La masonería en Gualeguaychú
Las logias y sus hombres
Por Hugo Daroca
La augusta y respetable logia Unión y Filantropía Nº 56 tuvo su templo en la casa del constructor italiano Domingo Repetto, ubicada en calle del Plata Nº 203 (hoy Luis N. Palma), propiedad en la que el 1º de septiembre de 1887 se instaló el Registro Civil Municipal1 y, posteriormente, se construyó el edificio de la sociedad “Argentinos y Orientales”.
Hasta ese entonces el desarrollo urbano de la villa había sido muy lento: abundaban los ranchos, eran escasas las casas de azotea y había muchos terrenos baldíos. Se trataba de un lugar apartado y oscuro, tal como describiera la ubicación del templo un cronista.2 En ese recinto realizaban sus tenidas los masones y el Venerable Maestro don Bernardo Ramón Goyri, una vez asegurado de que estaban a cubierto de indiscreciones profanas, y protegidos, golpeaba el mallete contra la mesa y expresaba: “Silencio. Silencio en logia, mis hermanos”, momento de singular trascendencia y recogimiento para sus miembros, a quienes invitaba a concentrarse en sí mismos y a prepararse para escuchar con más atención las palabras que proseguían.
Las primeras actividades que se conocen de los masones en Gualeguaychú datan de la década de 1850. Eran tiempos difíciles para la organización nacional y especialmente para Entre Ríos, la segunda provincia del país. Abundaban los enfrentamientos políticos y bélicos.
El general Urquiza, que había sabido vencer y destrozar al ejército de Rosas, no lograba que los porteños confiaran en él y lo aceptaran políticamente. La clase dirigente de Buenos Aires quería separarse del resto de las provincias y estas, en cambio, aspiraban a unirse democráticamente bajo una forma de gobierno representativa, republicana y federal; aspiraban a establecerse constitucionalmente.
La provincia de Buenos Aires inicia el 11 de septiembre de 1852 un ciclo de revoluciones y hostilidades bélicas tendientes a lograr la separación del resto del territorio, que continúan en el mes de noviembre cuando envían una expedición militar comandada por los generales Juan Madariaga y Manuel Hornos, para que tomaran las ciudades de Gualeguaychù y de Concepción del Uruguay. Buscaban distraer a Urquiza e impedir que se reuniera el Congreso Constituyente.
Dentro de ese contexto histórico estaban insertos los masones de esta ciudad, dignos ciudadanos, respetuosos de la persona humana y defensores de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Combatían la ignorancia y la pereza, al mismo tiempo que la injusticia y la violencia. Predicaban con el ejemplo. Eso sí, “tampoco era un juego de desocupados caballeros”.3
Al referirse a la masonería en Gualeguaychú, un historiador sostiene: “…como se sabe, los adeptos a esta eran mitritas, y por lo tanto contrarios a Urquiza”.4
Sin embargo no era tan así. Mitre, en el orden nacional, integraba el partido liberal y Urquiza, también; entonces, se tomaban posiciones de acuerdo con los principios rectores que eran los de libertad, igualdad y fraternidad.
Lo sorprendente es que la prensa de Gualeguaychú la emprendió desde el comienzo contra los masones intentando desprestigiarlos. El padre Borques, al referirse al periódico El Duende, expresa: “...lo que nos sorprende sobremanera es ver que este periódico levantó bandera contra la masonería”.5 En realidad no se trataba de El Duende,6 los ataques provenían del periódico La Época y eran intensos y apasionados, según deducimos por el tenor de las respuestas de los agraviados.
