Diálogo con Raúl Saya, actor
“El teatro me despertó y me hizo descubrir la importancia de la sensibilidad para vivir”
Raúl Alberto Saya nació el 15 de diciembre de 1959. Tiene el oficio de gasista, pero su profesión de alma es la de actor. Proviene de un hogar humilde y de chico por razones que la vida solo entiende en la intimidad familiar, fue separado de sus hermanos y se crío con una familia que le dio un hogar. En la escuela primaria tomaba “parte” en todas las fiestas… y de grande se emocionó cuando fue a ver la obra “Melodías de caña y papel” y así se hizo actor… curiosamente debutando en esa misma obra que ha marcado a generaciones en Gualeguaychú. Luego vendrán otras actuaciones como los múltiples personajes que asume en “El San José, almacén y bar” o las más reciente porque tiene cuatro años participando en la murga “Los Herederos” en los Corsos Populares Matecito, de alguna forma, la continuidad de ese romance nacido en “Melodías de caña y papel”.
El propio Raúl Saya lo dice mejor, cuando expresa que “el teatro me despertó y me hizo descubrir la importancia de la sensibilidad para vivir”, tal como lo sostuvo en el diálogo que mantuvo con EL ARGENTINO.
-Primero una referencia. Por ejemplo, cuál fue su barrio de infancia…
-Mi barrio de infancia es el Barrio Norte, entre Fray Mocho y Seguí. Recuerdo que en el canal Clavarino, que era a cielo abierto, nos bañábamos e incluso pescábamos anguilas negras y amarillas que eran riquísimas. Pero era otra época. Mire, prácticamente me críe en la calle y sin embargo el respeto por los mayores es un valor que traigo de la niñez. Ni el vicio del cigarrillo agarré, con eso le digo todo. Además, se era respetuoso de las autoridades como el de la señorita maestra o el policía de la esquina o con ese abuelo que a veces nos corría de la calle porque molestábamos a la siesta. No digo que era mejor, sino distinto… y que algunas cosas nos hacen falta en los tiempos actuales.
-Y sus estudios…
-No he tenido muchos. Hice hasta sexto grado en la Gervasio Méndez y la finalicé en la Escuela N° 79, conocida como Escuela Pereda de Suburbio Sur, porque era de jornada completa. Para esa época ya vivía con Julia Lemos de Bournisien, que fue como una madre para mí. Y luego hice hasta cuarto año de la secundaria. El primer año en una escuela de curas en Buenos Aires; el segundo en la escuela fábrica de Concepción del Uruguay y luego llegué hasta cuarto año en el Colegio Nacional y abandoné. Mi oficio es el de gasista.
-¿La vocación por la actuación de dónde le viene?
-La vocación por el teatro creo que me viene desde la infancia. Recuerdo que en la escuela primaria siempre me llamaban para actuar en los actos patrios. “Tomaba parte” como decíamos entonces e incluso bailaba folklore. Y luego descubro nuevamente esta inquietud ya de grande, a los veinte y pico de años, cuando el director de Musicante, Javier Villanueva, me invita a ser parte de ese extraordinario grupo humano.
-Recuerda ese momento preciso cuando lo invitaron a ser parte de Musicante…
-Había ido como espectador a disfrutar de esa maravillosa obra que se llama Melodías de Caña y Papel. Y me encantó lo que vi arriba del escenario y me emocionó hasta las lágrimas. Y así Villanueva me invitó a ser parte de esa obra. Me tuvo una gran paciencia y todavía me tiene paciencia, porque mi experiencia en la actuación era solamente la de tomar “parte” en la escuela primaria y ya tenía como 25 años. Hace ya más de treinta años de esto y nunca más me fui de Musicante y descubrí en la actuación una escuela de vida.
-Se quedó pensando…
-Se me cruzó pensar que ir a un ensayo de una obra es como ir a una escuela, porque uno aprende siempre. Aprendemos del director de la obra, pero también de los compañeros que tienen más experiencia y nos van indicando cómo mejorar. En un grupo de teatro, todos aprenden de todos… además, el teatro me enseñó a desenvolverme en la vida. Por eso le estoy tan agradecido a esta actividad.
-¿Por ejemplo qué cosas le enseñó?
