Crisis de representatividad entre los trabajadores
La Confederación General del Trabajo no encuentra un liderazgo nítido y transparente para representar al conjunto de los trabajadores.
Hay dos polos –que más que opuestos son complementarios- que se disputan la conducción de la poderosa CGT.
Por un lado, el que lidera desde hace décadas el camionero Hugo Moyano y el otro el impulsa la candidatura del metalúrgico Antonio Caló.
Pero si se hiciera un ejercicio más profundo, ninguno de los dos nombres ni conglomerado de sectores son genuinamente representativos de la clase trabajadora. Son, en su mayoría, sindicalistas millonarios representando a trabajadores pobres y encima con cláusulas de re elección indefinida y con cero trasparencia en materia de democracia sindical.
Esta situación –la falta de democracia sindical- no encuentra solamente la responsabilidad en las propias estructuras verticales y arcaicas de los gremios, sino también en el poder político, dado que desde 1983 a la fecha nunca se pudo establecer por ley un mecanismo que mejorara la participación de los trabajadores a la hora de elegir a sus representantes. Una red de complicidades, conveniencias sectoriales e intereses políticos impiden una genuina representación de la clase obrera.
Para males, la mayoría de los dirigentes sindicales más encumbrados son a su vez empresarios en el mismo rubro gremial donde ejercen su representación. Es decir, son jueces y partes al mismo tiempo.
¿Hay un nuevo paradigma diferenciador entre Moyano y Caló? De ninguna manera. A pesar de que Caló cuenta con el apoyo del Gobierno nacional, se trata de los mismos métodos y la única diferencia es en cómo se pronuncia un apellido.
Ni Moyano ni Caló están en condiciones por sí mismo de garantizar una representación genuina de los trabajadores y sus influencias apenas alcanza para que nada cambie y todo siga igual, más allá de algún grito o de algún tibio planteo.
Dentro de la CGT hay un tercer sector, que lidera el controvertido representante de los gastronómicos, Luis Barrionuevo, a través del sello CGT Azul y Blanca. Se trata de una expresión que existe sólo para presionar un lugar y ser parte de los beneficios de la “tajada”, pero no mucho más que eso.
Los trabajadores no logran –por esta enmarañada red de complicidades- tener una genuina representación e incluso quienes hoy se exhiben como sus “referentes”, no logran ser percibidos en la categoría de aceptables por el conjunto de la masa trabajadora.
Así, la llamada columna vertebral del movimiento peronista está fracturada y fragmentada y eso explica en parte el grado de parálisis que caracteriza a estos dirigentes, que sólo se mueven si alguna de sus cajas son tocadas.
Y si se analiza al sector mal llamado “Independientes”, allí su referente es el actual secretario general de la Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina (Uocra), Gerardo Martínez, que llegó a ese gremio no por haber sido obrero sino amigo del interventor de la dictadura, coronel Pedro Armando Coria. Su único antecedente fue haber sido miembro de la ex Triple A y del Batallón de Inteligencia 601 como personal civil, al menos desde el 1º de marzo de 1982 hasta el 31 de diciembre de 1983, según datos del propio Ejército Argentino. En los años 90 fue un defensor de las políticas de Carlos Menem y desde el 2003 del kirchnerismo.
¿Estos dirigentes representan a los trabajadores? La orfandad de los que menos tienen ahora se explica un poco mejor.
Por un lado, el que lidera desde hace décadas el camionero Hugo Moyano y el otro el impulsa la candidatura del metalúrgico Antonio Caló.
Pero si se hiciera un ejercicio más profundo, ninguno de los dos nombres ni conglomerado de sectores son genuinamente representativos de la clase trabajadora. Son, en su mayoría, sindicalistas millonarios representando a trabajadores pobres y encima con cláusulas de re elección indefinida y con cero trasparencia en materia de democracia sindical.
Esta situación –la falta de democracia sindical- no encuentra solamente la responsabilidad en las propias estructuras verticales y arcaicas de los gremios, sino también en el poder político, dado que desde 1983 a la fecha nunca se pudo establecer por ley un mecanismo que mejorara la participación de los trabajadores a la hora de elegir a sus representantes. Una red de complicidades, conveniencias sectoriales e intereses políticos impiden una genuina representación de la clase obrera.
Para males, la mayoría de los dirigentes sindicales más encumbrados son a su vez empresarios en el mismo rubro gremial donde ejercen su representación. Es decir, son jueces y partes al mismo tiempo.
¿Hay un nuevo paradigma diferenciador entre Moyano y Caló? De ninguna manera. A pesar de que Caló cuenta con el apoyo del Gobierno nacional, se trata de los mismos métodos y la única diferencia es en cómo se pronuncia un apellido.
Ni Moyano ni Caló están en condiciones por sí mismo de garantizar una representación genuina de los trabajadores y sus influencias apenas alcanza para que nada cambie y todo siga igual, más allá de algún grito o de algún tibio planteo.
Dentro de la CGT hay un tercer sector, que lidera el controvertido representante de los gastronómicos, Luis Barrionuevo, a través del sello CGT Azul y Blanca. Se trata de una expresión que existe sólo para presionar un lugar y ser parte de los beneficios de la “tajada”, pero no mucho más que eso.
Los trabajadores no logran –por esta enmarañada red de complicidades- tener una genuina representación e incluso quienes hoy se exhiben como sus “referentes”, no logran ser percibidos en la categoría de aceptables por el conjunto de la masa trabajadora.
Así, la llamada columna vertebral del movimiento peronista está fracturada y fragmentada y eso explica en parte el grado de parálisis que caracteriza a estos dirigentes, que sólo se mueven si alguna de sus cajas son tocadas.
Y si se analiza al sector mal llamado “Independientes”, allí su referente es el actual secretario general de la Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina (Uocra), Gerardo Martínez, que llegó a ese gremio no por haber sido obrero sino amigo del interventor de la dictadura, coronel Pedro Armando Coria. Su único antecedente fue haber sido miembro de la ex Triple A y del Batallón de Inteligencia 601 como personal civil, al menos desde el 1º de marzo de 1982 hasta el 31 de diciembre de 1983, según datos del propio Ejército Argentino. En los años 90 fue un defensor de las políticas de Carlos Menem y desde el 2003 del kirchnerismo.
¿Estos dirigentes representan a los trabajadores? La orfandad de los que menos tienen ahora se explica un poco mejor.
Este contenido no está abierto a comentarios