Los ataques fueron realizados por el periodista Isidoro de María, acompañado de su hijo Dermidio. De cualquier manera, los dos periódicos eran editados en la imprenta Gualeguaychú de Isidoro de María, por lo que podía utilizarlos indistintamente. No esbozaban cuestiones principistas, sino que la emprendían directamente contra el honor de sus integrantes, sin fundamentos, y los menospreciaban. Varias de las personas injuriadas respondieron a través de las páginas de La Esperanza de Entre Ríos. Entre ellos, el señor Bernardo Ramón Goyri, quien repudia las expresiones de Isidoro de María, al que considera un vil y cobarde injuriador. En la misma solicitada asume la defensa de su respetable amigo don Cayetano Valls, del que expresa “…que aunque lleva modestamente el delantal del artesano, es mucho más que otros digno de vestirse con el frac de caballero”.7 Al mismo tiempo, también le responden a de María, rechazando las imputaciones, los señores Anacleto Durruti y Luis Vidal, los que se refieren también a los términos injuriosos, especialmente a los empleado, en la editorial del Nº 63 de La Época.8
Un suelto editorial de La Esperanza de Entre Ríos, titulado “Refinada Mala Fe”, se refiere a la conducta de Isidoro de María que aprovecha la ausencia del señor Eleuterio Grané ?que no estaba en la ciudad y no podía defenderse? para atacarlo, en una actitud que “no lo honra”.9
Sobre la situación de la prensa en Gualeguaychú, nada más certero que transcribir las palabras del padre Borques que dice: “Estos hechos vienen a confirmar dolorosamente cuanto hemos dicho más arriba, a saber que tuerce su elevada misión la prensa, cuando dejando de ser vocero impersonal de altos ideales, se convierte en vehículo de ideas perniciosas y de desahogos personales”.10
El director responsable de La Esperanza de Entre Ríos era el francés José Lefèbre, masón y recipiendario de la mayoría de los embates, que llevó la peor parte, pero nada le impidió refutar los improperios y seguir escribiendo. Las burlas que le hacían por ser hojalatero las rebatía con singular ingenio y buen humor. Hacía gala de su ideario liberal y progresista y consideraba que solo se alcanzarían estos principios con la unión nacional y la plena vigencia de los postulados republicanos establecidos en la Constitución.
También era redactor y masón el señor Honoré Roustan, de nacionalidad uruguaya, que posteriormente sería el director del prestigioso periódico El Eco de Entre Ríos, y quien creó, junto a otros fundadores, el Recreo Argentino. Fue enérgico defensor de la libertad y de los derechos ciudadanos. La Esperanza de Entre Ríos publicaba numerosas colaboraciones, solicitadas y remitidos sobre variados temas, especialmente los que hacían referencia a la libertad. Como masones, estos hombres tenían la concepción ?y la difundían? de que a través de esa institución era mucho más factible, gracias al número de integrantes y a su fuerza moral, que la provincia de Buenos Aires se incorporara al resto del país. Y en tal sentido trabajaron.
Por otra parte, permanentemente se le cuestionó a Isidoro de María que ejerciera el cargo de vicecónsul de la República Oriental, ya que por ser propietario de la imprenta y editor de diversos periódicos en la ciudad, recibía un sueldo del gobierno argentino, lo que era incompatible con aquel cargo uruguayo. Cuando el gobierno oriental lo reemplaza, se niega a entregarle el puesto al recién designado don Eleuterio Grané. Por eso, cuando este contesta las ofensas proferidas por de María11, hace mención al hecho de que el periodista está anatematizando la política de su propio gobierno, pero a la vez deja sentado que quitarle esta representación sería despojarlo del único valor que puede ostentar.. Poco tiempo después se le hace imposible a Isidoro de María su estada en la ciudad y se vuelve a su país.
Actividades cívicas de la masonería
La primera actividad cívica que de ellos se conoce es la fundación de la Sociedad de Socorros Mutuos el 1º de julio de 1855, iniciativa del masón francés José Lefèbre. Comenzó a funcionar con 75 socios fundadores, y a fin de ese año ya contaba con 190, y $760 pesos en caja. Según el criterio de la masonería, las iniciativas se despersonalizan y pasan a ser obras de todos, por eso mencionamos también como fundadores a los señores Apolinario Benítez, Juan Iriarte, Juan Cinto, Amadeo Gras, Fernando de la Vergne, Augusto Poitevin y Santiago Sauberan, que constituyeron la primera sociedad de socorros mutuos de nuestro país. Obra fraternal que alcanzó gran éxito por sus principios solidarios de ayuda a los demás. Por una cuota mensual garantizaba a sus socios asistencia médica gratuita, la provisión de los medicamentos y otros servicios, como la ayuda fúnebre, y contaba con un panteón en el cementerio viejo. Por este último motivo los socios volvieron a reunirse con e fin de resolver la situación.12
La Sociedad de Socorros Mutuos se extinguió por la quiebra del tesorero, el banquero D. Juan Oxandaburu, el 1º de noviembre de 1871, quien era copropietario del banco Oxandaburu y Garbino.13
Conocida la pérdida de los fondos, ante la imposibilidad de seguir prestando los servicios, el administrador y los asociados reaccionan de inmediato, igual que los directivos, y convocan a diversas reuniones que no impiden la liquidación. Publican una solicitad, en la que entre otras cosas expresan: “Después de 16 años de existencia de la Sociedad de Socorros Mutuos, se retira en presencia de exigencias incalificables a las cuáles le ha sido imposible hacer frente y sobre todo en un momento en que un siniestro comercial ocasionado por el tesorero, le quita el recurso de los fondos sociales, habiendo sido acumulados con la estricta economía y la buena voluntad de los sostenedores de la Sociedad de Socorros Mutuos de Gualeguaychú, la primera establecida en la republica Argentina”. 14
A la sociedad mutual le resulta imposible, sin las reservas, seguir cubriendo los servicios a sus asociados por lo que resuelve su disolución.15 Se suspenden en momentos en que iban a ser más necesarios y apreciados.
