Deuda con la tercera edad
Las personas mayores siguen siendo la asignatura pendiente del siglo XXI. Muchos adelantos tecnológicos, muchos derechos conquistados… pero lo cierto es que las personas adultas mayores siguen sin encontrar un lugar destacado en la sociedad.
Un ejemplo será más práctico. Entre los sesenta años y los ochenta años hay dos décadas. Son veinte años que la sociedad no aprovecha en su plenitud a pesar del enorme patrimonio social, cultural y del saber que ello implica.
La tercera edad esta desvalorizada y ese es una falta imperdonable si se piensa en materia de futuro. Está desvalorizada en el reconocimiento de su sustento básico y está desvalorizada culturalmente.
Una paradoja para sumar: cuando una persona llega a los sesenta o 65 años, laboralmente deja de ser considerada activa e incluso mucho antes de esa edad ya encuentran grandes dificultades para conseguir trabajo. ¿Es eso sinónimo de que ya no son útiles? La respuesta es claramente, no, en absoluto. Pero hay una especie de vacío, de marginación en algunos casos que impide colectivamente aprovechar toda esa experiencia y todo ese saber.
La política de la tercera edad queda reducida a una asistencia social que es obsoleta, en otros casos a viajes, excursiones y reuniones de carácter social. No está mal. Pero es claramente insuficiente.
La vida es un permanente crecimiento. En la sociedad actual, la edad media de vejez se considera a partir de los 75 años, dependiendo –claro está- de las circunstancias sociales y culturales que le tocaron vivir a la persona.
¿Pero se honra a los ancianos como tales? La respuesta es mucho más difícil y seguramente casos particulares no alcanzan a sumar para tener una media general. Culturalmente, la sociedad avanza en un sistema de descarte que es suicida en términos comunitarios. Suicida e inhumano.
El tema de la condición de las personas mayores requiere de protecciones y garantías, además de rodearlos de bienestar. ¿Hay seguridad en este país para envejecer en paz? La pregunta es más lacerante, porque interpela a quienes siendo adultos y toman decisiones, no los contemplan. La sociedad del descarte, se descarta así misma.
Si bien en la actualidad la salud de las personas mayores tiene más oportunidades que la de generaciones anteriores, más oportunidades no significa necesariamente más beneficios, dado que ello siempre dependerá del nivel de ingresos.
La problemática del ingreso y bienestar económico es uno de los mayores problemas que tiene este sector etario. Los sistemas de pensiones, de jubilaciones e incluso los de servicios de seguros médicos no son justos en relación a los aportes que han realizado a lo largo de sus vidas.
No se puede hablar de la tercera edad sin hacer referencia a la familia. Se sabe que la familia tiene un rol fundamental para todo desarrollo y no es posible que se conciba a la vejez como un obstáculo para el futuro. La vejez para que tenga lugar en la sociedad, lo debe tener primero en la familia.
La tercera edad esta desvalorizada y ese es una falta imperdonable si se piensa en materia de futuro. Está desvalorizada en el reconocimiento de su sustento básico y está desvalorizada culturalmente.
Una paradoja para sumar: cuando una persona llega a los sesenta o 65 años, laboralmente deja de ser considerada activa e incluso mucho antes de esa edad ya encuentran grandes dificultades para conseguir trabajo. ¿Es eso sinónimo de que ya no son útiles? La respuesta es claramente, no, en absoluto. Pero hay una especie de vacío, de marginación en algunos casos que impide colectivamente aprovechar toda esa experiencia y todo ese saber.
La política de la tercera edad queda reducida a una asistencia social que es obsoleta, en otros casos a viajes, excursiones y reuniones de carácter social. No está mal. Pero es claramente insuficiente.
La vida es un permanente crecimiento. En la sociedad actual, la edad media de vejez se considera a partir de los 75 años, dependiendo –claro está- de las circunstancias sociales y culturales que le tocaron vivir a la persona.
¿Pero se honra a los ancianos como tales? La respuesta es mucho más difícil y seguramente casos particulares no alcanzan a sumar para tener una media general. Culturalmente, la sociedad avanza en un sistema de descarte que es suicida en términos comunitarios. Suicida e inhumano.
El tema de la condición de las personas mayores requiere de protecciones y garantías, además de rodearlos de bienestar. ¿Hay seguridad en este país para envejecer en paz? La pregunta es más lacerante, porque interpela a quienes siendo adultos y toman decisiones, no los contemplan. La sociedad del descarte, se descarta así misma.
Si bien en la actualidad la salud de las personas mayores tiene más oportunidades que la de generaciones anteriores, más oportunidades no significa necesariamente más beneficios, dado que ello siempre dependerá del nivel de ingresos.
La problemática del ingreso y bienestar económico es uno de los mayores problemas que tiene este sector etario. Los sistemas de pensiones, de jubilaciones e incluso los de servicios de seguros médicos no son justos en relación a los aportes que han realizado a lo largo de sus vidas.
No se puede hablar de la tercera edad sin hacer referencia a la familia. Se sabe que la familia tiene un rol fundamental para todo desarrollo y no es posible que se conciba a la vejez como un obstáculo para el futuro. La vejez para que tenga lugar en la sociedad, lo debe tener primero en la familia.
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