Signos inquietantes
Ayer, en una nota, se dejó planteada la preocupación de Gualeguaychú por la situación energética en el próximo verano, sobre todo porque la crisis amenaza con afectar en forma sensible la actividad de las empresas radicadas en el Parque Industrial, las cuales, ni haciendo ahorro en el consumo eléctrico podrían escapar del problema.
Aunque, como lo veníamos advirtiendo, incluso ante el incomprensible desdén de gobernantes que no veían más allá de sus narices, si las altas temperaturas pronosticadas se concretan, Argentina podría vivir horas dramáticas y servirían, además, para complicar más las cosas generando reacciones sociales de carácter impredecibles, sobre todo si llegan a afectar la vida hogareña.
Como lo dijimos en su momento, no ahora cuando ya es demasiado tarde para remediar la crisis, si se hubiera obrado con una actitud política más realista dejando de lado una demagogia enfermiza como servil -al fin de cuenta, puesta al servicio de simples móviles electoralistas- es probable que parte de los efectos nocivos de la imprevisión se hubieran reducido en forma considerable.
Pero en lugar de aplicar tarifas más acordes con la realidad socio-económica del país, se prefirió el engaño, el vivir en el interior de una burbuja que, inexorablemente, en un momento determinado iba a estallar hasta desnudar nuestras precariedades. Y hoy, impávidos, asistimos a la revelación de que la generación eléctrica será y es insuficiente por lo que se nos augura un verano negro. Ello y anunciar el regreso de los cortes, los que desaparecieron en gran parte en la década del 90 del siglo pasado, es la misma cosa.
Y en lo que a nuestra ciudad concierne, también, a priori, son sombrías las perspectivas en cuanto a la provisión de agua potable.
Por de pronto, ya está faltando agua, por falta de presión en las cañerías, en algunas zonas de la ciudad, lo que ya provoca la explicable angustia de muchos vecinos, por ejemplo en un barrio de reciente inauguración, donde no han dispuesto siquiera de agua para tomar. Para bañarse ni hablemos.
Tal carencia, si bien se lo analiza, obedece a una imprevisión a la hora de estimar los servicios a prestarse a la comunidad, siendo de desear, eso sí que con la celeridad que las circunstancias exigen, el problema del agua sea solucionado lo antes posible, pero no apelando a meros aliviadores sino a soluciones efectivas y duraderas.
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