-En lo íntimo me permitió superar mi timidez. Antes me costaba mucho hablar con la gente. Además, me enseñó a trabajar en equipo. A ser respetuoso del compañero y ser responsable con los ensayos y los tiempos y los esfuerzos de los demás. Otra cosa que me dio el teatro es la amistad, el poder dialogar a pesar de las diferencias generacionales y el saber de la lealtad. El teatro me despertó y me hizo descubrir la importancia de la sensibilidad para vivir. Antes me costaba una enormidad manifestar mis sentimientos, no sabía cómo expresarlos. Y gracias al teatro aprendí a expresar mis emociones. Ahora ya de grande, cuando un niño me sonríe, yo que pasé una infancia difícil, me emociona hasta las lágrimas.
-Una infancia de barrio y en la adultez actuando en una obra como el “San José, almacén y bar” que es una historia de vecinos…
-Esa es una obra que nos hace identificar con nuestro pasado. Son historias de barrios y sus escenas nos emocionan porque nos transporta a ese tiempo donde el barrio era casi todo para una persona. Por eso el público interpreta enseguida ese mensaje. Es como si tuviéramos hambre de barrio y vecinos.
-Además de su actividad teatral, también participa de los Corsos Populares Matecito.
-Como público siempre fui a esa fiesta. Y hace como cuatro años que participo en la murga “Los Herederos” que conformamos en el barrio. Un día estábamos en el taller de Sebastián Flores con Quique Apesteguía y Juan Colombo, y decidimos armar una murga. Fuimos a la Dirección de Cultura y nos habilitaron. Esto fue en 2014 y salimos la primera vez por fuera de la competencia. Pero en 2015, 2016 y este año tuvimos la suerte de ganar en nuestra categoría. La suerte y el resultado de un esfuerzo compartido. Es que trabajamos todo el año. Participamos con una pulpería en la fiesta patria del 25 de Mayo en el Corsódromo, y también durante el año vendemos empanadas y pastas para solventar los gastos.
-¿Y por qué se llaman “Los Herederos”?
-Por empezar porque los Flores vienen de una fecunda tradición murguera. Y decimos que somos herederos de una pasión, de una amistad, de un sentimiento por vivir esta fiesta que es tan nuestra, tan del barrio. Pablo Flores y su esposa Vanesa son los que se dedican a confeccionar los trajes y este año fueron ellos los que eligieron el tema a representar. Eso también es parte de una herencia, porque ellos de niños han vivido esta magia del carnaval del barrio.
-Este año el mensaje fue claramente ambiental…
-Así es. Nos propusimos expresar la importancia de cuidar las riquezas naturales. La murga venía con los frutos de la tierra y los corneteros y percusionistas éramos el agua. Y marcamos la necesidad de estar agradecidos con estos dones que tenemos de la naturaleza pero también la responsabilidad de cuidarlos y no hacerles daño. Como sociedad siempre tenemos una gran deuda con estos temas.
-Curiosamente cuando aparece Melodías de Caña y Papel, los Corsos Populares no tenían la fuerza ni la organización que hoy se le reconoce…
-Exactamente. Por eso creo que a través de Melodías… resurge esta fiesta que es conocida como los Corsos Populares. Fue gracias a esa obra de teatro que los Matecito cobran una fuerza que le permitió tener una convocatoria más popular. Es como si la gente fue valorizando una celebración que es muy nuestra, de Gualeguaychú.
-El barrio también es una vivencia a revalorizar en estos tiempos.
-En mi barrio tenemos muchos vecinos que han vivido la infancia en esa zona, que nos conocemos de niños. Pero es cierto, en términos generales, uno aprecia que debe revalorizarse la solidaridad, el saber que gracias a los vecinos no nos sentimos solos ante nuestras dificultades, el cuidarse entre todos.
-¿Qué cosas le entusiasma la Gualeguaychú de hoy?
