Diálogos con Héctor Motta, empresario y productor avícola
“Valoro mucho a la juventud porque suele aportar miradas nuevas que a su vez generan nuevos desafíos”
Héctor Motta es líder del Grupo que lleva su apellido y está vinculado a la industria avícola. No se trata solamente de un importante avicultor por su volumen de comercialización, sino porque es un reconocido líder de la actividad a nivel latinoamericano y mundial.
Es Presidente de la Cabaña Avícola Feller, una de las principales empresas de reproducción, incubación y distribución de pollitas bebé en el país y se inició en la actividad en la década del ’60 del siglo pasado en Crespo, su lugar en el mundo.
Motta también es Presidente de Tecnovo, una planta industrializadora de huevos y Presidente de la firma Calisa, empresa de crianza, procesado y comercialización de pollo de engorde y de la Planta Asado, destinada a la elaboración de productos elaborados y cocidos listos para ser consumidos.
El lunes 19 de enero dialogó con EL ARGENTINO, en una de sus visitas a Gualeguaychú, gracias a la intermediación que realizó el ex intendente Emilio Martínez Garbino.
En ese encuentro, repasó la historia de la avicultura en la provincia y rindió un cálido homenaje a uno de sus pioneros: Luis Kahler, quien en 1923 sistematiza una forma de trabajar en el sector, democratizando las herramientas de la producción y garantizando la distribución de sus dividendos.
Héctor Motta nació el 8 de febrero de 1944 en Crespo. Cursó sus estudios primarios y secundarios en esa localidad. En Buenos Aires realizó sus estudios en Dirección y Administración de Empresas. Descendiente de inmigrantes, su madre es hija directa de suizos alemanes y su padre de familia italiana. “Mis bisabuelos llegaron a Paraná y Crespo en 1877. En 1989 instalaron un servicio de fonda y hospedaje, que con el tiempo fue conocido como Hotel Diana. Incluso yo nací en ese hotel que llegó a funcionar hasta 1979”, recordará como una de las tantas referencias al legado familiar.
En el diálogo con EL ARGENTINO repasa su vocación por la avicultura y cuenta cuáles han sido las bases para generar uno de los grupos más prósperos en términos económicos a nivel continental prácticamente de la nada, para abordar luego la alianza entre lo público y lo privado y el rol protagónico que le asigna a la juventud para el desarrollo y crecimiento del país.
-¿De dónde le viene la vocación por la actividad avícola?
-Lo he pensado muchas veces. Creo que esa vocación me viene de mi madre y de la familia de mi madre. De ahí me viene la pasión por la avicultura.
-Sin embargo sus inicios tuvieron desarrollo en lo comercial, luego en la madurez le llegó la parte productiva propiamente dicha.
-Así es. A la actividad avícola llego de manera profesional, porque la anterior experiencia era sostenida más por un saber familiar, heredado de generación en generación.
-¿Cuándo se inicia en la avicultura?
-Fue en 1965. Me incorporo a una empresa que estaba en dificultades y gracias a Dios y a muchos esfuerzos la pudimos sacar adelante. A raíz de esos resultados, a los cuatro años me hicieron socio y después de treinta años me convertí en su único propietario. Y en la década del ´80 constituimos el Grupo Motta, conformado por mi hermano Juan Carlos (ya fallecido). Ese Grupo hoy están integrados por mis hijos y sobrinos. Siempre hemos respondido al legado familiar de mirar las cosas con esperanzas. Y nuestro ideario empresario es percibir a la actividad avícola en toda su cadena de valor.
-Pero la valoración de la cadena viene con los años. ¿Cómo fueron los inicios?
-La valoración de la cadena de valor estuvo siempre. Aunque en los inicios nos destacamos en la etapa pre primaria conocida como matriceros, tal como se denomina a quienes producen pollitos bebé (pollitos BB). Es cierto con el tiempo le fuimos agregando valor. En la actualidad nos dedicamos a las dos ramas de la avicultura: la producción de huevos y la producción de carne. A través de una de nuestras empresas, Calisa (Complejo Alimentario Sociedad Anónima), hacemos producción de carne y a través de Asado la cocción de carne, cerrando todo el ciclo desde la producción de huevos fértiles, nacimiento de pollitos BB, integración avícola con los granjeros, planta de procesados de aves, la cocción y distribución de todos esos productos tanto en el mercado interno como externo.
-¿Cómo se hace en un país que ha tenido reglas de juego tan inestables, construir un grupo empresarios como el suyo prácticamente de la nada?
-Siempre hemos sostenido lo aprendido en el seno familiar: el ser austeros ha sido para nosotros un elemento indispensable. Y la austeridad comienza cuando se tiene que hacer algún retiro de utilidad de la empresa. Se debe hacerse sacando exactamente lo mínimo indispensable para vivir y nada más. El resto hay que volverlo a invertir de manera íntegra. Y cuando hablo de austeridad me refiero a nosotros, los dueños de la empresa; porque el otro ingrediente importante es tener al personal en las mejores condiciones salariales y de trabajo de modo que rindan de manera óptima. El segundo punto es estar convencido y vivir bajo ese convencimiento de que la actividad avícola es sustentable. Esto no fue fácil, porque durante muchas generaciones crecimos pensando que el país era el granero del mundo y así nos despreocupamos de darle valor agregado. Fue un cambio cultural si se quiere. Por eso para nosotros es muy significativo y así lo valoramos, el consolidar todos los días la cadena de valor.