Seguiremos con la cuarta parte sobre el tema.
1 EL VOTO LIBRE, Año II, N| 176, 3-9-1887, p.3, col. 2, Hemeroteca Instituto Magnasco.
2 EL NOTICIERO, Año XII, N° 1704/05, 6-1-1891, p.1, Hemeroteca Instituto Magnasco.
3 DANERI DELGADO, Carlos Lisandro. “Crónica informal” (inédito), Gualeguaychú, junio de 1992, pp. 33/34, Bibl. Popular Sarmiento.
4 BACHINI, Elsa Beatriz. Conferencias. Aporte a la historia de Gualeguaychú, Gualeguaychú, Talleres Gráficos Gutenberg, 1973, p. 159.
5 BORQUES, Juan Carlos. Ensayos históricos sobre el Periodismo de Gualeguaychú, Gualeguaychú, Imprenta San Martín, 1919.
6 Ibid.
7 LA ES PERANZA DE ENTRE RÍOS, Nº 35, 27-10-1858, p. 2, cols. 1/2..
8 Ibid.
9 Ibid.
10 BORQUES, op. cit., p. 58.
11 ESPERANZA DE ENTRE RÍOS, Nº 17, 15-9-1858, p. 1, col 4 y p. 2, cols. 1, 2 y 3.
12 EL NOTICIERO, Año III, 6-8- 1882, p.. 3, col. 4, Hemeroteca Biblioteca Sarmiento.
13 EL CHIMBORAZO, Año II, Nº 131, 20-10-1875, p. 3, col. 5, Hemeroteca Biblioteca Sarmiento.
14 EL GUARDIA NACIONAL, Año I, Nº 50, 21-10-1871, p. 3.
15 Ibid.
Hasta ese entonces el desarrollo urbano de la villa había sido muy lento: abundaban los ranchos, eran escasas las casas de azotea y había muchos terrenos baldíos. Se trataba de un lugar apartado y oscuro, tal como describiera la ubicación del templo un cronista.2 En ese recinto realizaban sus tenidas los masones y el Venerable Maestro don Bernardo Ramón Goyri, una vez asegurado de que estaban a cubierto de indiscreciones profanas, y protegidos, golpeaba el mallete contra la mesa y expresaba: “Silencio. Silencio en logia, mis hermanos”, momento de singular trascendencia y recogimiento para sus miembros, a quienes invitaba a concentrarse en sí mismos y a prepararse para escuchar con más atención las palabras que proseguían.
Las primeras actividades que se conocen de los masones en Gualeguaychú datan de la década de 1850. Eran tiempos difíciles para la organización nacional y especialmente para Entre Ríos, la segunda provincia del país. Abundaban los enfrentamientos políticos y bélicos.
El general Urquiza, que había sabido vencer y destrozar al ejército de Rosas, no lograba que los porteños confiaran en él y lo aceptaran políticamente. La clase dirigente de Buenos Aires quería separarse del resto de las provincias y estas, en cambio, aspiraban a unirse democráticamente bajo una forma de gobierno representativa, republicana y federal; aspiraban a establecerse constitucionalmente.
La provincia de Buenos Aires inicia el 11 de septiembre de 1852 un ciclo de revoluciones y hostilidades bélicas tendientes a lograr la separación del resto del territorio, que continúan en el mes de noviembre cuando envían una expedición militar comandada por los generales Juan Madariaga y Manuel Hornos, para que tomaran las ciudades de Gualeguaychù y de Concepción del Uruguay. Buscaban distraer a Urquiza e impedir que se reuniera el Congreso Constituyente.
