Entrevista al rector de la UCU, Héctor Sauret
“Educar no es un acto didáctico, educar implica compartir valores”
Héctor César Sauret nació el 25 de junio de 1939, en Rosario. Hijo de padres entrerrianos, su síntesis familiar la construye en Concepción del Uruguay, ciudad histórica, ciudad primera donde en una época fue un gran centro del saber a partir de la visión de Justo José de Urquiza, el hombre que promovió la Constitución Nacional para tener un país federal.
Educado en las prestigiosas aulas de una época clave para la educación pública, actualmente es rector de la Universidad de Concepción del Uruguay (UCU), casa de altos estudios que hinca sus raíces en la historia de La Fraternidad pero proyecta sus alas más allá de las fronteras y hoy es faro regional donde se cultiva la circulación de las ideas y del saber.
Héctor Sauret visitó EL ARGENTINO en la mañana del viernes 29 de julio para anticipar los 21 años de existencia del Centro Regional Gualeguaychú de la UCU que se celebró el 1º de agosto.
El diálogo abarcó su vocación por la educación como consecuencia de su vocación social, su mirada sobre el futuro de la universidad donde supera el debate entre estatal o privada para proponer la necesidad construir universidades supranacionales, la necesidad de aprovechar los procesos de integración para el desarrollo y la calidad de vida y un aporte fraterno pero certero sobre el río Uruguay como vertebrador del desarrollo de pueblos y ciudades a partir del fortalecimiento de las políticas ambientales.
Lector de los clásicos maestros, pero también constructor del diálogo generacional, Sauret expresa que “educar no es un acto didáctico, educar implica compartir valores”, y la definición acaso pueda ser interpretada también como una síntesis de su propia perspectiva de vida y por eso tiene la condición de innegociable.
-¿Dónde cursa sus primeros estudios?
-La primaria y la secundaria la hago en Concepción del Uruguay, en dos establecimientos públicos. La Escuela Nº 3 “Justo José de Urquiza” localizada en la Plaza Columna, en el Puerto Viejo. Fue una escuela singular para mí, porque dos tías que habían hecho la carrera de maestras antes de que yo ingresara a ese establecimiento, ya me habían hablado de esa institución, de modo que me sentía parte de esa escuela antes de mi primer día de clases. Pero, la escuela había tenido otro alumno muy importante, al que yo siempre consideré mi maestro: el joven Arturo Frondizi, que también había sido alumno del Colegio Nacional. En ese Colegio hice mis estudios de bachiller y me gradué y tenía que optar mi destino universitario. Así seguí el mismo derrotero que había seguido mi padre hacia 1930: la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de La Plata.
-¿Y su vocación docente?
-Mi vocación docente es innata. Al mundo del conocimiento se puede ingresar por la razón o por la vocación. Es bueno que ambas coincidan, porque las técnicas de la pedagogía y de la didáctica son sin duda importantes. Pero, educar no es un acto didáctico, educar implica compartir valores. Comienzo mi interés por la educación como una consecuencia de mi vocación social. El acceso a la escuela siempre generó en mí el deseo de transmitir lo que aprendía a quienes no lo tenían, pero también el de aprender de quienes no lo tenían sobre cómo recibían lo que se les transmitía. Por eso, siempre que pude, tanto en el Colegio Nacional como en la Universidad busqué ser ayudante alumno. Y en ese plano tuve mucha suerte, porque los grandes maestros que tuve en mi vida admitían siempre un discípulo y nunca lo negaban. Ese es un acto de generosidad extraordinaria que me alienta al día de hoy.
-La educación actual está en crisis o en decadencia.
-Primero, quisiera volver al tema central. Las crisis son permanentes y hay que entenderlas como necesarias. Heráclito señalaba que lo único constante es el cambio. Pero el cambio significa agotar un ciclo y generar otro. Y esto es crisis en el sentido de que no siempre la evolución resuelve la contradicción. El evolucionismo es propio de situaciones que tienen que ver con las leyes biológicas, fundamentalmente. Ahí está el aporte de Charles Darwin. Ahora bien, en las organizaciones sociales la evolución es un componente que conviene estimular.
