A confesión de partes…
Ni en el propio gobierno, nadie sale de su asombro por la magnitud de la victoria del FpV. el domingo pasado. Algunos todavía se pellizcan y se preguntan si no estarán soñando. Pero no: los guarismos son inmutables y contundentes e indican que Cristina se impuso en las internas por una diferencia que ni el más fanático de los kirchneristas se hubiera siquiera imaginado por temor al ridículo, o para no ser el centro de la mofa opositora.
Con el pasar de las horas, hasta el mismísimo ministro del Interior tuvo que admitir que la información de boca de urna que le estaban transmitiendo eran serias y veraces, las cuales le aseguraban que Cristina “estaría ganando por más de veinte puntos” a las cinco y media de la tarde.
Eufórico, pidió hablar con la Presidenta que estaba en Olivos. Pero la respuesta que recibió de ésta lo dejó helado: manténganse cautos a la espera de datos más fehacientes. No podemos adelantar cosas que después podrían acercarnos a la madre de todas las burlas. Es preferible la cautela a exponernos a la jarana pública! Por favor, guarden silencio, no digan nada…
Pero habiendo llegado a las 18, las versiones extraoficiales se filtraron y ya no hubo manera de pararlas. El único error de aquella filtración fue ubicar a Eduardo Duhalde en segundo lugar, detrás de la primera dama.
A partir de aquellos trascendidos nadie dudó de la victoria de Cristina. Lo que sí casi nadie imaginó fue lo aplastante del triunfo oficialista. Lo que sí se sabe es que a Randazzo le costaba dar crédito a los datos que estaba recibiendo, lo mismo que Aníbal Fernández, que poco medio que rogaba no darle entidad a los que, como un aluvión apilaba los números a favor de la Presidenta. Si aún hoy se siguen preguntando qué pasó en los cuartos oscuros del 14 de agosto.
Difícil de explicarlo
Se asegura que la primera sorprendida por los resultados de la interna es la propia Cristina, cuando sus mejores expectativas era llegar al 40 por ciento de votos, a tal punto que hasta los más conspicuos encuestadores lejos estuvieron de anticipar que la Presidenta iba a superar el 50 por ciento. Además, se hubieran abstenido de dar a conocer una información semejante ante el riesgo de no ser contratados por nadie.
Entonces, ¿qué pasó para que Cristina esté celebrando hoy un logro electoral de esas características, que salvo Perón y alguno más llegó a un guarismo que ya es histórico.
Si bien el viernes pasado les anticipé que “Cristina captará la mayor cantidad de votos” en la interna del domingo 14, no se me hubiera pasado por la cabeza la idea que la Presidenta ganaría por cifras de ese calibre.
Y debo confesarles, sin ambages, que, a casi cinco días de las internas, se me hace cuesta arriba encontrarle una explicación medianamente racional a un episodio político que, reitero, deberá ser analizado por los futuros investigadores de la Historia.
Para descifrar el asombro colectivo de las urnas, no hay que perder de vista que días antes de la interna obligatoria Cristina, y con ella el Gobierno, habían perdido por paliza a manos de Mauricio Macri, en la ciudad autónoma de Buenos Aires, y por Binner y un casi ignoto Miguel del Sel en Santa Fe. Qué pasó para que casi dos semanas más tarde, el FpV. revirtiera aquellos fracasos en otros tantos éxitos electorales, lo cual en condiciones normales serían una aventura imposible.
Dudo que alguien tenga una respuesta con cierta dosis de credibilidad a episodios de tamaña entidad.
Lamentablemente, el único que podría darla no está en el mundo…
La oposición, la gran derrotada
A la hora de hacer un análisis sobre el por qué del impensado triunfo oficialista ni ellos mismos se lo creen, y la razón del estrepitoso fracaso de una oposición que, con la desaparición virtual de Macri, como dice el tango, se quedó en Pampa y la Vía.
Convengamos que muchas cosas, y especialmente en política, suceden por azar. Todo es consecuencia del todo, y no es un juego de palabra, sino la consecuencia de una suma de causalidades, entre ellas el creer que el juntarse es formalizar una oposición capaz de poner en aprietos a un aparato kirchnerista al que, contando con un fenomenal respaldo económico, no le resultó difícil generar un polo electoral importante, sólido y abigarrado, cuyo principal apoyo hay que buscarlo en el generoso dinero de la repartija social. Es indudable que la asistencial universal por hijo fue decisiva en las urnas, porque en la mayoría no se sufragó en defensa de una determinada idea sino para dar soporte a poderosos intereses creados. Por eso, en el cuarto oscuro prevaleció el temor a perder las asignaciones al deseo de un cambio que, más tarde o más temprano se dará y en forma incontenible. Esta circunstancia, me parece, no fue debidamente cuantificada ni tenida en cuenta por opositores que por pelearse entre ellos y por privilegiar sus egoísmos personales, le permitieron a Cristina obtener amplias diferencias en la gran encuesta del 14 de agosto.
