Es hora de que dejen de jugar
El 20 de diciembre de 2010, los obispos de la Argentina anunciaron que dedicarán el año 2011 a resaltar el valor de la vida humana y su dignidad inviolable y manifestaron que esa intención tiene íntima relación con el juego, especialmente con el juego clandestino aunque en todas sus formas.
“Todo lo que agreda o limite la dignidad de la vida personal y social es un obstáculo en el camino de plenitud al cual estamos llamados”, sostuvieron los pastores.
“Por eso hoy queremos expresar nuestra inquietud y dolor por un flagelo creciente para muchas familias: la adicción al juego de azar”, dijeron en ese entonces los obispos en un mensaje difundido al término de la 157° reunión de la Comisión Permanente del Episcopado y que tuvo como título: “El juego se torna peligroso”.
Entre otras cosas, los pastores advirtieron que el juego es “una oferta que crece y enriquece a unos pocos” y consideran que “es importante hablar sin eufemismos. El juego de azar es un negocio que mueve gran cantidad de dinero para beneficio de unos pocos en detrimento de muchos, especialmente de los más pobres. Sabemos también de la vinculación de esta actividad con el lavado de dinero proveniente del tráfico de drogas, armas, personas. La problemática es vasta y compleja”, dijeron al unísono todos los obispos del país.
El juego clandestino tiene delitos conexos que son iguales o más graves aún que simples apuestas formuladas desde la ilegalidad.
Por otro lado, ante “las graves consecuencias personales, familiares y sociales del juego”, los obispos sostuvieron que “el Estado debe garantizar la protección integral de la familia” porque “quien se apasiona en el juego puede arriesgar y perder aquello que pertenece también a su cónyuge y sus hijos. Es una acción que daña la comunión familiar”.
En el Documento “Hacia un Bicentenario en justicia y solidaridad 2010-2016”, los pastores grabaron sus preocupaciones porque “en todo el país se ha multiplicado la oferta del juego de azar”, lo cual puede favorecer actitudes adictivas y delictivas. En este marco, los obispos sostuvieron que sus reflexiones se refieren “al juego como estructura lucrativa, sea privada o estatal, con sus diferencias según el caso”.
“Vemos cómo han proliferado los casinos, los bingos, unidos al fabuloso negocio de las máquinas tragamonedas, aun en cercanías a barrios pobres. También se han sobre multiplicado las cuantiosas ofertas de juegos de apuestas en locales de lotería. Asimismo, el fenómeno de las nuevas tecnologías, como Internet, hace emerger nuevas y cada vez más masivas formas de juego”.
“Es importante hablar sin eufemismos”, dicen los obispos. “El juego es un negocio que mueve gran cantidad de dinero para beneficio de unos pocos en detrimento de muchos, especialmente de los más pobres”.
La problemática es vasta y compleja. Y es hora de que los hombres de la Justicia dejen de mirar para otro lado y comiencen a actuar de oficio, porque el juego clandestino prolifera en todos los lugares, sin excepción.
“Por eso hoy queremos expresar nuestra inquietud y dolor por un flagelo creciente para muchas familias: la adicción al juego de azar”, dijeron en ese entonces los obispos en un mensaje difundido al término de la 157° reunión de la Comisión Permanente del Episcopado y que tuvo como título: “El juego se torna peligroso”.
Entre otras cosas, los pastores advirtieron que el juego es “una oferta que crece y enriquece a unos pocos” y consideran que “es importante hablar sin eufemismos. El juego de azar es un negocio que mueve gran cantidad de dinero para beneficio de unos pocos en detrimento de muchos, especialmente de los más pobres. Sabemos también de la vinculación de esta actividad con el lavado de dinero proveniente del tráfico de drogas, armas, personas. La problemática es vasta y compleja”, dijeron al unísono todos los obispos del país.
El juego clandestino tiene delitos conexos que son iguales o más graves aún que simples apuestas formuladas desde la ilegalidad.
Por otro lado, ante “las graves consecuencias personales, familiares y sociales del juego”, los obispos sostuvieron que “el Estado debe garantizar la protección integral de la familia” porque “quien se apasiona en el juego puede arriesgar y perder aquello que pertenece también a su cónyuge y sus hijos. Es una acción que daña la comunión familiar”.
En el Documento “Hacia un Bicentenario en justicia y solidaridad 2010-2016”, los pastores grabaron sus preocupaciones porque “en todo el país se ha multiplicado la oferta del juego de azar”, lo cual puede favorecer actitudes adictivas y delictivas. En este marco, los obispos sostuvieron que sus reflexiones se refieren “al juego como estructura lucrativa, sea privada o estatal, con sus diferencias según el caso”.
“Vemos cómo han proliferado los casinos, los bingos, unidos al fabuloso negocio de las máquinas tragamonedas, aun en cercanías a barrios pobres. También se han sobre multiplicado las cuantiosas ofertas de juegos de apuestas en locales de lotería. Asimismo, el fenómeno de las nuevas tecnologías, como Internet, hace emerger nuevas y cada vez más masivas formas de juego”.
“Es importante hablar sin eufemismos”, dicen los obispos. “El juego es un negocio que mueve gran cantidad de dinero para beneficio de unos pocos en detrimento de muchos, especialmente de los más pobres”.
La problemática es vasta y compleja. Y es hora de que los hombres de la Justicia dejen de mirar para otro lado y comiencen a actuar de oficio, porque el juego clandestino prolifera en todos los lugares, sin excepción.
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