-Pero, la sociedad es más compleja y no siempre la evolución resuelve conflictos centrales…
-Así es. Lo voy a ilustrar con un ejemplo. Entre Ríos hizo un aporte sustancial al Pacto Federal. Sin embargo, el Pacto Federal entró en crisis cuando Justo José de Urquiza fue derrotado por Bartolomé Mitre. ¿Cómo se salió de esa crisis? Se salió como apéndice de Buenos Aires. Y allí lo que ocurrió fue una pérdida de significación que no hemos resuelto al día de hoy. En consecuencia, hay crisis en todas las relaciones sociales. Y esto no debe entenderse como negación de la evolución, aunque la evolución no siempre alcanza. La crisis siempre es una oportunidad.
-Se vive una gran evolución tecnológica, pero no por ello la sociedad es más sabia.
-¿Por qué tomar el análisis de pasado, presente y futuro? Son categorías, aunque en verdad siempre es provechoso tener una perspectiva histórica sobre cualquier fenómeno social. Tomar una perspectiva histórica implica no desconocer la génesis de la cuestión que se está examinando, para poder ver sus tendencias y tampoco renunciar a cómo ellas se van a proyectar hacia próximas dimensiones del tiempo. Estoy recién llegado de una experiencia muy impactante. Está vinculada a la presencia que tuvimos con motivo de la misión a Roma desarrollada por universidades argentinas, públicas y privadas, para celebrar los 150 años de la Unidad Italiana y los 200 años de la Revolución de Mayo.
-¿Qué lo impactó?
-Fue muy impactante estar en Roma, en la Universidad de la Sapienza con sus más de 700 años, en la Universitá Di Bari con más de 150 años y en Camerino con sus más de 800 años.
-¿Qué se aprende?
-Se aprenden muchas cosas. Fundamentalmente sobre la identidad de los pueblos. La identidad cultural de los pueblos. Pero, también sobre el componente de la inmigración en las nuevas nacionalidades. Desciendo, por parte paterna, de inmigrantes españoles llegados al Río de la Plata a fines del siglo XIX. Pero en realidad, lo que hemos recibido de la inmigración española e italiana fue el latín. Por eso en este continente tenemos una América Latina, indicando que también hay una América sajona porque las lenguas maternas que generaron nuestras culturas tienen aportes trascendentales. La universidad en occidente es latina porque fue creada por el Papa. Las universidades fueron autorizadas por Bulas Papales tanto en el Norte como en el Sur. Y este tema conviene no perderlo de vista, porque en Argentina actual, tanto la universidad del Estado como la universidad privada nacen en 1615 cuando la Compañía de Jesús crea la Universidad de Córdoba por Bula Papal.
-Es interesante este tema de la identidad. Cuando un lector del New York Times lee que la Casa Blanca ayudará a los latinos, no piensa en un italiano, en un francés, en un español, sino en los pueblos al Sur del río Bravo. La identidad es un concepto de oposición, pero simultáneamente de acumulación. Las universidades han aportado a esta concepción. No obstante, prevalece la dicotomía entre universidad estatal o privada. ¿Se podrá evolucionar hacia una universidad mixta?