Dentro de ese contexto histórico estaban insertos los masones de esta ciudad, dignos ciudadanos, respetuosos de la persona humana y defensores de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Combatían la ignorancia y la pereza, al mismo tiempo que la injusticia y la violencia. Predicaban con el ejemplo. Eso sí, “tampoco era un juego de desocupados caballeros”.3
Al referirse a la masonería en Gualeguaychú, un historiador sostiene: “…como se sabe, los adeptos a esta eran mitritas, y por lo tanto contrarios a Urquiza”.4
Sin embargo no era tan así. Mitre, en el orden nacional, integraba el partido liberal y Urquiza, también; entonces, se tomaban posiciones de acuerdo con los principios rectores que eran los de libertad, igualdad y fraternidad.
Lo sorprendente es que la prensa de Gualeguaychú la emprendió desde el comienzo contra los masones intentando desprestigiarlos. El padre Borques, al referirse al periódico El Duende, expresa: “...lo que nos sorprende sobremanera es ver que este periódico levantó bandera contra la masonería”.5 En realidad no se trataba de El Duende,6 los ataques provenían del periódico La Época y eran intensos y apasionados, según deducimos por el tenor de las respuestas de los agraviados.
Los ataques fueron realizados por el periodista Isidoro de María, acompañado de su hijo Dermidio. De cualquier manera, los dos periódicos eran editados en la imprenta Gualeguaychú de Isidoro de María, por lo que podía utilizarlos indistintamente. No esbozaban cuestiones principistas, sino que la emprendían directamente contra el honor de sus integrantes, sin fundamentos, y los menospreciaban. Varias de las personas injuriadas respondieron a través de las páginas de La Esperanza de Entre Ríos. Entre ellos, el señor Bernardo Ramón Goyri, quien repudia las expresiones de Isidoro de María, al que considera un vil y cobarde injuriador. En la misma solicitada asume la defensa de su respetable amigo don Cayetano Valls, del que expresa “…que aunque lleva modestamente el delantal del artesano, es mucho más que otros digno de vestirse con el frac de caballero”.7 Al mismo tiempo, también le responden a de María, rechazando las imputaciones, los señores Anacleto Durruti y Luis Vidal, los que se refieren también a los términos injuriosos, especialmente a los empleado, en la editorial del Nº 63 de La Época.8
Un suelto editorial de La Esperanza de Entre Ríos, titulado “Refinada Mala Fe”, se refiere a la conducta de Isidoro de María que aprovecha la ausencia del señor Eleuterio Grané ?que no estaba en la ciudad y no podía defenderse? para atacarlo, en una actitud que “no lo honra”.9
Sobre la situación de la prensa en Gualeguaychú, nada más certero que transcribir las palabras del padre Borques que dice: “Estos hechos vienen a confirmar dolorosamente cuanto hemos dicho más arriba, a saber que tuerce su elevada misión la prensa, cuando dejando de ser vocero impersonal de altos ideales, se convierte en vehículo de ideas perniciosas y de desahogos personales”.10
El director responsable de La Esperanza de Entre Ríos era el francés José Lefèbre, masón y recipiendario de la mayoría de los embates, que llevó la peor parte, pero nada le impidió refutar los improperios y seguir escribiendo. Las burlas que le hacían por ser hojalatero las rebatía con singular ingenio y buen humor. Hacía gala de su ideario liberal y progresista y consideraba que solo se alcanzarían estos principios con la unión nacional y la plena vigencia de los postulados republicanos establecidos en la Constitución.
También era redactor y masón el señor Honoré Roustan, de nacionalidad uruguaya, que posteriormente sería el director del prestigioso periódico El Eco de Entre Ríos, y quien creó, junto a otros fundadores, el Recreo Argentino. Fue enérgico defensor de la libertad y de los derechos ciudadanos. La Esperanza de Entre Ríos publicaba numerosas colaboraciones, solicitadas y remitidos sobre variados temas, especialmente los que hacían referencia a la libertad. Como masones, estos hombres tenían la concepción ?y la difundían? de que a través de esa institución era mucho más factible, gracias al número de integrantes y a su fuerza moral, que la provincia de Buenos Aires se incorporara al resto del país. Y en tal sentido trabajaron.
