Un recurso estratégico y vital
El agua es un recurso estratégico y vital. Es escaso en el mundo. El principal problema en torno al agua es que se trata de un recurso que si bien se encuentra en el planeta en gran cantidad, lo concreto es que en su mayor parte no es apta para el consumo humano. En efecto, la mayor parte es agua salada y el agua dulce presenta una situación crítica.
Por eso los conflictos por el agua dulce han aumentado, y la tendencia indica que ese escenario se irá agravando según pasen los años, dado que a escala mundial los problemas ambientales, de producción e incluso demográficos lejos de armonizarse generarán tensiones inimaginables.
Es este diagnóstico el que hoy genera grandes interrogantes a los Estados y a las sociedades principalmente por la posesión del recurso, la prioridad de su uso, e incluso sobre los derechos del mismo.
Un ejemplo será más pedagógico. La represa de Salto Grande debe privilegiar (no es una opción sino un mandato) el agua para consumo humano, para el uso sanitario, la navegación, el riego y la generación de energía. Pero esa comisión binacional privilegia la generación de energía.
El conflicto con Botnia ha desnudado que la autoridad de la cuenca no la ejerce la Comisión Administradora del Río Uruguay (Caru) ni tampoco las cancillerías de ambos países, que están doblegadas a los caprichos del afán de lucro de la pastera.
Entre Ríos está en el corazón del Acuífero Guaraní, una cuenca interjurisdiccional y lejos de encontrar mayores protecciones al depender de varios Estados, se ha convertido en tierra de nadie donde prevalece lo irregular, lo ambientalmente nocivo e incluso la resignación de soberanía.
Este carácter internacional del Acuífero, lejos de abordarse como un condominio sobre el recurso, genera fragantes desprotecciones o en todo caso una absoluta impunidad para no jerarquizar el agua dulce para su consumo humano. Se piensa y se hace en el corto plazo, lo que implica no programar, no diseñar ni mucho menos administrar un recurso que es cada vez más escaso y por eso mismo estratégico y vital.
El agua se agota y no tiene sustitutos para mantener y ser alimento de vida. Naciones Unidades viene advirtiendo que antes del 2015 (faltan trece años) más de cincuenta países experimentarán estrés por falta de agua. Con un agravante para los territorios donde hay agua dulce como es el caso de Ente Ríos: el deterioro constante y acelerado de su calidad, principalmente a causa de la agricultura y la industria.
Hay que tener en cuenta que en Europa, tiene un total de 55 ríos, de los cuales solamente cinco no están contaminados. La falta de agua potable ya es crítica en España, en parte de Italia, en Grecia y los Balcanes, en parte de Holanda, Alemania, en los Países Bajos e Inglaterra. Lo mismo sucede en Asia menor, en Medio Oriente, en la
Península Arábiga, Irán, Afganistán, Pakistán, India, Asia Central, parte de China, Japón y Corea. Y ni qué hablar de las críticas situaciones que ya padecen Australia y todo el África.
Ahora se puede entender mejor que el agua –en este caso toda la cuenca del Uruguay, del Paraná incluyendo el Acuífero Guaraní en su conjunto- debe ser considerado como bienes públicos y en consecuencia sujeto a su absoluta regulación. No habrá futuro si además de evitar su contaminación no se establecen claras y urgentes acciones para su conservación y uso racional.
Es este diagnóstico el que hoy genera grandes interrogantes a los Estados y a las sociedades principalmente por la posesión del recurso, la prioridad de su uso, e incluso sobre los derechos del mismo.
Un ejemplo será más pedagógico. La represa de Salto Grande debe privilegiar (no es una opción sino un mandato) el agua para consumo humano, para el uso sanitario, la navegación, el riego y la generación de energía. Pero esa comisión binacional privilegia la generación de energía.
El conflicto con Botnia ha desnudado que la autoridad de la cuenca no la ejerce la Comisión Administradora del Río Uruguay (Caru) ni tampoco las cancillerías de ambos países, que están doblegadas a los caprichos del afán de lucro de la pastera.
Entre Ríos está en el corazón del Acuífero Guaraní, una cuenca interjurisdiccional y lejos de encontrar mayores protecciones al depender de varios Estados, se ha convertido en tierra de nadie donde prevalece lo irregular, lo ambientalmente nocivo e incluso la resignación de soberanía.
Este carácter internacional del Acuífero, lejos de abordarse como un condominio sobre el recurso, genera fragantes desprotecciones o en todo caso una absoluta impunidad para no jerarquizar el agua dulce para su consumo humano. Se piensa y se hace en el corto plazo, lo que implica no programar, no diseñar ni mucho menos administrar un recurso que es cada vez más escaso y por eso mismo estratégico y vital.
El agua se agota y no tiene sustitutos para mantener y ser alimento de vida. Naciones Unidades viene advirtiendo que antes del 2015 (faltan trece años) más de cincuenta países experimentarán estrés por falta de agua. Con un agravante para los territorios donde hay agua dulce como es el caso de Ente Ríos: el deterioro constante y acelerado de su calidad, principalmente a causa de la agricultura y la industria.
Hay que tener en cuenta que en Europa, tiene un total de 55 ríos, de los cuales solamente cinco no están contaminados. La falta de agua potable ya es crítica en España, en parte de Italia, en Grecia y los Balcanes, en parte de Holanda, Alemania, en los Países Bajos e Inglaterra. Lo mismo sucede en Asia menor, en Medio Oriente, en la
Península Arábiga, Irán, Afganistán, Pakistán, India, Asia Central, parte de China, Japón y Corea. Y ni qué hablar de las críticas situaciones que ya padecen Australia y todo el África.
Ahora se puede entender mejor que el agua –en este caso toda la cuenca del Uruguay, del Paraná incluyendo el Acuífero Guaraní en su conjunto- debe ser considerado como bienes públicos y en consecuencia sujeto a su absoluta regulación. No habrá futuro si además de evitar su contaminación no se establecen claras y urgentes acciones para su conservación y uso racional.
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