Código Civil y Comercial
El Código Civil y Comercial aprobado por las Cámaras del Senado (28 de noviembre de 2013) y de Diputados (1° de octubre de 2014) y que fue previamente aprobada por una Comisión Bicameral integrada por la oposición, comenzará a aplicarse a partir del 1° de enero de 2016.
La oposición tuvo una actitud mezquina, contradictoria y con una severa falta de cultura republicana. Integró la Comisión Bicameral defendiendo el proyecto tal como consta en la versión taquigráfica del 4 de julio de 2012. Pero cuando se dio el debate en el Senado, prefirieron levantarse de sus bancas y retirarse del recinto. Lo mismo que hicieron hace 48 horas en la Cámara de Diputados. No debatir es un triste papel que se asigna la oposición.
Hay que recordar que este texto fue debatido en numerosas audiencias a lo largo y ancho del país y fruto de ese examen se le realizaron nada menos que 180 modificaciones.
Definir el comienzo de la vida humana desde la concepción, simplificar el divorcio al dar por válido la sola manifestación de hacerlo (como ocurre para casarse, que no se requiere de abogados), simplificar el régimen de adopción, reconocer los derechos personalísimos (dignidad, honor e imagen, e incluso incorporar el concepto de adolescente, entre otros), son solo algunos de los muchos ejemplos que se pueden expresar y que esperaban el aporte de la oposición en su vocación legislativa. Nada de eso ocurrió en el recinto en ninguna de las dos oportunidades en las que se trató. Una situación lamentable y un gesto demasiado inmaduro para quienes expresan vocación por el poder político en la República.
Si se aspira a una sociedad más igualitaria, entonces hay que comenzar por el acceso pleno a los derechos.
Por eso hay que lamentar este triste papel que jugó la oposición, que no supo estar a la altura de las circunstancias. Se trata de un Código para los próximos cien años, no para un día y su redacción estuvo lejos de las necesidades de la coyuntura, sino al servicio de una política de Estado.
Como lo sostuvo el presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Ricardo Lorenzetti, quien además presidió la Comisión que lo redactó: “Antes se legislaba pensando en un hombre adulto, sano, educado y de buena posición social; este código incluye a todos: a los hombres y mujeres; a los adultos pero también a los jóvenes y niños; a los educados pero protege a los que se trata de engañar por su falta de conocimientos; a los sanos pero también a los enfermos, a los fuertes pero también a los débiles. Busca la verdadera igualdad que se basa en la tutela de los vulnerables”.
No dar el debate es silenciar a la democracia. De esto hay mucho para aprender.
Hay que recordar que este texto fue debatido en numerosas audiencias a lo largo y ancho del país y fruto de ese examen se le realizaron nada menos que 180 modificaciones.
Definir el comienzo de la vida humana desde la concepción, simplificar el divorcio al dar por válido la sola manifestación de hacerlo (como ocurre para casarse, que no se requiere de abogados), simplificar el régimen de adopción, reconocer los derechos personalísimos (dignidad, honor e imagen, e incluso incorporar el concepto de adolescente, entre otros), son solo algunos de los muchos ejemplos que se pueden expresar y que esperaban el aporte de la oposición en su vocación legislativa. Nada de eso ocurrió en el recinto en ninguna de las dos oportunidades en las que se trató. Una situación lamentable y un gesto demasiado inmaduro para quienes expresan vocación por el poder político en la República.
Si se aspira a una sociedad más igualitaria, entonces hay que comenzar por el acceso pleno a los derechos.
Por eso hay que lamentar este triste papel que jugó la oposición, que no supo estar a la altura de las circunstancias. Se trata de un Código para los próximos cien años, no para un día y su redacción estuvo lejos de las necesidades de la coyuntura, sino al servicio de una política de Estado.
Como lo sostuvo el presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Ricardo Lorenzetti, quien además presidió la Comisión que lo redactó: “Antes se legislaba pensando en un hombre adulto, sano, educado y de buena posición social; este código incluye a todos: a los hombres y mujeres; a los adultos pero también a los jóvenes y niños; a los educados pero protege a los que se trata de engañar por su falta de conocimientos; a los sanos pero también a los enfermos, a los fuertes pero también a los débiles. Busca la verdadera igualdad que se basa en la tutela de los vulnerables”.
No dar el debate es silenciar a la democracia. De esto hay mucho para aprender.
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