Los alimentos y el mercado
Se puede afirmar que hasta principios de los años ´80 del siglo pasado, la distribución minorista de alimentos en el país se caracterizaba por la existencia de una variedad de pequeños comercios. Gualeguaychú como cualquier pueblo o ciudad del país así dan testimonio de ello.
Estos comercios se dedicaban a la venta directa de alimentos al público y al mismo tiempo eran especializados en su rubro: almacenes, panaderías, fiambrerías, carnicerías, fruterías y verdulerías, fábricas de pastas, entre otros.
Luego de la década del ´80 hubo grandes transformaciones en la distribución mercantil de los alimentos, que se produjeron por el ingreso de los grandes hiper y por supermercados que no eran de capitales locales. Este auge obligó a retroceder (cerrar, mejor dicho) a muchos comercios minoristas e incluso hizo tambalear a los supermercadistas locales.
En casi todas las cadenas de los hipermercados el aumento de la facturación alcanzó montos mayores a las principales empresas industriales de alimentos tradicionales. Esta situación les permitió ejercer un poder mayúsculo a la hora de negociar con los productores e incluso impusieron a sus propios proveedores innumerables condiciones, justamente para que todo termine dependiendo de ellos.
No hay capitales nacionales. El sector ejerce sobre un mercado local una intensa concentración y transnacionalización del capital. Esto redujo aún más la capacidad de negociación de otros comerciantes pequeños, y así muchos terminaron desapareciendo con la consecuente pérdida de puestos de trabajo.
Contrariamente a lo esperado, los precios de los alimentos no cayeron en la medida en que se habían prometido y diagnosticado y por el contrario lo único que aumenta son los márgenes entre precios mayoristas y minoristas. Así, por ejemplo, muchos agricultores ven caer sustancialmente sus ingresos, mientras que los consumidores deben pagar alimentos cada vez más caros. Si el productor pierde y el consumidor paga cada vez más, es lógico pensar que esa diferencia se queda en las cajas de los hipermercados. A nivel local es pérdida por donde se lo analice.
A causa de este crítico escenario se observa una tendencia: la población comienza a valorar otras formas de acceder a los alimentos y salen a buscar directamente a los productores. Por su parte, los agricultores también están a la búsqueda de sus propios consumidores directos a través de ferias e incluso abriendo sus explotaciones a la venta minorista.
Valorar el llamado concepto del compre local no es otra cosa que volver a jerarquizar a los comercios de barrios, esos que funcionan a escala familiar y humana. Además, ese circuito evita que el circulante por el consumo se vaya de la ciudad. No es poca cosa, en tiempos donde las inversiones deben estar unidas a la generación de nuevas fuentes de trabajo. Para ello no se puede depender únicamente de los consumidores, sino que el Estado debe tener una política de apoyo a esas empresas familiares. Y en esta materia está casi todo por hacerse.
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