Elevar la mirada para ver el mañana
Si algo caracteriza a la cultura latinoamericana de los últimos setenta años es la de vanagloriarse por los aciertos y la de culpar “al otro” por los fracasos.
El poeta alemán Heinrich Heine sostuvo en la década del cuarenta del siglo XIX que las personas no sólo somos ciudadanos de una Nación sino de una época y de una cultura. Así, la dirigencia en su conjunto, y con demasiadas pocas excepciones, todavía se cree que es el centro de atención del ciudadano, cuando en realidad para la democracia ese centro de atención debería ser el propio ciudadano.
Con la bonanza que se vive en la economía en términos macro ocurre otro tanto. Hay aciertos locales pero es indudable que también existe un contexto mundial que no debe ser despreciado. Al famoso “viento de cola” hay que agregarle que para que sea favorable la nave debe estar bien direccionada, caso contrario colisionaría.
Pero, la pregunta de base y esencial es cómo se está aprovechando esa bonanza, dado que de su respuesta dependerá en gran parte cómo se construirán los cimientos de un desarrollo perdurable o será simplemente un ciclo, un período más de los tantos que se vivieron en el país.
Los pronósticos de los economistas son positivos… Sin embargo, y sin pecar de pesimismo, se debe tomar conciencia de que alguna vez la fiesta se termina y alguien toma la escoba y comienza a barrer los desperdicios que se dejaron y así expulsa de la fiesta a sus participantes.
Es cierto que en la actualidad China sigue demandando alimentos y Argentina los produce. Pero también es verdad que ese país asiático se está tornando en cada período económico una sociedad más competitiva y que se robustece con la debilidad e inestabilidad que azotan a Europa y a Estados Unidos.
Por otro lado, se dice que la época actual está caracterizada por la sociedad del conocimiento y la información y que ello constituye también la sociedad del consumo. Aceptando como válidos esos conceptos, es menester preguntarse si el mañana podrá sostenerse solo y únicamente con las materias primas o si el porvenir se construirá a través de un proceso que permita transformar esas materias primas dotándola de valor agregado.
Alguien podrá decir que el mundo siempre necesitará alimentarse y que en ese marco, Argentina consolida su rol como granero. Pero eso no es otra cosa que subdesarrollo y así se comprueba a lo largo de los últimos cien años.
Se vive un gran momento macro económico. No hay dudas. Pero el riesgo diario es el despilfarro o el no saber aprovechar las oportunidades. El crecimiento demanda más energía, mejor infraestructura en servicios y logística y la propia economía exige saber dilucidar las complejidades del mundo con innovación. Y en esa perspectiva, hay que tomar conciencia que sin educación y sin ciencia no habrá desarrollo posible y perdurable.
El mundo muchas veces le fue esquivo al país. Hoy no es así. Esto quiere decir que ya no hay excusas y que en todo caso ese mañana mejor no puede postergarse más. Eso sí, será de vital importancia que alguna vez se aprenda a elevar la mirada del propio ombligo, aceptar las fortalezas y debilidades que se posean y planificar sabiendo que los ciudadanos –y no el personalismo de la dirigencia- son la meta central de la época y la cultura.
Con la bonanza que se vive en la economía en términos macro ocurre otro tanto. Hay aciertos locales pero es indudable que también existe un contexto mundial que no debe ser despreciado. Al famoso “viento de cola” hay que agregarle que para que sea favorable la nave debe estar bien direccionada, caso contrario colisionaría.
Pero, la pregunta de base y esencial es cómo se está aprovechando esa bonanza, dado que de su respuesta dependerá en gran parte cómo se construirán los cimientos de un desarrollo perdurable o será simplemente un ciclo, un período más de los tantos que se vivieron en el país.
Los pronósticos de los economistas son positivos… Sin embargo, y sin pecar de pesimismo, se debe tomar conciencia de que alguna vez la fiesta se termina y alguien toma la escoba y comienza a barrer los desperdicios que se dejaron y así expulsa de la fiesta a sus participantes.
Es cierto que en la actualidad China sigue demandando alimentos y Argentina los produce. Pero también es verdad que ese país asiático se está tornando en cada período económico una sociedad más competitiva y que se robustece con la debilidad e inestabilidad que azotan a Europa y a Estados Unidos.
Por otro lado, se dice que la época actual está caracterizada por la sociedad del conocimiento y la información y que ello constituye también la sociedad del consumo. Aceptando como válidos esos conceptos, es menester preguntarse si el mañana podrá sostenerse solo y únicamente con las materias primas o si el porvenir se construirá a través de un proceso que permita transformar esas materias primas dotándola de valor agregado.
Alguien podrá decir que el mundo siempre necesitará alimentarse y que en ese marco, Argentina consolida su rol como granero. Pero eso no es otra cosa que subdesarrollo y así se comprueba a lo largo de los últimos cien años.
Se vive un gran momento macro económico. No hay dudas. Pero el riesgo diario es el despilfarro o el no saber aprovechar las oportunidades. El crecimiento demanda más energía, mejor infraestructura en servicios y logística y la propia economía exige saber dilucidar las complejidades del mundo con innovación. Y en esa perspectiva, hay que tomar conciencia que sin educación y sin ciencia no habrá desarrollo posible y perdurable.
El mundo muchas veces le fue esquivo al país. Hoy no es así. Esto quiere decir que ya no hay excusas y que en todo caso ese mañana mejor no puede postergarse más. Eso sí, será de vital importancia que alguna vez se aprenda a elevar la mirada del propio ombligo, aceptar las fortalezas y debilidades que se posean y planificar sabiendo que los ciudadanos –y no el personalismo de la dirigencia- son la meta central de la época y la cultura.
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