Pensando en la tercera edad
Un cuarto de siglo atrás, o tal vez un poco más, hubiera sido impensable disponer de algún ente o institución dedicada en forma exclusiva a la atención de la tercera edad.
Antes, el envejecimiento era tomado con una suerte de fatalismo. Si eras viejo..¡fuiste!. Por suerte, con el transcurrir de los años fue cobrando fuerza una nueva concepción de la vida, al descubrirse que nuestros abuelos estaban en condiciones de recuperar un espacio importante en el seno de la sociedad
Aquel nuevo despertar, aunque tímidamente en sus comienzos, dio lugar al nacimiento de los llamados clubes de los abuelos, en donde la gente de "la tercera edad" empezó a encontrar refugio para darle sentido a sus últimos días en la tierra.
Más tarde, y para darle mayor envergadura al rol social de nuestros ancianos, a nivel municipal surgieron interesantes y valiosas iniciativas encaminadas a brindarle a nuestros ancianos una atención acorde a sus requerimientos y necesidades. Así fue como se creó un área de atención para nuestra gente mayor.
A partir de entonces, nuestros abuelos cuentan con colonias de vacaciones, con centros lúdicos y de diversión, con la posibilidad incluso de tener acceso a actividades culturales que les sirven para demostrarle a la sociedad que todavía pueden serles útiles a la misma y sobre todo así mismos.
Nos place destacar que desde el municipio se contempla y se prevé acoger con calidez y espíritu sensible a aquellas mujeres y hombres que habiendo dejado atrás la llamada "parte activa" de la vida, están en condiciones físicas e intelectuales de prestarle un destacado servicio a toda la comunidad.
Haber acogido a nuestros abuelos para darle trascendencia a la última etapa de sus vidas, constituye un aporte que sirve para el apuntalamiento de la dignidad humana en el ocaso de su existencia cobrando particular importancia a la hora de hacer comparaciones con lo que pasa con países ultradesarrollados. Claro ejemplo es Japón, país en donde la ancianidad es condenada al más absoluto aislamiento al estilo de los peores ghetos que ha conocido la humanidad.
En Argentina, felizmente -Gualeguaychú es un claro ejemplo de lo que decimos- nuestros queridos viejos no son un estorbo, algo que debe "ladearse" de la sociedad, sino personas con los mismos derechos que todas las demás que habitan el país.
Este contenido no está abierto a comentarios