Un barrio singularmente extraño
Por Daniel Serorena (dserorena@diarioelargentino.com.ar) - En Twitter: @dserorena
Si bien puede sonar exagerado el dato, el barrio en el que está el departamento que ocupo en mi estadía en Mar del Plata tiene algunas cosas que se podrían denominar como “extrañas”.
Quizá uno, acostumbrado a la tranquilidad barrial de Gualeguaychú tiende a asombrarse cuando se encuentra con ciertas cosas que pensaba fuera de tiempo. Pero en mi periplo marplatense, día a día me encuentro con algunas cositas que llamaron poderosamente mi atención.
Me sorprende que en la galería contigua a nuestro departamento funcione un Cine Porno, un rubro que honestamente creí que se había extinguido con el avance de los videos y fundamentalmente de Internet. Sin embargo el cine está abierto casi las 24 horas, aunque no es mucha la gente que ingresa y el pobre flaco que está en boleterías tiene una cara de aburrido que marca a las claras el nivel de concurrencia del lugar.
Pero no es todo, en la misma galería de acceso a nuestro departamento funciona una especie de “casa de citas”, por darle un término adecuado al tugurio de marras. El lugar pasaría absolutamente desapercibido, si no fuera porque todas las noches aparece en escena un veterano muy parecido al periodista Miguel Romano que entrega las tarjetitas con las que teóricamente se accede al “bulín” con un descuento.
Al igual con lo que ocurre en el cine de la galería vecina, el boliche tiene poca aceptación y el pobre “Miguel Romano”, como lo bautizamos sin que lo sepa, se pasa las horas parado en la vereda de Belgrano con menos éxito del que tendría Mafalda en un restaurante de sopas.
Para completar el combo, ayer descubrí que en la vereda de enfrente, siempre por la calle Belgrano un Sex Shop, con un llamativo cartel luminoso que invita al “pasen y vean”. Demás está decir que no he sucumbido ante los convites, no me parecen atractivos, pero suman para la crónica.
Se podría decir que la calle Belgrano, entre Corrientes y Entre Ríos, es una vereda con un alto contenido sexual. Eso sí, a juzgar por el movimiento que tienen los lugares, es más bien un sexo algo venido a menos.
Quizá uno, acostumbrado a la tranquilidad barrial de Gualeguaychú tiende a asombrarse cuando se encuentra con ciertas cosas que pensaba fuera de tiempo. Pero en mi periplo marplatense, día a día me encuentro con algunas cositas que llamaron poderosamente mi atención.
Me sorprende que en la galería contigua a nuestro departamento funcione un Cine Porno, un rubro que honestamente creí que se había extinguido con el avance de los videos y fundamentalmente de Internet. Sin embargo el cine está abierto casi las 24 horas, aunque no es mucha la gente que ingresa y el pobre flaco que está en boleterías tiene una cara de aburrido que marca a las claras el nivel de concurrencia del lugar.
Pero no es todo, en la misma galería de acceso a nuestro departamento funciona una especie de “casa de citas”, por darle un término adecuado al tugurio de marras. El lugar pasaría absolutamente desapercibido, si no fuera porque todas las noches aparece en escena un veterano muy parecido al periodista Miguel Romano que entrega las tarjetitas con las que teóricamente se accede al “bulín” con un descuento.
Al igual con lo que ocurre en el cine de la galería vecina, el boliche tiene poca aceptación y el pobre “Miguel Romano”, como lo bautizamos sin que lo sepa, se pasa las horas parado en la vereda de Belgrano con menos éxito del que tendría Mafalda en un restaurante de sopas.
Para completar el combo, ayer descubrí que en la vereda de enfrente, siempre por la calle Belgrano un Sex Shop, con un llamativo cartel luminoso que invita al “pasen y vean”. Demás está decir que no he sucumbido ante los convites, no me parecen atractivos, pero suman para la crónica.
Se podría decir que la calle Belgrano, entre Corrientes y Entre Ríos, es una vereda con un alto contenido sexual. Eso sí, a juzgar por el movimiento que tienen los lugares, es más bien un sexo algo venido a menos.
Este contenido no está abierto a comentarios