-Sin duda. No sólo en una universidad mixta sino supranacional. Cuando estuve trabajando en la Segunda Conferencia Mundial de Educación Superior de la Unesco, en el 2009 en París, un capítulo de la Unesco fue examinar los dos ejemplos de universidades supranacionales que son: la universidad de las Naciones Unidas con rectorado en Tokio, y la universidad supranacional Panafricana. No hay ninguna duda que caminamos hacia ese proceso, donde los componentes de financiamiento son parte de un contexto más complejo que implica la currícula y la lectura de la vacancia de la educación superior a escala mundial. El proceso que estamos viviendo es muy acelerado porque indica que la descolonización que se genera, fundamentalmente luego de la Segunda Guerra Mundial, ha derivado en los últimos cincuenta años en la creación de Estados nacionales en todos los continentes. Esos Estados nacionales generan procesos de soberanía, identidad y territorialidad. Pero en un punto, la autonomía de la soberanía es insuficiente para resolver problemas comunes supranacionales y se generan espacios, mercados y alianzas estratégicas. Ese ciclo culmina recientemente con la Unión Europea, con los procesos del Mercosur y la ampliación a la América latina y el Caribe, los Tratados de Libre Comercio que impone Estados Unidos en varias partes del mundo. Pero, básicamente, culmina con la alianza entre China y Japón que genera un acuerdo de supranacionalidad y de libre mercado en el Asia. Si esos cambios han sido tan dinámicos que han terminado en los dos últimos años modificando el orden de crecimiento del Producto y de las magnitudes de la economía, por el cual el primer país (en término de Producto y economía) aún es Estados Unidos, el segundo es Japón, pero, el tercero que era la República Popular China ha desplazado a Japón. Y lo que ocurrió con el Tesoro de Estados Unidos puede implicar un salto cuantitativo de China, que es la tenedora de prácticamente todos los Bonos del Tesoro estadounidense. En consecuencia, si esto es así, cómo no va a existir una universidad supranacional. El tema es cómo subsiste una universidad supranacional con las necesidades locales y regionales. Eso requiere mucho trabajo y mucha actitud de análisis.
-La UCU tiene una perspectiva integradora del territorio regional. ¿Qué futuro observan para la región?
-Vemos un futuro fantástico. Pero lo veo en esa potencialidad, percibiendo a la UCU como una universidad de frontera. La UCU tiene que cumplir un rol histórico colaborando con sus colegas del Estado y otras organizaciones no gubernamentales viendo al río Uruguay como un eje vertebrador del espacio brasilero, paraguayo, uruguayo y argentino. Pero esto nace de tener una clara comprensión de cómo fue ese espacio en la transición del Imperio español y portugués a los Estados nacionales. Nada de todo lo que nosotros estamos haciendo tiene originalidad. Porque el espacio en el que estamos actuando, fue el espacio del imperio. Lo que sí es original es la voluntad republicana de nuestros pueblos. Por eso es importante el afianzamiento de la República, la renovación de los mandatos de nuestras autoridades y la consagración de un Estado moderno que comprenda que debe tener cooperación con sus vecinos.
-¿Cómo debe darse esa cooperación entre vecinos?
-Nunca debe suponerse que habrá ausencia de conflictos. Siempre habrá conflictos porque la autodeterminación es la satisfacción de intereses locales. Y los intereses locales son diferenciables respecto del interés del otro Estado.
-¿Podría dar un ejemplo?
-Podría dar muchos. Por ejemplo, creo que se debe dragar el río Uruguay. Y lo digo con el mayor sentido de cooperación sobre las perspectivas que existen en Gualeguaychú en el marco de las pasteras. Pero invito a ver el tema de las pasteras en términos de un conflicto en donde la autodeterminación de la Banda Oriental entra en conflicto con la autodeterminación de la Banda Occidental. Si la República Oriental del Uruguay ha tomado como decisión de desarrollo para su modelo industrias contaminantes, Entre Ríos no lo podrá modificar. Tiene que asumir como un riesgo esta cuestión. Y el riesgo sólo se puede resolver sobre la base de una política inteligente de integración y desarrollo. Frente a la contaminación lo que hay que tener es una política de defensa del ambiente y de asumir la sentencia de la Corte Internacional de Justicia de La Haya en su integralidad. La sentencia exige, tanto en los votos de la mayoría como de la minoría. Yo estoy con los votos de la minoría, pero no ignoro que la minoría es eso: testimonial. Pero, siendo la República Argentina o el gobierno que ha acatado la sentencia, me dirijo al gobierno nacional, provincial y municipal para expresarle que estamos en mora. Somos nosotros los que estamos en mora.
