El Estado no quiere lo sustentable
Si algo caracteriza a la agricultura nacional y especialmente a la entrerriana, es la de ser generadora casi exclusiva de commodities.
Está claro que el actual sistema permite aumentar los rendimientos físicos de los cultivos de alta respuesta, pero también es verdad que sus resultados tienen consecuencias ambientales letales y consecuencias sociales que agigantan las brechas de la desigualdad.
¿No ha llegado el momento de considerarse otras alternativas que tengan otro esquema socio-ambiental y que simultáneamente permitiera el desarrollo agrícola de manera sustentable?
¿Podrá la agricultura argentina y entrerriana escapar a la simplificación que presenta la producción de commodities y fortalecer y desarrollar nuevas alternativas productivas de modo que sus agroindustrias aprovechen la demanda de alimentos más sanos que el mundo reclama?
El interrogante no es ocioso, porque en Entre Ríos “antes” había incentivos para aquellos que querían animarse a una agricultura más amigable con el ambiente, pero el actual gobierno las borró de un plumazo como empujando a que haya más aplicaciones de agrotóxicos.
En este punto de la reflexión es oportuno recordar que la sustentabilidad no es la mera conservación de los bienes (que también son recursos) naturales y del ambiente sino la expresión más cabal del desarrollo económico y social con características de estable y equitativo.
Está claro que cambiar la matriz productiva, que permita pasar de una agricultura industrial a otra industrial sustentable es un proceso lento, complejo y lo que es más importante nunca se dará de forma natural o espontánea. Antes hay que disponer de un conjunto de instrumentos económicos, sociales y políticos. Son estos instrumentos económicos los que están ausentes en la provincia, porque en el gobierno no hay vocación política para una actividad agropecuaria sustentable.
Más allá de las noticias sobre las cosechas récord, en la provincia hay demasiados indicadores que están señalando un agudo deterioro de los bienes naturales. La incorporación de cultivos como la soja implicó también consumir a escala industrial los llamados paquetes tecnológicos con sus agrotóxicos incluidos que hoy cambió no sólo los ciclos agrícolas sino que está dejando su peor huella: secuelas de erosión, infertilidad en los suelos, empobrecimiento en la biodiversidad, ruptura de los ecosistemas con los desmontes y hasta una agricultura sin agricultores por el empobrecimiento de los pequeños y medianos productores y ni qué hablar del deterioro en la salud humana.
Entre Ríos debe repensar la necesidad de apoyar la diversificación de sus alternativas productivas. Lamentablemente no hay señales desde el Estado para estimular la poliproducción integrada.
¿No ha llegado el momento de considerarse otras alternativas que tengan otro esquema socio-ambiental y que simultáneamente permitiera el desarrollo agrícola de manera sustentable?
¿Podrá la agricultura argentina y entrerriana escapar a la simplificación que presenta la producción de commodities y fortalecer y desarrollar nuevas alternativas productivas de modo que sus agroindustrias aprovechen la demanda de alimentos más sanos que el mundo reclama?
El interrogante no es ocioso, porque en Entre Ríos “antes” había incentivos para aquellos que querían animarse a una agricultura más amigable con el ambiente, pero el actual gobierno las borró de un plumazo como empujando a que haya más aplicaciones de agrotóxicos.
En este punto de la reflexión es oportuno recordar que la sustentabilidad no es la mera conservación de los bienes (que también son recursos) naturales y del ambiente sino la expresión más cabal del desarrollo económico y social con características de estable y equitativo.
Está claro que cambiar la matriz productiva, que permita pasar de una agricultura industrial a otra industrial sustentable es un proceso lento, complejo y lo que es más importante nunca se dará de forma natural o espontánea. Antes hay que disponer de un conjunto de instrumentos económicos, sociales y políticos. Son estos instrumentos económicos los que están ausentes en la provincia, porque en el gobierno no hay vocación política para una actividad agropecuaria sustentable.
Más allá de las noticias sobre las cosechas récord, en la provincia hay demasiados indicadores que están señalando un agudo deterioro de los bienes naturales. La incorporación de cultivos como la soja implicó también consumir a escala industrial los llamados paquetes tecnológicos con sus agrotóxicos incluidos que hoy cambió no sólo los ciclos agrícolas sino que está dejando su peor huella: secuelas de erosión, infertilidad en los suelos, empobrecimiento en la biodiversidad, ruptura de los ecosistemas con los desmontes y hasta una agricultura sin agricultores por el empobrecimiento de los pequeños y medianos productores y ni qué hablar del deterioro en la salud humana.
Entre Ríos debe repensar la necesidad de apoyar la diversificación de sus alternativas productivas. Lamentablemente no hay señales desde el Estado para estimular la poliproducción integrada.
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