Tierra, techo y trabajo, enseñanzas de Francisco
Por monseñor Jorge Eduardo Lozano (*)
Del 27 al 29 de octubre se reunieron en Roma más de 100 Movimientos Populares en un Encuentro Mundial convocado por el Pontificio Consejo de Justicia Y Paz y la Pontificia Academia de Ciencias Sociales. Tuvieron un momento de intercambio con el Papa Francisco quien pronunció un discurso que se viralizó en las redes sociales como “el de las 3 ‘T’ ”: tierra, techo y trabajo, “derechos sagrados”.
Allí Francisco puso en la primera fila de los temas abordados la desigualdad y la exclusión y cómo los movimientos sociales se sobrepusieron a una casi lógica desesperanza abrazando la solidaridad: “Ustedes sienten que los pobres ya no esperan y quieren ser protagonistas, se organizan, estudian, trabajan, reclaman y, sobre todo, practican esa solidaridad tan especial que existe entre los que sufren, entre los pobres, y que nuestra civilización parece haber olvidado, o al menos tiene muchas ganas de olvidar”.
Al referirse a la “tierra”, el Papa ponderó que los campesinos cuidaran de ella: “Quiero felicitarlos por custodiar la tierra, por cultivarla y por hacerlo en comunidad. Me preocupa la erradicación de tantos hermanos campesinos que sufren el desarraigo, y no por guerras o desastres naturales. El acaparamiento de tierras, la desforestación, la apropiación del agua, los agrotóxicos inadecuados, son algunos de los males que arrancan al hombre de su tierra natal”.
Y sin vueltas habló de hambre y de reforma agraria: “Cuando la especulación financiera condiciona el precio de los alimentos tratándolos como a cualquier mercancía, millones de personas sufren y mueren de hambre. Por otra parte se desechan toneladas de alimentos. Esto constituye un verdadero escándalo. El hambre es criminal, la alimentación es un derecho inalienable. Sé que algunos de ustedes reclaman una reforma agraria para solucionar alguno de estos problemas, y déjenme decirles que en ciertos países, y acá cito el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, ‘la reforma agraria es además de una necesidad política, una obligación moral’ ”.
Al hablar de “techo” incluyó familia y barrios que ven nacer hogares, ciudades que conectan, integración urbana: “Familia y vivienda van de la mano. Pero, además, un techo, para que sea hogar, tiene una dimensión comunitaria: y es el barrio… y es precisamente en el barrio donde se empieza a construir esa gran familia de la humanidad, desde lo más inmediato, desde la convivencia con los vecinos. Hoy vivimos en inmensas ciudades que se muestran modernas, orgullosas y hasta vanidosas. Ciudades que ofrecen innumerables placeres y bienestar para una minoría feliz… pero se le niega el techo a miles de vecinos y hermanos nuestros, incluso niños, y se los llama, elegantemente, ‘personas en situación de calle’. Es curioso cómo en el mundo de las injusticias abundan los eufemismos”.
Y la última “T” de “trabajo”: “No existe peor pobreza material ??me urge subrayarlo?? no existe peor pobreza material, que la que no permite ganarse el pan y priva de la dignidad del trabajo. El desempleo juvenil, la informalidad y la falta de derechos laborales no son inevitables, son resultado de una previa opción social, de un sistema económico que pone los beneficios por encima del hombre, si el beneficio es económico, sobre la humanidad o sobre el hombre, son efectos de una cultura del descarte que considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar”.
Este discurso del Papa Francisco también nos señala (ya lo había dicho en otra oportunidad) “que estamos viviendo la tercera guerra mundial pero en cuotas”, que “un sistema económico centrado en el dios dinero necesita también saquear la naturaleza, saquear la naturaleza, para sostener el ritmo frenético de consumo que le es inherente. El cambio climático, la pérdida de la biodiversidad, la desforestación ya están mostrando sus efectos devastadores en los grandes cataclismos que vemos, y los que más sufren son ustedes, los humildes, los que viven cerca de las costas en viviendas precarias o que son tan vulnerables económicamente que frente a un desastre natural lo pierden todo”, “se ha globalizado la indiferencia”.
Y destacó los aportes que hacen los movimientos populares con su lucha cotidiana y con un tipo de solidaridad “que crece desde abajo”: “Sé que entre ustedes hay personas de distintas religiones, oficios, ideas, culturas, países, continentes. Hoy están practicando aquí la cultura del encuentro, tan distinta a la xenofobia, la discriminación y la intolerancia que tantas veces vemos. Entre los excluidos se da ese encuentro de culturas donde el conjunto no anula la particularidad”, (…) “los movimientos populares expresan la necesidad urgente de revitalizar nuestras democracias, tantas veces secuestradas por innumerables factores. Es imposible imaginar un futuro para la sociedad sin la participación protagónica de las grandes mayorías y ese protagonismo excede los procedimientos lógicos de la democracia formal. La perspectiva de un mundo de paz y justicia duraderas nos reclama superar el asistencialismo paternalista, nos exige crear nuevas formas de participación que incluya a los movimientos populares y anime las estructuras de gobiernos locales, nacionales e internacionales con ese torrente de energía moral que surge de la incorporación de los excluidos en la construcción del destino común”. Qué palabras tan luminosas y consoladoras. Demos gracias a Dios por la predicación y enseñanzas de nuestro querido Papa Francisco.