Sin pretender restarle mérito al logro conseguido, es evidente que la oposición, dividida hasta extremos inconcebibles, le permitió al Gobierno
alzarse con un éxito que, a nivel psicológico, es interesante pero –y nadie se engañe al respecto- está lejos de ser decisivo, porque si en el término de dos semanas el kirchnerismo transformó las catástrofes porteñas y santafecinas en un suceso político que habitualmente no figura en los libros y anales de la política, cabe preguntarse qué pasará en los próximos dos meses.
Hace bien el FPV en festejar una interna amañada y llena de contradicciones por falta de transparencia para ilustrar a una ciudadanía que, en muchísimos casos, ignoró para qué se votaba. Puede parecer duro lo que digo y afirmo, pero es cuando menos asombroso que, en apenas dos semanas, la gente cambie de parecer tan abruptamente. Acepten cuando menos el beneficio de la duda…
Los grandes perdedores
Si bien fueron varios los perdedores, es indudable que algunos se llevaron las palmas, como es el caso de Lilita Carrió que, como se dice vulgarmente, se quedó sin el pan y sin la torta. Ricardo Alfonsín fue la otra víctima de agosto, el cual dejó demostrado que no basta con ponerse la ropa de papá para repetir la historia. Por otra parte, se hizo cierto lo que sostuve apenas se mencionó su nombre: “No le veo uñas para guitarrero”, fue mi primer diagnóstico. Los hechos me han dado la razón. Lo que me llama la atención es que ni siquiera De Narváez lo haya salvado de la hecatombe.
No le fue mejor a Eduardo Duhalde, que a pesar de su escasa cosecha en las urnas, acaba de ratificar que participará de las elecciones de octubre porque se muestra confiado en poder revertir la historia. Lo que no aclaró es cómo lo hará.
Otro que salió bastante bien parado ha sido Hermes Binner. Tengo para mí que el líder socialista podría convertirse en una importante alternativa ideológica apenas se nutra de otras combinaciones políticas de cierto fuste, siendo evidente que si no renuncia a su excesivo orgullo y abreva en algunas fuentes del justicialismo federal su suerte final podría ser otra.
El que cumplió un papel airoso ha sido Alberto Rodríguez Saá que, con su escaso capital político, hizo una excelente elección en San Luis, donde se mantiene invicto frente a Cristina. Pero no sólo en suelo puntano tuvo un rol destacado el Alberto, al punto de haber sido segundo en Mendoza y en San Juan pese a no haber efectuado casi propaganda. Podría ser, pese al desprecio de Duhalde, una valiosa reserva para el justicialismo.
El raro comportamiento de Gualeguaychú
Llama poderosamente la atención, entre tanto, el comportamiento electoral de Gualeguaychú hacia la Presidenta. Pese a haber sido “basureada” por ella y su extinto esposo, nuestra ciudad fue más que generosa o falta de memoria a la hora de votarla. ¿Fue un mero acto de hipocresía o una lamentable subestimación hacia nosotros mismos?
Hasta el viernes
EL VIGIA
Eufórico, pidió hablar con la Presidenta que estaba en Olivos. Pero la respuesta que recibió de ésta lo dejó helado: manténganse cautos a la espera de datos más fehacientes. No podemos adelantar cosas que después podrían acercarnos a la madre de todas las burlas. Es preferible la cautela a exponernos a la jarana pública! Por favor, guarden silencio, no digan nada…
Pero habiendo llegado a las 18, las versiones extraoficiales se filtraron y ya no hubo manera de pararlas. El único error de aquella filtración fue ubicar a Eduardo Duhalde en segundo lugar, detrás de la primera dama.
A partir de aquellos trascendidos nadie dudó de la victoria de Cristina. Lo que sí casi nadie imaginó fue lo aplastante del triunfo oficialista. Lo que sí se sabe es que a Randazzo le costaba dar crédito a los datos que estaba recibiendo, lo mismo que Aníbal Fernández, que poco medio que rogaba no darle entidad a los que, como un aluvión apilaba los números a favor de la Presidenta. Si aún hoy se siguen preguntando qué pasó en los cuartos oscuros del 14 de agosto.
Difícil de explicarlo
Se asegura que la primera sorprendida por los resultados de la interna es la propia Cristina, cuando sus mejores expectativas era llegar al 40 por ciento de votos, a tal punto que hasta los más conspicuos encuestadores lejos estuvieron de anticipar que la Presidenta iba a superar el 50 por ciento. Además, se hubieran abstenido de dar a conocer una información semejante ante el riesgo de no ser contratados por nadie.
Entonces, ¿qué pasó para que Cristina esté celebrando hoy un logro electoral de esas características, que salvo Perón y alguno más llegó a un guarismo que ya es histórico.
Si bien el viernes pasado les anticipé que “Cristina captará la mayor cantidad de votos” en la interna del domingo 14, no se me hubiera pasado por la cabeza la idea que la Presidenta ganaría por cifras de ese calibre.
Y debo confesarles, sin ambages, que, a casi cinco días de las internas, se me hace cuesta arriba encontrarle una explicación medianamente racional a un episodio político que, reitero, deberá ser analizado por los futuros investigadores de la Historia.
