Intolerable impunidad
Hay un dicho muy popularizado, que sazonó la humilde sabiduría de la gente, que nos advierte ?cría cuervos y te sacarán los ojos?. En Argentina podemos dar plena fe de ello. Hace casi un lustro empezaron a invadir la vida de los argentinos los llamados ?piqueteros?, grupo anómalos, irregulares, que crecieron a causa del terrible desbande social que experimentó el país, cuando la desocupación anidó en las ciudades y suscitó el despertar de un enorme clamor popular pidiendo justicia.
Los ?piqueteros? fueron y son un fenómeno propio de las grandes crisis socio-económicas que a lo largo de la historia humana siempre se ensañó con los más pobres. Entre nosotros, la historia no podía ser la excepción.
Producto de una evidente ?culpa social?, los gobernantes optaron por priorizar el no agitar más las aguas tolerando que las calles, plazas y puentes fueran tierra de nadie.
En otro sentido, también privilegió una demagogia que les fue y les es útil a gobernantes que, so pretexto de no reprimir a los revoltosos, acabaron siendo rehenes virtuales de los ?piqueteros? que en otros caso se disfrazaron de ellos para eludir que se les aplicara el art. 194 del Código Penal, como hubiera correspondido si deveras fuéramos parte de un Estado de Derecho, del que somos hoy una simple y vulgar caricatura.
Lo que termina de ocurrir en dependencias del ministerio de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires expuso en forma descarnada cómo el tolerar la impunidad puede arrastrarnos hacia un caos inexorable. Con la excusa de ser atendidos en sus reclamos, un nuevo grupo de piqueteros fantasmas (aparecen y desaparecen como por arte de magia) apelando al uso de bombas molotov y otros elementos contundente, destrozaron cuanto encontraron a su paso. Incluso atacaron a empleados y produjeron graves quemaduras a no menos de cuatro policías, uno de ellos con peligro de muerte cierto, cuyo único ?exceso? fue defender sus vidas y los bienes que son de todos.
Más de medio centenar de piqueteros fueron detenidos, pero horas después recuperaban su libertad y ¡aquí no ha pasado nada!
El ?piqueterismo?, entre tanto, esa lacra social que el propio poder político concibió en su seno, vuelve a amenazar la paz interior de la República. Pero ?la orden de arriba? es dejarlos hacer, en la misma medida que la tolerancia pública se extingue rápidamente exigiendo de sus gobernantes que de una vez por todas se decidan defender el imperio de la ley y del orden, porque ya estamos hartos de ser obligados a tener que convivir con esa suerte de ?gendarmes sociales? que se han apropiado de nuestras plazas, calles y puentes como si fueran bienes propios.
Los modernos ?Robin Hood? ya fueron. Está bien para los libros y las historietas, pero no los necesitamos para la vida.
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