Mercosur
La Cumbre de los Presidentes del Mercosur que se celebrará por estos días en Paraná debería ser un espacio para consolidar el desarrollo sustentable y con equidad.
Sin embargo, hay que decirlo claramente, no hay vocación en el bloque regional para que la política imponga sus condiciones de desarrollo a las grandes empresas multinacionales y mucho más a las que son “anacionales” o cuya patria es solamente el dinero y nada más que el dinero como es el caso de la pastera UPM Botnia.
El desarrollo sustentable, la soberanía alimentaria, la preservación de los bienes naturales (que es mucho más que el concepto de recurso natural) debería ser una prioridad en una de las regiones más ricas en materia ambiental por su biodiversidad.
Las Repúblicas del Brasil, del Uruguay, de Argentina, de Chile, de Paraguay prácticamente están de rodillas ante las propuestas como el represamiento de los ríos, la minería a cielo abierto, los enclaves como los pasteros y el auge con fomento por parte de los Estados que tiene la agricultura a escala industrial con su letal carga de agrotóxicos para regar las especies exóticas como la soja. A propósito, alguna vez se deberá tomar nota que el setenta por ciento de la soja es agua dulce, que también se extrae sin ningún control ni sujeto a ninguna inspección.
Ni qué hablar de la necesidad de que los países del Mercosur cuenten con una robusta ley que proteja las semillas de los pequeños y medianos productores. Es una vergüenza el nivel de entrega que se ha tenido en las últimas décadas en materia de semillas. Un ejemplo será mucho más elocuente y pedagógico: el maíz, que es una especie que costó miles de años producirla genéticamente, que es característica de la cultura y la identidad de América, hoy para ser sembrada solamente hay que comprarla a las multinacionales que además venden los productos que envenenan los campos. Dos o tres empresas son las propietarias de esta genética que debería ser patrimonio de la humanidad. Y ni qué hablar de la protección que se debería tener con respecto al agua dulce.
¿Por qué el talento, la inteligencia, el saber académico y científico del Mercosur no se une detrás de una propuesta unificadora para generar sus propias semillas? No hay misterio en la respuesta, porque prevalece la entrega por parte de los Estados a dos o tres empresas que se quedan con todo el paquete del llamado agro negocio. Así se es menos soberano, menos independiente y culturalmente más colonizado.
Por eso se insiste que los Jefes de Estado del Mercosur tienen en sus manos una oportunidad histórica para cambiar un paradigma y comenzar a transitar un proceso más autónomo y que a su vez favorezca mucho más a las economías regionales y a escala humana.
Nada de esto ocurrirá en el Mercosur. La “fotografía familiar” será una postal más para un álbum donde los ciudadanos no estarán en foco, quedarán a un costado y en cambio se celebrará la continuidad de estos emprendimientos saqueadores de bienes y recursos naturales que siempre dejan a los pueblos más empobrecidos.
El desarrollo sustentable, la soberanía alimentaria, la preservación de los bienes naturales (que es mucho más que el concepto de recurso natural) debería ser una prioridad en una de las regiones más ricas en materia ambiental por su biodiversidad.
Las Repúblicas del Brasil, del Uruguay, de Argentina, de Chile, de Paraguay prácticamente están de rodillas ante las propuestas como el represamiento de los ríos, la minería a cielo abierto, los enclaves como los pasteros y el auge con fomento por parte de los Estados que tiene la agricultura a escala industrial con su letal carga de agrotóxicos para regar las especies exóticas como la soja. A propósito, alguna vez se deberá tomar nota que el setenta por ciento de la soja es agua dulce, que también se extrae sin ningún control ni sujeto a ninguna inspección.
Ni qué hablar de la necesidad de que los países del Mercosur cuenten con una robusta ley que proteja las semillas de los pequeños y medianos productores. Es una vergüenza el nivel de entrega que se ha tenido en las últimas décadas en materia de semillas. Un ejemplo será mucho más elocuente y pedagógico: el maíz, que es una especie que costó miles de años producirla genéticamente, que es característica de la cultura y la identidad de América, hoy para ser sembrada solamente hay que comprarla a las multinacionales que además venden los productos que envenenan los campos. Dos o tres empresas son las propietarias de esta genética que debería ser patrimonio de la humanidad. Y ni qué hablar de la protección que se debería tener con respecto al agua dulce.
¿Por qué el talento, la inteligencia, el saber académico y científico del Mercosur no se une detrás de una propuesta unificadora para generar sus propias semillas? No hay misterio en la respuesta, porque prevalece la entrega por parte de los Estados a dos o tres empresas que se quedan con todo el paquete del llamado agro negocio. Así se es menos soberano, menos independiente y culturalmente más colonizado.
Por eso se insiste que los Jefes de Estado del Mercosur tienen en sus manos una oportunidad histórica para cambiar un paradigma y comenzar a transitar un proceso más autónomo y que a su vez favorezca mucho más a las economías regionales y a escala humana.
Nada de esto ocurrirá en el Mercosur. La “fotografía familiar” será una postal más para un álbum donde los ciudadanos no estarán en foco, quedarán a un costado y en cambio se celebrará la continuidad de estos emprendimientos saqueadores de bienes y recursos naturales que siempre dejan a los pueblos más empobrecidos.
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