, hoy nos hemos inclinado hacia el otro lado de la balanza, en vistas de no repetir aquella historia, pecamos en conceder absolutamente todo lo que nos demandan los niños, confundiendo esto con mostrar amor incondicional, permitiendo que hoy sean los niños quienes imponen las leyes a sus padres
Es el equilibrio entre gratificar y frustrar lo que ofrecerá un punto justo donde el niño pueda ir ubicándose, sabiendo que el amor de sus padres tiene también un límite. Que debe “Ganarse” ciertos permisos, y que éstos tienen pautas a seguir, esto les ofrece libertad por un lado, exigiéndoles cierta responsabilidad por el otro
Sin duda aquí esta el gran reto de ser padres. Encontrar ese punto intermedio tan difícil de medir.
Debemos tener en cuenta que llegar ahí no será una casualidad del destino, será desde el encuentro y la comunicación entre los adultos a cargo, y bajo la premisa de sostener un proyecto claro para nuestros hijos, en los cuales ellos se sientan contenidos…
Un niño sin límites es un niño perdido, sin rumbo, sin lugar, sin afecto. Debemos entender que algunas veces decir “basta” es un tremendo acto de amor.
* María Victoria Doello Jurado, es psicóloga.
Claro que el otro componente necesario es que esta frustración se pueda dar en un marco de amor y cariño.
No debemos confundir los límites con la severidad ni con la violencia. Ser firmes en torno a lo que permitimos o no; implica poder sostener un proyecto claro de educación para nuestros niños. Así como ser inflexibles puede llevarnos a que los chicos nos desafíen aún más, y que no respeten nuestros términos. Ser absolutamente condescendientes nos lleva a consecuencias igualmente contraproducentes.
¿Por qué es necesario demarcar límites?
El aparato psíquico se configura a través del medio exterior, específicamente a través de nuestros referentes de crianza. Cuando nos encontramos con un bebé, podemos pensar que su psiquismo es caótico, no presenta más que la potencialidad de ser amoldado, y este es el trabajo de sus adultos responsables.
Es así que “limitar” va de alguna manera “ordenando” al niño, le ofrece seguridad acerca de qué se permite y qué no, va configurando un espacio por el cual se puede circular.
Esta frustración inicial da lugar a un sentimiento de “contención” bajo el cual se produce un efecto “pacificador”, o para decirlo de otro modo, es un efecto que des-angustia. Muchas veces podemos observar como luego de un reto, el niño se duerme…. O sencillamente puede concentrarse en alguna actividad o juego.
Desde esta perspectiva limitar enseña a tolerar cierto grado de frustración sin que esto sea sentido como un total fracaso, por el contrario, permite soportar tiempos de espera de lo que se es deseado, le enseña al niño que no todo puede ser conseguido en la realidad, ni inmediatamente. Es enseñar a vivir bajo ciertas reglas, bajo ciertas leyes necesarias para convivir en sociedad.
La educación de nuestros abuelos, e incluso de alguno de nuestros padres se caracterizó por ser estricta y hasta cruel, se pensaba que el niño sólo aprendía bajo el rigor de un castigo muchas veces excesivo, sin explicaciones y bajo una ley autoritaria. Sin duda hemos recibido lo traumático que fue este tipo de enseñanza disciplinaria. No obstante, hoy nos hemos inclinado hacia el otro lado de la balanza, en vistas de no repetir aquella historia, pecamos en conceder absolutamente todo lo que nos demandan los niños, confundiendo esto con mostrar amor incondicional, permitiendo que hoy sean los niños quienes imponen las leyes a sus padres
Es el equilibrio entre gratificar y frustrar lo que ofrecerá un punto justo donde el niño pueda ir ubicándose, sabiendo que el amor de sus padres tiene también un límite. Que debe “Ganarse” ciertos permisos, y que éstos tienen pautas a seguir, esto les ofrece libertad por un lado, exigiéndoles cierta responsabilidad por el otro
Sin duda aquí esta el gran reto de ser padres. Encontrar ese punto intermedio tan difícil de medir.
Debemos tener en cuenta que llegar ahí no será una casualidad del destino, será desde el encuentro y la comunicación entre los adultos a cargo, y bajo la premisa de sostener un proyecto claro para nuestros hijos, en los cuales ellos se sientan contenidos…
Un niño sin límites es un niño perdido, sin rumbo, sin lugar, sin afecto. Debemos entender que algunas veces decir “basta” es un tremendo acto de amor.
* María Victoria Doello Jurado, es psicóloga.
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