-¿Cuál sería esa mora?
-En declarar que aquí hubo una catástrofe ecológica y frente a ese escenario el Estado nacional, provincial y municipal tienen que tener una política de preservación del ambiente. Pero nunca sobre la base de aislarnos. El río es motor de transporte, de navegación y de riquezas; pero no de bloqueos del resto de los puertos que están al norte de Fray Bentos-Gualeguaychú. Y lo digo fraternalmente, porque lo importante es la diversidad de pensamiento ante un tema tan complejo. Y este es el mío, pensamiento que está construido en base a la historia de 150 años de uso del río Uruguay. Y si tomamos como límite 1856, el río Uruguay en época de la Confederación era el motor central del desarrollo del Este entrerriano. Y el Este entrerriano está subdesarrollado en el comienzo del siglo XXI y alcanza con observar la localización de puertos y transformadores de materias primas río Uruguay versus río Paraná. El colonialismo está instalado sobre el río Paraná. Entre Rosario y el Río de La Plata existen catorce puertos donde se procesan y se exportan las producciones de materias primas entrerrianas que no siempre gravitan en Entre Ríos. Y esto hay que asumirlo o ignorarlo. Yo invito a que se asuma.
-El río Uruguay es un eje vertebrador del desarrollo regional. Está claro ese concepto. El río es un cordón umbilical que alimenta y da vida. Sin embargo, en su generación el río era sinónimo de aire fresco y limpieza; y las generaciones actuales lo ven como una fuente de dioxinas y furanos, de metales pesados… donde ni siquiera se puede confiar en la calidad de sus aguas…
-Es cierto. Volvamos al concepto de río. También hay lugar para volver a recordar las enseñanzas de Heráclito. Él decía que nadie se puede bañar dos veces en el mismo río, porque cambia. Entonces el tema es río Uruguay versus Támesis, río Uruguay versus Tíber, río Uruguay versus Danubio, río Uruguay y delta del Paraná versus delta del Mekong luego de la Guerra de Vietnam. ¿Qué enseñan estos contrastes analíticos entre un río que nunca será siempre el mismo? En el río Uruguay, antes y después de Salto Grande, han existido procesos de contaminación. La principal contaminación desde el origen del río en Brasil hasta su desembocadura en el Río de La Plata es la pobreza y no la pastera. La pobreza es profunda por la marginalidad de la economía. Y la pobreza es creciente cuando se utilizan industrias contaminantes, que las tenemos concentradas sobre el río Paraná. Segunda cuestión: también es contaminante la guerra. Y no hubo guerra más contaminante que la que afectó al delta del Mekong en el conflicto de Vietnam, Laos y demás territorios. Danubio, Támesis, Tíber, han sido ríos profundamente contaminados por procesos bélicos, por procesos industriales y en el contexto de la construcción de la Unión Europea hay una política de saneamiento. ¿Por qué no en el río Uruguay? ¿O es que para nosotros el criterio ecológico o ambientalista tiene que ser sinónimo de status quo? Pareciera que cuando se enuncia solamente el discurso ambientalista opera como aliado del status quo. ¿Por qué no verlo al revés? Por ejemplo: ¿Alguien supone que debe apartarse el río Uruguay del aprovechamiento hidroeléctrico de Salto Grande? ¿Pero, alguien puede ignorar que Salto Grande ha implicado contaminación? Pero el problema es dejar que opere espontáneamente sólo el proceso de contaminación o lo que deberíamos hacer es reflexionar sobre por qué no terminamos la construcción de la represa y desenvolver una política de purificación y preservación del ambiente utilizando la tecnología que es nuestra aliada. Aquí hay un problema central y es que la dirigencia, comenzando por los funcionarios de los gobiernos, no está acorde con un mayor desarrollo y están detrás con una peligrosa tendencia al subdesarrollo. Le voy a dar un dato: el precio de la tarifa del kilowatt hora al pie de la represa de Salto Grande es tan caro para los entrerrianos como si esa represa estuviera en Catamarca. No cumple con los propósitos promocionales del tratado binacional de Salto Grande firmado por el general Juan Domingo Perón. Nos hemos olvidado de su finalidad promocional. Entre Ríos, generadora de energía, tiene una de las tarifas eléctricas más cara del país y como consecuencia de ello tiene un bajo índice de desarrollo industrial.
