Crisis de autoridad
Un antiguo dicho sostiene ?cría cuervos y te sacarán los ojos?. Los argentinos podemos ratificar el contenido de esa frase ya que la hemos acuñado a fuerza de nuestro increíble renunciamiento a respetar el principio de autoridad, cuyo vacío hoy nos está acercando peligrosamente al caos.
El principio de autoridad comenzó a desmoronarse el mismo día en que, por ser subalternos de la demagogia, se permitió que los piqueteros fueran dueños y señores de las calles, rutas y puentes de la República. De hecho, la única autoridad son ellos y hasta tuvieron y tienen alfombra roja para llegar a los despachos de la Rosada.
Un buen día se les antojó, para quedar bien con el poder de turno, bloquear estaciones de servicio de Shell y nadie los detuvo. Fueron recompensados con más planes de trabajo, que han seguido motivando la ?haraganería institucional?.
Otro día, otro dirigente piquetero tuvo la ocurrencia de ocupar una comisaría y la destrozó. La justicia fue atada de pies y manos y todo quedó en la nada. El autor del desmán fue premiado con una suerte de secretaría de Estado, lo cual le permitió cometer otros atropellos inicuos, como aquel de violar una propiedad privada en Corrientes rompiendo candados. Fue echado cuando denunció que lo de la AMIA había sido algo parecido a un auto atentado de la comunidad judía. No obstante su expulsión, nunca dejó de disfrutar de los placeres de sentirse acogido como ?incondicional del poder?.
Pero la pérdida del principio de autoridad tiene otras expresiones que hace años hubieran sido inconcebibles. Resulta ser que desde hace varias semanas, algunos de los colegios más renombrados del país permanecen ocupados por bandas de mocosos, que formando ?fuerzas de choque? impiden que legítimas autoridades asuman sus funciones.
Cuesta creer que esos imberbes que ni siquiera saben lo primario de la vida en cuestiones de ?aseo?, se arroguen la potestad de decidir quién puede y quién no puede ser el rector de tal o cual colegio. No hay ninguna duda que en materia de degradación estamos tocando fondo, mientras que los que están obligados a defender el ejercicio pleno de la autoridad persisten en hacerse los distraídos mientras miran para otro lado. Es la Argentina rehén de los violentos y autoritarios. Pero nadie parece darse cuenta que estamos aceptando cohabitar con la degradación republicana de las instituciones.
No sea que mañana tengamos que llorar como mujeres lo que no supimos defender como hombres, dando razón a los lamentos de aquel rey moruno ante su hijo.
Este contenido no está abierto a comentarios