Otro año sin debate
Se acerca el fin del ciclo lectivo 2014 y otra vez –como viene sucediendo desde hace décadas- se pierde una nueva oportunidad para generar un debate plural vinculado con la educación y en especial con la secundaria.
La educación secundaria (también llamada escuela media) tiene un objetivo innegociable: capacitar al alumno para que pueda iniciar estudios de educación superior. No se trata solamente que una persona logre los niveles mínimos obligatorios que marca la ley. Es mucho más que eso. En todo caso, cuando un alumno egresa de la secundaria se pretende que pueda estar en condiciones de desarrollar las suficientes habilidades, valores y actitudes que le permitan no sólo interactuar en la sociedad sino también mejorar su calidad de vida.
Pero hay una constante que se repite más allá de los cambios que la secundaria sufre a lo largo de estos años: las universidades se quejan de que los alumnos que ingresan a sus aulas llegan con conocimientos muy básicos, sin saber leer en voz alta, sin comprender lo que se lee y con insuficiente nivel académico porque sencillamente no saben estudiar. Hay excepciones, claro que sí. Pero es en la generalidad donde hay que poner el acento, justamente para hablar de un sistema inclusivo.
Hay que comprender que si el alumno que está en la secundaria no posee formación y preparación intelectual, le será más difícil utilizar la tecnología y con ella acceder y aplicar la información.
No es casual que en la actualidad la escuela secundaria ocupe un lugar preocupante en la agenda colectiva y se la perciba como un nivel que está en crisis… lamentablemente no es así para la dirigencia que durante todos estos años le ha escapado al debate educativo.
La fragmentación es lo que prevalece en la escuela secundaria. Pero también fragmentada aparecen los procesos institucionales y las propuestas académicas muchas veces se dictan muy separadas de la realidad socio cultural.
No hay que olvidar el concepto de que las prácticas de enseñanza son prácticas sociales, y que implican un proceso tan complejo como singular.
Lamentablemente, el divorcio de la familia con la escuela también incide de manera negativa en la formación de los alumnos. Y así ha crecido –a veces hasta niveles de escándalo- la pérdida de sentido de la propia secundaria. No hay que asombrarse, porque eso explica en parte la merma en la calidad educativa… y lo que es peor, por el momento nadie hace nada. Esto explica que la merma en la calidad comienza por la dirigencia.
Falta un debate profundo acerca de la escuela secundaria y que ese intercambio de perspectivas sea mucho más público, visible, de modo que puedan intervenir otros actores de la sociedad. Un debate que incluya también la necesidad de jerarquizar la carrera docente desde los mismos profesorados hasta mejores condiciones laborales de los profesores. El 2014 fue otro año sin debate educativo.
Pero hay una constante que se repite más allá de los cambios que la secundaria sufre a lo largo de estos años: las universidades se quejan de que los alumnos que ingresan a sus aulas llegan con conocimientos muy básicos, sin saber leer en voz alta, sin comprender lo que se lee y con insuficiente nivel académico porque sencillamente no saben estudiar. Hay excepciones, claro que sí. Pero es en la generalidad donde hay que poner el acento, justamente para hablar de un sistema inclusivo.
Hay que comprender que si el alumno que está en la secundaria no posee formación y preparación intelectual, le será más difícil utilizar la tecnología y con ella acceder y aplicar la información.
No es casual que en la actualidad la escuela secundaria ocupe un lugar preocupante en la agenda colectiva y se la perciba como un nivel que está en crisis… lamentablemente no es así para la dirigencia que durante todos estos años le ha escapado al debate educativo.
La fragmentación es lo que prevalece en la escuela secundaria. Pero también fragmentada aparecen los procesos institucionales y las propuestas académicas muchas veces se dictan muy separadas de la realidad socio cultural.
No hay que olvidar el concepto de que las prácticas de enseñanza son prácticas sociales, y que implican un proceso tan complejo como singular.
Lamentablemente, el divorcio de la familia con la escuela también incide de manera negativa en la formación de los alumnos. Y así ha crecido –a veces hasta niveles de escándalo- la pérdida de sentido de la propia secundaria. No hay que asombrarse, porque eso explica en parte la merma en la calidad educativa… y lo que es peor, por el momento nadie hace nada. Esto explica que la merma en la calidad comienza por la dirigencia.
Falta un debate profundo acerca de la escuela secundaria y que ese intercambio de perspectivas sea mucho más público, visible, de modo que puedan intervenir otros actores de la sociedad. Un debate que incluya también la necesidad de jerarquizar la carrera docente desde los mismos profesorados hasta mejores condiciones laborales de los profesores. El 2014 fue otro año sin debate educativo.
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