Esta semana, se realizará la asamblea de la Conferencia Episcopal Argentina. Los obispos de todo el país nos reuniremos a rezar, reflexionar e intercambiar anhelos y alegrías, preocupaciones e inquietudes. Te pido nos acompañes con tu oración.
(*) Monseñor Jorge Eduardo Lozano es obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social.
Allí Francisco puso en la primera fila de los temas abordados la desigualdad y la exclusión y cómo los movimientos sociales se sobrepusieron a una casi lógica desesperanza abrazando la solidaridad: “Ustedes sienten que los pobres ya no esperan y quieren ser protagonistas, se organizan, estudian, trabajan, reclaman y, sobre todo, practican esa solidaridad tan especial que existe entre los que sufren, entre los pobres, y que nuestra civilización parece haber olvidado, o al menos tiene muchas ganas de olvidar”.
Al referirse a la “tierra”, el Papa ponderó que los campesinos cuidaran de ella: “Quiero felicitarlos por custodiar la tierra, por cultivarla y por hacerlo en comunidad. Me preocupa la erradicación de tantos hermanos campesinos que sufren el desarraigo, y no por guerras o desastres naturales. El acaparamiento de tierras, la desforestación, la apropiación del agua, los agrotóxicos inadecuados, son algunos de los males que arrancan al hombre de su tierra natal”.
Y sin vueltas habló de hambre y de reforma agraria: “Cuando la especulación financiera condiciona el precio de los alimentos tratándolos como a cualquier mercancía, millones de personas sufren y mueren de hambre. Por otra parte se desechan toneladas de alimentos. Esto constituye un verdadero escándalo. El hambre es criminal, la alimentación es un derecho inalienable. Sé que algunos de ustedes reclaman una reforma agraria para solucionar alguno de estos problemas, y déjenme decirles que en ciertos países, y acá cito el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, ‘la reforma agraria es además de una necesidad política, una obligación moral’ ”.
Al hablar de “techo” incluyó familia y barrios que ven nacer hogares, ciudades que conectan, integración urbana: “Familia y vivienda van de la mano. Pero, además, un techo, para que sea hogar, tiene una dimensión comunitaria: y es el barrio… y es precisamente en el barrio donde se empieza a construir esa gran familia de la humanidad, desde lo más inmediato, desde la convivencia con los vecinos. Hoy vivimos en inmensas ciudades que se muestran modernas, orgullosas y hasta vanidosas. Ciudades que ofrecen innumerables placeres y bienestar para una minoría feliz… pero se le niega el techo a miles de vecinos y hermanos nuestros, incluso niños, y se los llama, elegantemente, ‘personas en situación de calle’. Es curioso cómo en el mundo de las injusticias abundan los eufemismos”.
Y la última “T” de “trabajo”: “No existe peor pobreza material ??me urge subrayarlo?? no existe peor pobreza material, que la que no permite ganarse el pan y priva de la dignidad del trabajo. El desempleo juvenil, la informalidad y la falta de derechos laborales no son inevitables, son resultado de una previa opción social, de un sistema económico que pone los beneficios por encima del hombre, si el beneficio es económico, sobre la humanidad o sobre el hombre, son efectos de una cultura del descarte que considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar”.
Este discurso del Papa Francisco también nos señala (ya lo había dicho en otra oportunidad) “que estamos viviendo la tercera guerra mundial pero en cuotas”, que “un sistema económico centrado en el dios dinero necesita también saquear la naturaleza, saquear la naturaleza, para sostener el ritmo frenético de consumo que le es inherente. El cambio climático, la pérdida de la biodiversidad, la desforestación ya están mostrando sus efectos devastadores en los grandes cataclismos que vemos, y los que más sufren son ustedes, los humildes, los que viven cerca de las costas en viviendas precarias o que son tan vulnerables económicamente que frente a un desastre natural lo pierden todo”, “se ha globalizado la indiferencia”.
Y destacó los aportes que hacen los movimientos populares con su lucha cotidiana y con un tipo de solidaridad “que crece desde abajo”: “Sé que entre ustedes hay personas de distintas religiones, oficios, ideas, culturas, países, continentes. Hoy están practicando aquí la cultura del encuentro, tan distinta a la xenofobia, la discriminación y la intolerancia que tantas veces vemos. Entre los excluidos se da ese encuentro de culturas donde el conjunto no anula la particularidad”, (…) “los movimientos populares expresan la necesidad urgente de revitalizar nuestras democracias, tantas veces secuestradas por innumerables factores. Es imposible imaginar un futuro para la sociedad sin la participación protagónica de las grandes mayorías y ese protagonismo excede los procedimientos lógicos de la democracia formal. La perspectiva de un mundo de paz y justicia duraderas nos reclama superar el asistencialismo paternalista, nos exige crear nuevas formas de participación que incluya a los movimientos populares y anime las estructuras de gobiernos locales, nacionales e internacionales con ese torrente de energía moral que surge de la incorporación de los excluidos en la construcción del destino común”. Qué palabras tan luminosas y consoladoras. Demos gracias a Dios por la predicación y enseñanzas de nuestro querido Papa Francisco.
Esta semana, se realizará la asamblea de la Conferencia Episcopal Argentina. Los obispos de todo el país nos reuniremos a rezar, reflexionar e intercambiar anhelos y alegrías, preocupaciones e inquietudes. Te pido nos acompañes con tu oración.
(*) Monseñor Jorge Eduardo Lozano es obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social.
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