-Hay muchas cosas que dan entusiasmo. La conciencia ambiental es una de ellas. También entusiasma la cantidad de grupos de teatro que existen, cada uno con una propuesta de calidad que les da una impronta propia. Y lo mismo las demás expresiones artísticas: los grupos musicales, los de danzas, los que están en la literatura o los artistas plásticos. La vida cultural, artística y la lucha ambiental siempre entusiasman porque invitan a trabajar en un mañana mejor y transmiten esperanzas. El grupo folklórico “Los Legüeros”, para nombrar a unos al azar, son extraordinarios embajadores de nuestra música y están a la altura de los mejores a nivel país. En Musicante pasa lo mismo con los que integran la obra “Mulatos”, donde uno aprecia que hay extraordinarios talentos musicales. Y entusiasma el semillero que viene. Lo mismo pasa con el Carnaval del País o las Carrozas Estudiantiles, donde si las comparamos con las que se hacen en otras ciudades o provincias, nos daremos cuenta que tienen una calidad superior. Y lo otro, que no es menor, hay compromiso con lo que se hace. Y el compromiso se traduce en una propuesta que el público valora, aprecia y respeta.
-Otra vez quedó en silencio…
-Estaba pensando, por ejemplo, en Musicante van actores que ejercen profesiones como médicos, veterinarios, arquitectos… yo soy gasista… pero ahí somos todos iguales y cada uno aprende de todos para mejorar el papel que le toca hacer en una obra.
-Por ejemplo, en el “San José, Almacén y bar” usted comenzó siendo el locutor, pero luego fue asumiendo otros papeles… incluso algunos de manera simultánea en la misma obra.
-Así es. Hice de locutor; también interpreté a uno de los hermanos Vega; hice de poeta que era medio haragán y hacía trabajar a su mujer; también de músico que soñaba con ir a cantar a Radio Nacional en Buenos Aires; hice de goleador del equipo, el número 9. He pasado por distintos papeles y de manera simultánea. Y en “Melodías” tenía también varios papeles como el Narrador junto a Martín Alazard; el lustrabotas; de locutor del corso…
-El Narrador de Melodías es un personaje con mucha fuerza.
-Me encanta hacerlo, porque dice cosas muy representativas de lo que uno siente. Ese personaje dice: “(…) Como en toda condición humana se ocultan inquietudes. Pasiones contenidas que afloran una vez al año. Es un mes. Cuatro viernes. El barrio loco se despereza. Rompe con su esquema. Se atreve. Se escapa de los límites naturales de su forma de vida para mostrar interiores ávidos de fiestas. Lujurias, motivaciones. Y vaya paradoja: para mostrarse tal cual son, se disfrazan. Es que está claro, es la fiesta del año, es su fiesta. Durante todo el tiempo, el pensamiento vive para esa fecha”. Se me viene a la memoria también “Los Colorinches”, que dice: (…) “Grotesco. Sin orden ni disciplina alguna. Las creaciones, sin escuelas ni revistas. Los rostros pintarrajeados. Los originales instrumentos musicales. Las canciones, no ortodoxas sin variaciones rítmicas. Las voces, con gusto a tierra, a barro y puchero, dejan entrever una cruel alegría y una marginación inescrupulosa. Y así… Así, ingenuamente despierta la curiosidad de los demás a tal punto que todo el pueblo se contagia, y sin darse cuenta se mete en la fiesta. Es el carnaval. La carnestolenda milenaria fiesta, que de tanto en tanto, nos ofrecen los corsos de la vida; donde los hombres se muestran tal cual son: sin encasillamientos ni riendas educadoras. Un paréntesis, quizás, a la problemática común. Una limpieza a fondo de las cañerías interiores, atosigadas por el hollín de las libertades dirigidas. Es el libre albedrío de los sentidos desnudados”.
-Estas obras como Melodías de Caña y Papel o El San José… han tenido innumerables presentaciones. ¿No se aburren de hacer lo mismo?
-Son obras que cada vez que suben al escenario se hacen de nuevo. Y si bien es cierto que hemos tenidos muchas, pero muchas representaciones, cada vez que subimos a escena es como si fuera la primera vez, como si fuera un debut. Al menos eso me pasa a mí. Siento un cosquilleo que me recorre casi todo el cuerpo… nervios… y al mismo tiempo confianza por el talento de mis compañeros. Por eso nunca nos aburrimos y entendemos que el público tampoco… porque siempre vamos descubriendo nuevos sentidos. Esa es la maravilla.
Por Nahuel MacielEste contenido no está abierto a comentarios