El desarrollista
Por Estela Miño (*)
Estratega en la conducción, firme en su convicción. Héctor Sauret es heredero y continuador de la obra iniciada por su padre, Héctor Buenaventura Sauret.
De pensamiento desarrollista y fluida oratoria, se destaca en él la perseverancia para realizar sus ideales. En ese camino si existe algún disenso, éste no impedirá que el doctor Sauret logre la admiración que provoca el intelectual, el profesor.
(*) Estela Miño es la titular del Centro Regional Gualeguaychú de la UCU.
Por Nahuel Maciel
Fotografías Ricardo Santellán
EL ARGENTINO ©
Educado en las prestigiosas aulas de una época clave para la educación pública, actualmente es rector de la Universidad de Concepción del Uruguay (UCU), casa de altos estudios que hinca sus raíces en la historia de La Fraternidad pero proyecta sus alas más allá de las fronteras y hoy es faro regional donde se cultiva la circulación de las ideas y del saber.
Héctor Sauret visitó EL ARGENTINO en la mañana del viernes 29 de julio para anticipar los 21 años de existencia del Centro Regional Gualeguaychú de la UCU que se celebró el 1º de agosto.
El diálogo abarcó su vocación por la educación como consecuencia de su vocación social, su mirada sobre el futuro de la universidad donde supera el debate entre estatal o privada para proponer la necesidad construir universidades supranacionales, la necesidad de aprovechar los procesos de integración para el desarrollo y la calidad de vida y un aporte fraterno pero certero sobre el río Uruguay como vertebrador del desarrollo de pueblos y ciudades a partir del fortalecimiento de las políticas ambientales.
Lector de los clásicos maestros, pero también constructor del diálogo generacional, Sauret expresa que “educar no es un acto didáctico, educar implica compartir valores”, y la definición acaso pueda ser interpretada también como una síntesis de su propia perspectiva de vida y por eso tiene la condición de innegociable.
-¿Dónde cursa sus primeros estudios?
-La primaria y la secundaria la hago en Concepción del Uruguay, en dos establecimientos públicos. La Escuela Nº 3 “Justo José de Urquiza” localizada en la Plaza Columna, en el Puerto Viejo. Fue una escuela singular para mí, porque dos tías que habían hecho la carrera de maestras antes de que yo ingresara a ese establecimiento, ya me habían hablado de esa institución, de modo que me sentía parte de esa escuela antes de mi primer día de clases. Pero, la escuela había tenido otro alumno muy importante, al que yo siempre consideré mi maestro: el joven Arturo Frondizi, que también había sido alumno del Colegio Nacional. En ese Colegio hice mis estudios de bachiller y me gradué y tenía que optar mi destino universitario. Así seguí el mismo derrotero que había seguido mi padre hacia 1930: la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de La Plata.
-¿Y su vocación docente?
-Mi vocación docente es innata. Al mundo del conocimiento se puede ingresar por la razón o por la vocación. Es bueno que ambas coincidan, porque las técnicas de la pedagogía y de la didáctica son sin duda importantes. Pero, educar no es un acto didáctico, educar implica compartir valores. Comienzo mi interés por la educación como una consecuencia de mi vocación social. El acceso a la escuela siempre generó en mí el deseo de transmitir lo que aprendía a quienes no lo tenían, pero también el de aprender de quienes no lo tenían sobre cómo recibían lo que se les transmitía. Por eso, siempre que pude, tanto en el Colegio Nacional como en la Universidad busqué ser ayudante alumno. Y en ese plano tuve mucha suerte, porque los grandes maestros que tuve en mi vida admitían siempre un discípulo y nunca lo negaban. Ese es un acto de generosidad extraordinaria que me alienta al día de hoy.
