El Papa dijo que el sínodo es para cooperar con el proyecto de amor del Señor
En el 27° domingo del tiempo ordinario, el Papa Francisco ayer celebró en la Basílica Vaticana la Santa Misa de inauguración de la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos sobre el tema “Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización”.
“También nosotros estamos llamados en el Sínodo de los Obispos a trabajar por la viña del Señor”, observó el Papa en su homilía.
“Las Asambleas sinodales no sirven para discutir ideas brillantes y originales o para ver quién es más inteligente... Sirven para cultivar y guardar mejor la viña del Señor, para cooperar en su sueño, su proyecto de amor por su pueblo. En este caso, el Señor nos pide que cuidemos de la familia, que desde los orígenes es parte integral de su designio de amor por la humanidad”.
“Para cultivar y guardar bien la viña, es preciso -puntualizó- que nuestro corazón y nuestra mente estén custodiados en Jesucristo por la paz de Dios, que supera todo juicio, como dice San Pablo. De este modo, nuestros pensamientos y nuestros proyectos serán conformes al sueño de Dios: formar un pueblo santo que le pertenezca y que produzca los frutos del Reino de Dios”.
En la homilía de ayer el Santo Padre, sostuvo que el profeta Isaías y el Evangelio usan la imagen de la viña del Señor. La viña del Señor es su “sueño”, el proyecto que él cultiva con todo su amor, como un campesino cuida su viña. La vid es una planta que requiere muchos cuidados.
“Sin embargo, tanto en la antigua profecía como en la parábola de Jesús, este sueño de Dios queda frustrado. Isaías dice que la viña, tan amada y cuidada, en vez de uva «dio agrazones» (5,2.4); Dios «esperaba derecho, y ahí tenéis: asesinatos; esperaba justicia, y ahí tenéis: lamentos» (v. 7). En el Evangelio, en cambio, son los labradores quienes desbaratan el plan del Señor: no hacen su trabajo, sino que piensan en sus propios intereses”.
“Con su parábola, Jesús se dirige a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos del pueblo, es decir, a los «sabios», a la clase dirigente. A ellos ha encomendado Dios de manera especial su «sueño», es decir, a su pueblo, para que lo cultiven, se cuiden de él, lo protejan de los animales salvajes. El cometido de los jefes del pueblo es éste: cultivar la viña con libertad, creatividad y laboriosidad”.
“Pero Jesús dice que aquellos labradores se apoderaron de la viña; por su codicia y soberbia, quieren disponer de ella como quieran, quitando así a Dios la posibilidad de realizar su sueño sobre el pueblo que se ha elegido”.
“La tentación de la codicia siempre está presente. También la encontramos en la gran profecía de Ezequiel sobre los pastores (cf. cap. 34), comentada por San Agustín en su célebre discurso que acabamos de leer en la Liturgia de las Horas. La codicia del dinero y del poder. Y para satisfacer esta codicia, los malos pastores cargan sobre los hombros de las personas fardos insoportables, que ellos mismos ni siquiera tocan con un dedo” (cf. Mt 23,4).
Al finalizar, reiteró un concepto: “Hermanos, para cultivar y guardar bien la viña, es preciso que nuestro corazón y nuestra mente estén custodiados en Jesucristo por la «paz de Dios, que supera todo juicio», como dice San Pablo (Flp 4,7). De este modo, nuestros pensamientos y nuestros proyectos serán conformes al sueño de Dios: formar un pueblo santo que le pertenezca y que produzca los frutos del Reino de Dios”.
Este contenido no está abierto a comentarios