Para descifrar el asombro colectivo de las urnas, no hay que perder de vista que días antes de la interna obligatoria Cristina, y con ella el Gobierno, habían perdido por paliza a manos de Mauricio Macri, en la ciudad autónoma de Buenos Aires, y por Binner y un casi ignoto Miguel del Sel en Santa Fe. Qué pasó para que casi dos semanas más tarde, el FpV. revirtiera aquellos fracasos en otros tantos éxitos electorales, lo cual en condiciones normales serían una aventura imposible.
Dudo que alguien tenga una respuesta con cierta dosis de credibilidad a episodios de tamaña entidad.
Lamentablemente, el único que podría darla no está en el mundo…
La oposición, la gran derrotada
A la hora de hacer un análisis sobre el por qué del impensado triunfo oficialista ni ellos mismos se lo creen, y la razón del estrepitoso fracaso de una oposición que, con la desaparición virtual de Macri, como dice el tango, se quedó en Pampa y la Vía.
Convengamos que muchas cosas, y especialmente en política, suceden por azar. Todo es consecuencia del todo, y no es un juego de palabra, sino la consecuencia de una suma de causalidades, entre ellas el creer que el juntarse es formalizar una oposición capaz de poner en aprietos a un aparato kirchnerista al que, contando con un fenomenal respaldo económico, no le resultó difícil generar un polo electoral importante, sólido y abigarrado, cuyo principal apoyo hay que buscarlo en el generoso dinero de la repartija social. Es indudable que la asistencial universal por hijo fue decisiva en las urnas, porque en la mayoría no se sufragó en defensa de una determinada idea sino para dar soporte a poderosos intereses creados. Por eso, en el cuarto oscuro prevaleció el temor a perder las asignaciones al deseo de un cambio que, más tarde o más temprano se dará y en forma incontenible. Esta circunstancia, me parece, no fue debidamente cuantificada ni tenida en cuenta por opositores que por pelearse entre ellos y por privilegiar sus egoísmos personales, le permitieron a Cristina obtener amplias diferencias en la gran encuesta del 14 de agosto.
Sin pretender restarle mérito al logro conseguido, es evidente que la oposición, dividida hasta extremos inconcebibles, le permitió al Gobierno
alzarse con un éxito que, a nivel psicológico, es interesante pero –y nadie se engañe al respecto- está lejos de ser decisivo, porque si en el término de dos semanas el kirchnerismo transformó las catástrofes porteñas y santafecinas en un suceso político que habitualmente no figura en los libros y anales de la política, cabe preguntarse qué pasará en los próximos dos meses.
Hace bien el FPV en festejar una interna amañada y llena de contradicciones por falta de transparencia para ilustrar a una ciudadanía que, en muchísimos casos, ignoró para qué se votaba. Puede parecer duro lo que digo y afirmo, pero es cuando menos asombroso que, en apenas dos semanas, la gente cambie de parecer tan abruptamente. Acepten cuando menos el beneficio de la duda…
Los grandes perdedores
Si bien fueron varios los perdedores, es indudable que algunos se llevaron las palmas, como es el caso de Lilita Carrió que, como se dice vulgarmente, se quedó sin el pan y sin la torta. Ricardo Alfonsín fue la otra víctima de agosto, el cual dejó demostrado que no basta con ponerse la ropa de papá para repetir la historia. Por otra parte, se hizo cierto lo que sostuve apenas se mencionó su nombre: “No le veo uñas para guitarrero”, fue mi primer diagnóstico. Los hechos me han dado la razón. Lo que me llama la atención es que ni siquiera De Narváez lo haya salvado de la hecatombe.
No le fue mejor a Eduardo Duhalde, que a pesar de su escasa cosecha en las urnas, acaba de ratificar que participará de las elecciones de octubre porque se muestra confiado en poder revertir la historia. Lo que no aclaró es cómo lo hará.
Otro que salió bastante bien parado ha sido Hermes Binner. Tengo para mí que el líder socialista podría convertirse en una importante alternativa ideológica apenas se nutra de otras combinaciones políticas de cierto fuste, siendo evidente que si no renuncia a su excesivo orgullo y abreva en algunas fuentes del justicialismo federal su suerte final podría ser otra.
El que cumplió un papel airoso ha sido Alberto Rodríguez Saá que, con su escaso capital político, hizo una excelente elección en San Luis, donde se mantiene invicto frente a Cristina. Pero no sólo en suelo puntano tuvo un rol destacado el Alberto, al punto de haber sido segundo en Mendoza y en San Juan pese a no haber efectuado casi propaganda. Podría ser, pese al desprecio de Duhalde, una valiosa reserva para el justicialismo.
El raro comportamiento de Gualeguaychú
Llama poderosamente la atención, entre tanto, el comportamiento electoral de Gualeguaychú hacia la Presidenta. Pese a haber sido “basureada” por ella y su extinto esposo, nuestra ciudad fue más que generosa o falta de memoria a la hora de votarla. ¿Fue un mero acto de hipocresía o una lamentable subestimación hacia nosotros mismos?
Hasta el viernes
EL VIGIA
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