-La educación actual está en crisis o en decadencia.
-Primero, quisiera volver al tema central. Las crisis son permanentes y hay que entenderlas como necesarias. Heráclito señalaba que lo único constante es el cambio. Pero el cambio significa agotar un ciclo y generar otro. Y esto es crisis en el sentido de que no siempre la evolución resuelve la contradicción. El evolucionismo es propio de situaciones que tienen que ver con las leyes biológicas, fundamentalmente. Ahí está el aporte de Charles Darwin. Ahora bien, en las organizaciones sociales la evolución es un componente que conviene estimular.
-Pero, la sociedad es más compleja y no siempre la evolución resuelve conflictos centrales…
-Así es. Lo voy a ilustrar con un ejemplo. Entre Ríos hizo un aporte sustancial al Pacto Federal. Sin embargo, el Pacto Federal entró en crisis cuando Justo José de Urquiza fue derrotado por Bartolomé Mitre. ¿Cómo se salió de esa crisis? Se salió como apéndice de Buenos Aires. Y allí lo que ocurrió fue una pérdida de significación que no hemos resuelto al día de hoy. En consecuencia, hay crisis en todas las relaciones sociales. Y esto no debe entenderse como negación de la evolución, aunque la evolución no siempre alcanza. La crisis siempre es una oportunidad.
-Se vive una gran evolución tecnológica, pero no por ello la sociedad es más sabia.
-¿Por qué tomar el análisis de pasado, presente y futuro? Son categorías, aunque en verdad siempre es provechoso tener una perspectiva histórica sobre cualquier fenómeno social. Tomar una perspectiva histórica implica no desconocer la génesis de la cuestión que se está examinando, para poder ver sus tendencias y tampoco renunciar a cómo ellas se van a proyectar hacia próximas dimensiones del tiempo. Estoy recién llegado de una experiencia muy impactante. Está vinculada a la presencia que tuvimos con motivo de la misión a Roma desarrollada por universidades argentinas, públicas y privadas, para celebrar los 150 años de la Unidad Italiana y los 200 años de la Revolución de Mayo.
-¿Qué lo impactó?
-Fue muy impactante estar en Roma, en la Universidad de la Sapienza con sus más de 700 años, en la Universitá Di Bari con más de 150 años y en Camerino con sus más de 800 años.
-¿Qué se aprende?
-Se aprenden muchas cosas. Fundamentalmente sobre la identidad de los pueblos. La identidad cultural de los pueblos. Pero, también sobre el componente de la inmigración en las nuevas nacionalidades. Desciendo, por parte paterna, de inmigrantes españoles llegados al Río de la Plata a fines del siglo XIX. Pero en realidad, lo que hemos recibido de la inmigración española e italiana fue el latín. Por eso en este continente tenemos una América Latina, indicando que también hay una América sajona porque las lenguas maternas que generaron nuestras culturas tienen aportes trascendentales. La universidad en occidente es latina porque fue creada por el Papa. Las universidades fueron autorizadas por Bulas Papales tanto en el Norte como en el Sur. Y este tema conviene no perderlo de vista, porque en Argentina actual, tanto la universidad del Estado como la universidad privada nacen en 1615 cuando la Compañía de Jesús crea la Universidad de Córdoba por Bula Papal.
-Es interesante este tema de la identidad. Cuando un lector del New York Times lee que la Casa Blanca ayudará a los latinos, no piensa en un italiano, en un francés, en un español, sino en los pueblos al Sur del río Bravo. La identidad es un concepto de oposición, pero simultáneamente de acumulación. Las universidades han aportado a esta concepción. No obstante, prevalece la dicotomía entre universidad estatal o privada. ¿Se podrá evolucionar hacia una universidad mixta?
