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El problema
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En el viejo monasterio budista, ha quedado vacío un espacio porque el Guardián ha muerto.
El Gran Maestro debe reemplazarlo y no quiere equivocarse en la elección. Será uno de los monjes jóvenes. Los reúne en el patio empedrado. En el centro, sobre un pedestal de madera, está el más bello jarrón de porcelana que se ha visto nunca. Su reluciente rostro, de un blanco purísimo ha visto miles de amaneceres y la rosa amarilla que lleva, pintada bajo cubierta vidriada, no se ha marchitado en trescientos años. Todos contemplan la pieza, mientras se preguntan por qué el Gran Maestro se las exhibe.
-El puesto de Guardián será para el monje que me resuelva el problema-dijo el anciano, y señalando el jarrón habló con inusitada vehemencia-¡Aquí está el problema!...
Hubo un silencio, porque algunos monjes estaban sorprendidos; no les parecía posible que el jarrón representara un problema para el Gran Maestro. Otros esperaban descifrar en la cara del viejo monje, alguna señal que les permitiera entender de qué se trataba el desafío.
Sólo uno se adelantó, tomo el jarrón con las dos manos y lo estrelló contra el piso.
-Ya no hay problema, Gran Maestro-dijo serenamente mientras volvía a su lugar.
Ese fue el monje elegido, para ocupar el puesto vacante de Guardián. No importa cuál sea el problema. Algo valioso puede ser un problema. El problema debe ser eliminado; a veces cargamos años y años con cosas pesadas que enturbian nuestra felicidad y no las dejamos de lado porque nos dan lástima, porque alguna vez fueron útiles, porque nos crean culpa. Los ciclos que terminaron, terminaron aunque nos duela. Solemos ser avaros, al tratar de conservar todo lo que fuimos y tuvimos. Ese esfuerzo enorme, sólo nos sirve para sentirnos fatigados, impotentes, fracasados. “Si quieres tomar vino en tu taza de té, deberás tirar el té primero” dice el viejo proverbio.
Estamos en unas fechas que simbolizan el advenimiento de lo nuevo y la despedida de lo viejo.
Yo dejaré de publicar las notas dominicales porque fueron suficientes y no quiero abusar del espacio de este generoso diario. No me quise despedir de Ud. estimado lector sin contarle la parábola del jarrón chino, con la esperanza de que le sirva para pensar, evaluar y decidir con qué cosas entrará en el nuevo año, y qué otras dejará definitivamente en el camino porque representan el pasado, el té que es necesario derramar para dejar lugar al vino. El pasado ha perdido su sentido; sirve como referencia, como metro para medir el presente con sabiduría pero en realidad…no existe. Vivir en el pasado es no vivir; el jarrón tenía que ser esplendoroso y antiguo para que el cuento tenga fuerza. Si representa un problema es necesario destruirlo.
No haga fuerza contra el tiempo, intentando revivir y conservar lo acabado. Tenga sólo hermosos y gratificantes recuerdos, pero no dude en hacer añicos el jarrón contra el piso si eso lo libera. ¡Feliz Año Nuevo!...Pipo Fischer