Frente a las drogas, nada de demagogia
Frente al flagelo de las adicciones a las drogas (y especialmente al alcohol), en la sociedad prevalece una actitud fluctuante.
Cuando menos es frívola, cuando no tolerante pese a la cultura de la muerte que ello representa.
De esta actitud no escapan los adultos que no asumen sus responsabilidades, quienes en un afán de captar de manera falsa la simpatía de los jóvenes, no le dan la dimensión que este problema tiene en términos individuales, familiares, sociales y políticos, tanto en Argentina como en la región y el mundo entero.
Las iniciativas sobre despenalización tienen una frivolidad pavorosa, esgrimiendo un discurso dirigido más a complacer las demandas de jóvenes consumidores de marihuana que a asumir la responsabilidad de un gobernante o de un padre de familia. Frente al flagelo de la droga, lo más narcotizante es la política de la demagogia.
La complejidad del problema jamás se solucionará con la legalización ni con la despenalización, mucho menos con la resignación pasiva de la sociedad en su conjunto.
El número de jóvenes que consumen aumenta de manera sideral todos los días y lo que es más llamativo, las barreras de la tolerancia social (que es clave para toda estrategia preventiva) pareciera que están levantadas.
Es necesario tomar conciencia que la inmensa mayoría de los consumidores son, básicamente, jóvenes que necesitan ayuda, no que los aplaudan o los estimulen en el consumo.
El otro mensaje erróneo que se formula está relacionado con el paco, dado que implica adherir a una cultura perversa y confina la problemática de la droga a ese país invisible, donde habitan los excluidos; mientras los “otros” consumen “merca” o marihuana en cualquier recital e incluso en los propios colegios cada vez con más tolerancia por parte de quienes deben aplicar decisiones preventivas y correctivas.
Así las cosas, la problemática de las adicciones no sólo está contextualizada por una oferta cada vez más amplia y al alcance de cualquier bolsillo, sino que tiene múltiples factores y variables. La principal de estas variables es la tolerancia social al consumo, la oferta del producto en cualquier momento y las vulnerabilidades personales de cada individuo más las vulnerabilidades colectivas de las instituciones que deben velar por el resguardo de la vida.
Frente a las drogas se requiere tener un enfoque complejo e interdisciplinar, pero fundamentalmente se necesita el convencimiento absoluto y sincero, responsable e innegociable de los líderes políticos sobre la importancia de la prevención y la necesidad de que los jóvenes visualicen otro horizonte de vida.
El mercado de las drogas se ha expandido y ha provocado que países que antes eran de tránsito hacia Estados Unidos o Europa se hayan convertido en nuevos mercados de consumo y centros de fabricación. Argentina es un ejemplo. No hay que engañarse con las caracterizaciones de tránsito, porque ello implica tarde o temprano asentamiento. ¿Entre Ríos provincia de tránsito? En absoluto, porque lo que transita también queda.
De esta actitud no escapan los adultos que no asumen sus responsabilidades, quienes en un afán de captar de manera falsa la simpatía de los jóvenes, no le dan la dimensión que este problema tiene en términos individuales, familiares, sociales y políticos, tanto en Argentina como en la región y el mundo entero.
Las iniciativas sobre despenalización tienen una frivolidad pavorosa, esgrimiendo un discurso dirigido más a complacer las demandas de jóvenes consumidores de marihuana que a asumir la responsabilidad de un gobernante o de un padre de familia. Frente al flagelo de la droga, lo más narcotizante es la política de la demagogia.
La complejidad del problema jamás se solucionará con la legalización ni con la despenalización, mucho menos con la resignación pasiva de la sociedad en su conjunto.
El número de jóvenes que consumen aumenta de manera sideral todos los días y lo que es más llamativo, las barreras de la tolerancia social (que es clave para toda estrategia preventiva) pareciera que están levantadas.
Es necesario tomar conciencia que la inmensa mayoría de los consumidores son, básicamente, jóvenes que necesitan ayuda, no que los aplaudan o los estimulen en el consumo.
El otro mensaje erróneo que se formula está relacionado con el paco, dado que implica adherir a una cultura perversa y confina la problemática de la droga a ese país invisible, donde habitan los excluidos; mientras los “otros” consumen “merca” o marihuana en cualquier recital e incluso en los propios colegios cada vez con más tolerancia por parte de quienes deben aplicar decisiones preventivas y correctivas.
Así las cosas, la problemática de las adicciones no sólo está contextualizada por una oferta cada vez más amplia y al alcance de cualquier bolsillo, sino que tiene múltiples factores y variables. La principal de estas variables es la tolerancia social al consumo, la oferta del producto en cualquier momento y las vulnerabilidades personales de cada individuo más las vulnerabilidades colectivas de las instituciones que deben velar por el resguardo de la vida.
Frente a las drogas se requiere tener un enfoque complejo e interdisciplinar, pero fundamentalmente se necesita el convencimiento absoluto y sincero, responsable e innegociable de los líderes políticos sobre la importancia de la prevención y la necesidad de que los jóvenes visualicen otro horizonte de vida.
El mercado de las drogas se ha expandido y ha provocado que países que antes eran de tránsito hacia Estados Unidos o Europa se hayan convertido en nuevos mercados de consumo y centros de fabricación. Argentina es un ejemplo. No hay que engañarse con las caracterizaciones de tránsito, porque ello implica tarde o temprano asentamiento. ¿Entre Ríos provincia de tránsito? En absoluto, porque lo que transita también queda.
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