Opinión
Trabajo, desarrollo y dignidad humana
En el comienzo del año, muchos de nosotros nos proponemos metas a alcanzar a nivel personaL. Y también podemos expresar deseos comunitarios, anhelos que tenemos como pueblo. Uno de los logros que esperamos es el desarrollo integral de todos. Y esto no sólo es un deseo, sino un derecho que tenemos como Nación.
Por monseñor Jorge Lozano (*)
Una clave central para el desarrollo es el trabajo remunerado con justicia.
En la Escuela y la Familia se aprende la “cultura del trabajo”. Esto implica valorar el esfuerzo personal y grupal, organizarse para proyectos comunes, para liberarnos de una especie de pensamiento mágico que nos postra para esperar todo de arriba.
En este sentido, tiene una incidencia muy negativa en el ánimo del pueblo una mentalidad que promueve el juego como una ilusión de alcanzar un “golpe de suerte” para salvarnos. Y, casi como en un chiste de mal gusto, depositar parte de nuestras seguridades en el incierto e imprevisible azar. Esto va en contra de la cultura del trabajo, que nos muestra la dignidad de ganar el pan con el sudor de la frente, justamente creyendo en la certeza que da el empeño cotidiano cuando se suma a la esperanza.
Los logros que más se valoran son aquellos que se alcanzan con el esfuerzo gradual de los años. De ese modo fortalecemos la autoestima y afianzamos nuestra dignidad.
Recuerdo que el lema permanente en el Santuario de San Cayetano es “Pan y Trabajo”. ¿Cuál es su significado? Que el trabajo que no alcanza para el pan es injusticia y explotación; que el pan sin el trabajo es dádiva y privación de la dignidad humana.
Nuestro país ha crecido de manera sostenida durante los últimos años. Sin embargo la brecha entre los que más tienen y los más pobres es muy grande.
La mejor manera de colaborar a una distribución equitativa de los bienes, es por medio del trabajo remunerado con justicia. Uno de los fenómenos que se da hoy es que tener trabajo no garantiza salir de la pobreza. Hace unas décadas casi se identificaba desocupación con pobreza. Hoy no.
La gran mayoría de los argentinos coincidimos en que los planes sociales son necesarios para restaurar la justicia, pero son transitorios. No sería justo que fueran considerados una solución permanente. En cambio, sí resuelven promoviendo al hombre en su dignidad, la promoción de fuentes de trabajo y su justa remuneración generando y afianzando el desarrollo integral y la justicia social.
En la Argentina casi la mitad de los que tienen trabajo no están legalmente registrados. Como se dice comúnmente, trabajan “en negro”. Esta situación no protege adecuadamente el presente y el futuro del trabajador y su familia. No tienen acceso a la protección social.
Trabajemos para que haya trabajo. El trabajo hace a la dignidad de la persona, fortalece la unidad de las familias, y construye la justicia social.
(*) Jorge Eduardo Lozano es obispo de Gualeguaychú y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social.
Una clave central para el desarrollo es el trabajo remunerado con justicia.
En la Escuela y la Familia se aprende la “cultura del trabajo”. Esto implica valorar el esfuerzo personal y grupal, organizarse para proyectos comunes, para liberarnos de una especie de pensamiento mágico que nos postra para esperar todo de arriba.
En este sentido, tiene una incidencia muy negativa en el ánimo del pueblo una mentalidad que promueve el juego como una ilusión de alcanzar un “golpe de suerte” para salvarnos. Y, casi como en un chiste de mal gusto, depositar parte de nuestras seguridades en el incierto e imprevisible azar. Esto va en contra de la cultura del trabajo, que nos muestra la dignidad de ganar el pan con el sudor de la frente, justamente creyendo en la certeza que da el empeño cotidiano cuando se suma a la esperanza.
Los logros que más se valoran son aquellos que se alcanzan con el esfuerzo gradual de los años. De ese modo fortalecemos la autoestima y afianzamos nuestra dignidad.
Recuerdo que el lema permanente en el Santuario de San Cayetano es “Pan y Trabajo”. ¿Cuál es su significado? Que el trabajo que no alcanza para el pan es injusticia y explotación; que el pan sin el trabajo es dádiva y privación de la dignidad humana.
Nuestro país ha crecido de manera sostenida durante los últimos años. Sin embargo la brecha entre los que más tienen y los más pobres es muy grande.
La mejor manera de colaborar a una distribución equitativa de los bienes, es por medio del trabajo remunerado con justicia. Uno de los fenómenos que se da hoy es que tener trabajo no garantiza salir de la pobreza. Hace unas décadas casi se identificaba desocupación con pobreza. Hoy no.
La gran mayoría de los argentinos coincidimos en que los planes sociales son necesarios para restaurar la justicia, pero son transitorios. No sería justo que fueran considerados una solución permanente. En cambio, sí resuelven promoviendo al hombre en su dignidad, la promoción de fuentes de trabajo y su justa remuneración generando y afianzando el desarrollo integral y la justicia social.
En la Argentina casi la mitad de los que tienen trabajo no están legalmente registrados. Como se dice comúnmente, trabajan “en negro”. Esta situación no protege adecuadamente el presente y el futuro del trabajador y su familia. No tienen acceso a la protección social.
Trabajemos para que haya trabajo. El trabajo hace a la dignidad de la persona, fortalece la unidad de las familias, y construye la justicia social.
(*) Jorge Eduardo Lozano es obispo de Gualeguaychú y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social.
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