Por otra parte, permanentemente se le cuestionó a Isidoro de María que ejerciera el cargo de vicecónsul de la República Oriental, ya que por ser propietario de la imprenta y editor de diversos periódicos en la ciudad, recibía un sueldo del gobierno argentino, lo que era incompatible con aquel cargo uruguayo. Cuando el gobierno oriental lo reemplaza, se niega a entregarle el puesto al recién designado don Eleuterio Grané. Por eso, cuando este contesta las ofensas proferidas por de María11, hace mención al hecho de que el periodista está anatematizando la política de su propio gobierno, pero a la vez deja sentado que quitarle esta representación sería despojarlo del único valor que puede ostentar.. Poco tiempo después se le hace imposible a Isidoro de María su estada en la ciudad y se vuelve a su país.
Actividades cívicas de la masonería
La primera actividad cívica que de ellos se conoce es la fundación de la Sociedad de Socorros Mutuos el 1º de julio de 1855, iniciativa del masón francés José Lefèbre. Comenzó a funcionar con 75 socios fundadores, y a fin de ese año ya contaba con 190, y $760 pesos en caja. Según el criterio de la masonería, las iniciativas se despersonalizan y pasan a ser obras de todos, por eso mencionamos también como fundadores a los señores Apolinario Benítez, Juan Iriarte, Juan Cinto, Amadeo Gras, Fernando de la Vergne, Augusto Poitevin y Santiago Sauberan, que constituyeron la primera sociedad de socorros mutuos de nuestro país. Obra fraternal que alcanzó gran éxito por sus principios solidarios de ayuda a los demás. Por una cuota mensual garantizaba a sus socios asistencia médica gratuita, la provisión de los medicamentos y otros servicios, como la ayuda fúnebre, y contaba con un panteón en el cementerio viejo. Por este último motivo los socios volvieron a reunirse con e fin de resolver la situación.12
La Sociedad de Socorros Mutuos se extinguió por la quiebra del tesorero, el banquero D. Juan Oxandaburu, el 1º de noviembre de 1871, quien era copropietario del banco Oxandaburu y Garbino.13
Conocida la pérdida de los fondos, ante la imposibilidad de seguir prestando los servicios, el administrador y los asociados reaccionan de inmediato, igual que los directivos, y convocan a diversas reuniones que no impiden la liquidación. Publican una solicitad, en la que entre otras cosas expresan: “Después de 16 años de existencia de la Sociedad de Socorros Mutuos, se retira en presencia de exigencias incalificables a las cuáles le ha sido imposible hacer frente y sobre todo en un momento en que un siniestro comercial ocasionado por el tesorero, le quita el recurso de los fondos sociales, habiendo sido acumulados con la estricta economía y la buena voluntad de los sostenedores de la Sociedad de Socorros Mutuos de Gualeguaychú, la primera establecida en la republica Argentina”. 14
A la sociedad mutual le resulta imposible, sin las reservas, seguir cubriendo los servicios a sus asociados por lo que resuelve su disolución.15 Se suspenden en momentos en que iban a ser más necesarios y apreciados.
Seguiremos con la cuarta parte sobre el tema.
1 EL VOTO LIBRE, Año II, N| 176, 3-9-1887, p.3, col. 2, Hemeroteca Instituto Magnasco.
2 EL NOTICIERO, Año XII, N° 1704/05, 6-1-1891, p.1, Hemeroteca Instituto Magnasco.
3 DANERI DELGADO, Carlos Lisandro. “Crónica informal” (inédito), Gualeguaychú, junio de 1992, pp. 33/34, Bibl. Popular Sarmiento.
4 BACHINI, Elsa Beatriz. Conferencias. Aporte a la historia de Gualeguaychú, Gualeguaychú, Talleres Gráficos Gutenberg, 1973, p. 159.
5 BORQUES, Juan Carlos. Ensayos históricos sobre el Periodismo de Gualeguaychú, Gualeguaychú, Imprenta San Martín, 1919.
6 Ibid.
7 LA ES PERANZA DE ENTRE RÍOS, Nº 35, 27-10-1858, p. 2, cols. 1/2..
8 Ibid.
9 Ibid.
10 BORQUES, op. cit., p. 58.
11 ESPERANZA DE ENTRE RÍOS, Nº 17, 15-9-1858, p. 1, col 4 y p. 2, cols. 1, 2 y 3.
12 EL NOTICIERO, Año III, 6-8- 1882, p.. 3, col. 4, Hemeroteca Biblioteca Sarmiento.
13 EL CHIMBORAZO, Año II, Nº 131, 20-10-1875, p. 3, col. 5, Hemeroteca Biblioteca Sarmiento.
14 EL GUARDIA NACIONAL, Año I, Nº 50, 21-10-1871, p. 3.
15 Ibid.
Este contenido no está abierto a comentarios