-Puede dar un ejemplo para diferenciar aquella perspectiva que remite al país como granero del mundo y esta otra de la cadena de valor que puede ser encuadrada como de una economía más moderna…
-El concepto de la carne roja puede ser un buen ejemplo. Esa carne logró industrializarse de la mano de los ingleses, porque el océano era un impedimento concreto para llegar hasta Inglaterra con las vacas arriadas. Por eso hubo industrialización en ese sector. Y por eso la ganadería fue un puntal en la economía nacional tanto en su mercado interno como en su balanza comercial internacional. Y durante mucho tiempo Argentina fue líder en carnes rojas a nivel mundial. No fue un país de arrieros porque el océano Atlántico se lo impedía y tuvo que industrializarse y así darle cadena de valor a las carnes rojas.
-Y en el caso de los granos…
-Tanto el maíz como el sorgo (que eran las que originariamente más se explotaban) y ahora la soja, nos han dado la posibilidad a la avicultura de incorporar esos granos para definir mejor el agregado de valor. Entonces se debe aspirar a no vender esos granos en su etapa primaria sino transformada como carne al utilizarse como alimento. Y a la avicultura y a la porcicultura le abre enormes posibilidades para el desarrollo.
-¿Por qué Entre Ríos es líder en avicultura?
-Hay que remontarse a la historia. En 1850, el General Justo José de Urquiza trae las primeras aves a Colonia San José. Pero el antecedente más valioso se da en 1923, cuando Luis Kahler, que fue un verdadero pionero, inició con una visión interesante y de vanguardia la distribución de pequeños lotes de aves. Al principio les daba cien o 150 aves a cada granjero de Crespo y su zona de influencia. Tuve el gusto de conocerlo y siempre lo consideré un visionario. Él comenzó una nueva etapa al darse cuenta que como productores de huevo quedaba un excedente. Así empezó a acopiar ese excedente e incluso observó que las raciones de maíz eran insuficientes y comenzó a enriquecerlas con lo que hoy en la modernidad se conoce como plantas de alimentos balanceado. Después le recompra la producción de huevos que es mandada por ferrocarril a grandes centros de consumo como Buenos Aires, y así inscribe el nombre de Entre Ríos en las primeras páginas de las exportaciones de huevo fresco para Europa en la década del ´40 del siglo pasado. Esta es la historia y es bueno recordarla para que hombres como Kahler no pasen al olvido.
-Usted contó que se incorpora a la avicultura en la década del ´60. Se puede hablar de una segunda etapa de esa historia que nos acaba de ilustrar.
-Así es. Cuando me incorporo a esta actividad ya había como setenta empresarios distribuidos en distintas localidades de la provincia. Así fundamos la primera cámara de incubadoras de Entre Ríos, que en rigor fue la primera del país porque no había ninguna hasta entonces. Estaba integrada por los que teníamos animales de pedigree, que a su vez teníamos planta de incubación y producíamos pollitos BB. Luego representé a Entre Ríos en la Cámara Argentina de Productores Avícola y al año fui su presidente. Así conocí la avicultura del país, del continente y gran parte del mundo.
-Usted fue ministro de la Producción en el primer gobierno de Sergio Urribarri, hasta mediados de 2008 en pleno conflicto con la Resolución 125 referida a las retenciones. ¿Qué cree que falta para consolidar la alianza entre lo público y lo privado?
-Esa alianza existe y tiene avances y retrocesos por unos o por otros, pero existe. Soy un defensor de la complementación entre lo público y lo privado y no creo que uno se pueda desarrollar integralmente sin el otro. En ese entendimiento, en esa complementación tenemos más fortalezas que debilidades. Si no existiera complementación, no se podrían articular los esfuerzos de crecimiento y desarrollo. E insisto, más allá de avances y retrocesos propios de coyunturas. El objetivo común es el engrandecimiento de la Nación y la Nación somos todos, sin excepciones. La confrontación permanente genera retraso y convierte al conflicto en algo estéril. Frente a la confrontación debe existir diálogo para generar condiciones más fecundas. No hay otro secreto.
-Disculpe que se insista, ¿qué falta?
-Creo que falta que los jóvenes asuman con responsabilidad los nuevos liderazgos que cada época requiere. La juventud tiene que adoptar un rol más protagónico para que el país transite por un camino de prosperidad y ellos puedan liderar las nuevas etapas que se están requiriendo. Creo que cuando esos nuevos liderazgos aparezcan y se consoliden con coherencia de vida, aparecerán nuevas fortalezas que este país las tiene hoy en forma latente. Y así la alianza pública y privada subirá nuevos peldaños para el desarrollo y crecimiento del pueblo.
-Usted está diciendo lo contrario de lo que piensa mucha gente: que los jóvenes incursionen en política.
-Soy un convencido de que el hombre, el ser humano, es un ser político y que la política no es buena ni mala por sí misma sino que lo será de acuerdo a lo que con ella se haga. Y también estoy convencido de esto otro: debemos asumir la responsabilidad de ser constructores de nuestro propio futuro. Para ello no hay otro camino que el comprometerse con el semejante, con el prójimo. Y así asumir responsabilidades de manera coherentes con lo que pensamos y actuamos. Valoro mucho a la juventud porque suele aportar miradas nuevas que a su vez generan nuevos desafíos.
-Ahora se quedó en silencio…
-Estaba recordando que en el 2000 me invitaron a participar de un grupo ligado a la Iglesia Católica para abordar el mundo del trabajo. Y lo hicimos porque en esos años el trabajo se había convertido en un bien escaso. Cuando la persona pierde el afecto de ganarse el sustento de cada día se ingresa en un espiral que costará años y generaciones superar. Por eso hay que inculcar a los jóvenes que hay que capacitarse, que tiene que ser cada vez más profesional en lo que haga, pero fundamentalmente que ame lo que haga porque todo dependerá de ese esfuerzo. Y no es una cuestión individual, porque cuando uno avanza en esa dirección, la comunidad se enriquece. Siempre es un resultado colectivo.
Por Nahuel Maciel
EL ARGENTINO
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