Semana de la familia
Del 5 al 12 de octubre se celebra en el mundo católico la semana de la familia. Este año con características especiales o históricas si se prefiere a raíz del Sínodo que está analizando varios aspectos que trascenderán la vida cotidiana de las personas.
Es un tiempo oportuno para redoblar los esfuerzos con el objetivo de jerarquizar a la institución primaria de toda sociedad: la familia.
Es común valorar o considerar a la familia como “la célula básica de la sociedad”. Esto no es casual, porque es en la familia donde se nace, crece y se desarrolla una persona y esto implica definir personalidades, especialmente a través de la educación y los hábitos que redundan en el comportamiento social.
Siempre se vive un tiempo oportuno para valorar a la familia. Pero el actual tiene características especiales por el relativismo en que está envuelta la sociedad, por la permanente desvalorización que viene padeciendo la familia y por las dificultades que existen en un mundo cada vez más complejo.
Una familia es esencial, especialmente en los niños, cuya experiencia familiar lo marcará para siempre y para toda la vida.
Por naturaleza ninguna persona está llamada a vivir sin familia, por la sencilla razón de que la familia es una institución que es trasmisora de cultura y donde se viven los valores de generación en generación. Entonces, no se trata ya de valorizar a la familia porque es una tradición, sino porque responde a algo irrenunciable de toda persona.
La falta de trabajo, la inseguridad, el relativismo, las adicciones en todas sus formas, las violencias en todas sus expresiones… son tan sólo algunos de los factores que en estos momentos más están influenciando en el deterioro de la familia.
La familia comparte un proyecto vital en común. Por eso se establecen fuertes sentimientos de pertenencia y de compromiso entre los miembros de una misma familia, donde la reciprocidad y la dependencia se ejercen con afecto.
Una familia no es sólo la unión de dos personas, sino la unión de dos familias. Y tiene como características propias la necesidad de compartir la tradición y simultáneamente la necesidad de transformarse de manera constante.
Según la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la familia es el elemento natural y fundamental de toda sociedad. Por eso se tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado.
Se sabe que la persona es el principio, sujeto y fin de todas las instituciones sociales. En ese marco, la familia es la unidad solidaria básica, indispensable para una persona. Por eso la sociedad tiene el deber de sostener y consolidar la familia y los poderes públicos deben respetar, proteger y favorecer a la familia. Pero también hay que tener en cuenta que una familia es algo más que unidad jurídica, social e incluso cultural. Una familia es una comunidad de amor.
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