Valorar la presencia del BICE
El Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE) ha tenido desde el 2003 a la fecha un cambio profundo y positivo vinculado a la dinamización de los proyectos productivos que impactan de manera directa en las llamadas economías regionales.
Se trata de una entidad financiera creada en 1991 con el objetivo de proveer recursos de largo plazo al sector bancario. Pero, a partir de 2003 opera además en forma directa otorgando créditos al sector productivo, y hoy es considerada la entidad que mejor lidera los financiamientos de proyectos de largo plazo. Pero con una característica clave para las economías regionales: el 91 por ciento de los créditos están destinados a pequeños y medianos empresarios.
De acuerdo a la información oficial que se dio a conocer la semana pasada, este año el BICE –bajo la presidencia del larroquense Mauro Alem- habrá otorgado créditos por 200 millones de pesos para el sector productivo entrerriano.
Con esos fondos se está acompañando aproximadamente a cincuenta pequeños y medianos empresarios, que a su vez generan nuevas fuentes laborales, consolidan la innovación tecnológica y mejoran la calidad de la producción.
Los sectores que más se han beneficiado son los vinculados de manera directa a la agroindustria. Si bien es importante valorar la presencia del BICE en la provincia, no menos valor tiene la audacia e imaginación de los empresarios entrerrianos, que han volcado sus mejores esfuerzos en proyectos de largo plazo, generando así las pautas para un cambio clave para consolidar el desarrollo de la economía de pueblos y ciudades.
Y si se vuelve a reflexionar que el sector agroindustrial es el que más accedió a este beneficio, se puede concluir que se ha iniciado el tránsito para lograr la industrialización de los productos primarios, dando valor agregado a las materias primas que se generan en la provincia. Y el otro contexto a tener en cuenta es que el complejo agroindustrial entrerriano está vinculado con la industrialización de los granos, y eso ha implicado inversiones científicas y tecnológicas para ubicar a la provincia en el exigente mercado mundial.
A esto hay que sumarle las misiones de comercio exterior que se organizan desde el gobierno provincial conjuntamente con la cancillería y las embajadas argentinas en el exterior, donde los empresarios –algunos de Gualeguaychú- han podido participar en rondas de negocios, dieron a conocer sus productos y regresaron con compromisos de mayor producción porque han podido colocar sus ofertas en el exterior.
Pero hay que insistir con un dato. En los años ´90 el BICE sólo era un banco que prestaba a través de otros bancos y los intereses eran muy altos y sólo eran acaparados por los grandes grupos económicos, y se despreciaba a la pequeña y mediana empresa. Es más, la historia conocida por todos los economistas indica que incluso se debieron cancelar posibilidades crediticias importantes, por la sencilla razón que los bancos que intervenían querían ganar más intereses. Esa fue la historia. Capitales ociosos por ambiciones desmedidas.
A partir de 2003-2004 el BICE cambió su característica y comenzó a prestar en forma directa, encontrándose “cara a cara” con el empresario, sin intermediarios bancarios y privilegiando a las pequeñas y medianas empresas. El promedio de crecimiento fue aumentando aproximadamente en un 35 por ciento anual y de manera sostenida y con una tasa de morosidad que no supera el uno por ciento.
De acuerdo a la información oficial que se dio a conocer la semana pasada, este año el BICE –bajo la presidencia del larroquense Mauro Alem- habrá otorgado créditos por 200 millones de pesos para el sector productivo entrerriano.
Con esos fondos se está acompañando aproximadamente a cincuenta pequeños y medianos empresarios, que a su vez generan nuevas fuentes laborales, consolidan la innovación tecnológica y mejoran la calidad de la producción.
Los sectores que más se han beneficiado son los vinculados de manera directa a la agroindustria. Si bien es importante valorar la presencia del BICE en la provincia, no menos valor tiene la audacia e imaginación de los empresarios entrerrianos, que han volcado sus mejores esfuerzos en proyectos de largo plazo, generando así las pautas para un cambio clave para consolidar el desarrollo de la economía de pueblos y ciudades.
Y si se vuelve a reflexionar que el sector agroindustrial es el que más accedió a este beneficio, se puede concluir que se ha iniciado el tránsito para lograr la industrialización de los productos primarios, dando valor agregado a las materias primas que se generan en la provincia. Y el otro contexto a tener en cuenta es que el complejo agroindustrial entrerriano está vinculado con la industrialización de los granos, y eso ha implicado inversiones científicas y tecnológicas para ubicar a la provincia en el exigente mercado mundial.
A esto hay que sumarle las misiones de comercio exterior que se organizan desde el gobierno provincial conjuntamente con la cancillería y las embajadas argentinas en el exterior, donde los empresarios –algunos de Gualeguaychú- han podido participar en rondas de negocios, dieron a conocer sus productos y regresaron con compromisos de mayor producción porque han podido colocar sus ofertas en el exterior.
Pero hay que insistir con un dato. En los años ´90 el BICE sólo era un banco que prestaba a través de otros bancos y los intereses eran muy altos y sólo eran acaparados por los grandes grupos económicos, y se despreciaba a la pequeña y mediana empresa. Es más, la historia conocida por todos los economistas indica que incluso se debieron cancelar posibilidades crediticias importantes, por la sencilla razón que los bancos que intervenían querían ganar más intereses. Esa fue la historia. Capitales ociosos por ambiciones desmedidas.
A partir de 2003-2004 el BICE cambió su característica y comenzó a prestar en forma directa, encontrándose “cara a cara” con el empresario, sin intermediarios bancarios y privilegiando a las pequeñas y medianas empresas. El promedio de crecimiento fue aumentando aproximadamente en un 35 por ciento anual y de manera sostenida y con una tasa de morosidad que no supera el uno por ciento.
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