-Sin duda. No sólo en una universidad mixta sino supranacional. Cuando estuve trabajando en la Segunda Conferencia Mundial de Educación Superior de la Unesco, en el 2009 en París, un capítulo de la Unesco fue examinar los dos ejemplos de universidades supranacionales que son: la universidad de las Naciones Unidas con rectorado en Tokio, y la universidad supranacional Panafricana. No hay ninguna duda que caminamos hacia ese proceso, donde los componentes de financiamiento son parte de un contexto más complejo que implica la currícula y la lectura de la vacancia de la educación superior a escala mundial. El proceso que estamos viviendo es muy acelerado porque indica que la descolonización que se genera, fundamentalmente luego de la Segunda Guerra Mundial, ha derivado en los últimos cincuenta años en la creación de Estados nacionales en todos los continentes. Esos Estados nacionales generan procesos de soberanía, identidad y territorialidad. Pero en un punto, la autonomía de la soberanía es insuficiente para resolver problemas comunes supranacionales y se generan espacios, mercados y alianzas estratégicas. Ese ciclo culmina recientemente con la Unión Europea, con los procesos del Mercosur y la ampliación a la América latina y el Caribe, los Tratados de Libre Comercio que impone Estados Unidos en varias partes del mundo. Pero, básicamente, culmina con la alianza entre China y Japón que genera un acuerdo de supranacionalidad y de libre mercado en el Asia. Si esos cambios han sido tan dinámicos que han terminado en los dos últimos años modificando el orden de crecimiento del Producto y de las magnitudes de la economía, por el cual el primer país (en término de Producto y economía) aún es Estados Unidos, el segundo es Japón, pero, el tercero que era la República Popular China ha desplazado a Japón. Y lo que ocurrió con el Tesoro de Estados Unidos puede implicar un salto cuantitativo de China, que es la tenedora de prácticamente todos los Bonos del Tesoro estadounidense. En consecuencia, si esto es así, cómo no va a existir una universidad supranacional. El tema es cómo subsiste una universidad supranacional con las necesidades locales y regionales. Eso requiere mucho trabajo y mucha actitud de análisis.
-La UCU tiene una perspectiva integradora del territorio regional. ¿Qué futuro observan para la región?
-Vemos un futuro fantástico. Pero lo veo en esa potencialidad, percibiendo a la UCU como una universidad de frontera. La UCU tiene que cumplir un rol histórico colaborando con sus colegas del Estado y otras organizaciones no gubernamentales viendo al río Uruguay como un eje vertebrador del espacio brasilero, paraguayo, uruguayo y argentino. Pero esto nace de tener una clara comprensión de cómo fue ese espacio en la transición del Imperio español y portugués a los Estados nacionales. Nada de todo lo que nosotros estamos haciendo tiene originalidad. Porque el espacio en el que estamos actuando, fue el espacio del imperio. Lo que sí es original es la voluntad republicana de nuestros pueblos. Por eso es importante el afianzamiento de la República, la renovación de los mandatos de nuestras autoridades y la consagración de un Estado moderno que comprenda que debe tener cooperación con sus vecinos.
-¿Cómo debe darse esa cooperación entre vecinos?
-Nunca debe suponerse que habrá ausencia de conflictos. Siempre habrá conflictos porque la autodeterminación es la satisfacción de intereses locales. Y los intereses locales son diferenciables respecto del interés del otro Estado.
-¿Podría dar un ejemplo?
-Podría dar muchos. Por ejemplo, creo que se debe dragar el río Uruguay. Y lo digo con el mayor sentido de cooperación sobre las perspectivas que existen en Gualeguaychú en el marco de las pasteras. Pero invito a ver el tema de las pasteras en términos de un conflicto en donde la autodeterminación de la Banda Oriental entra en conflicto con la autodeterminación de la Banda Occidental. Si la República Oriental del Uruguay ha tomado como decisión de desarrollo para su modelo industrias contaminantes, Entre Ríos no lo podrá modificar. Tiene que asumir como un riesgo esta cuestión. Y el riesgo sólo se puede resolver sobre la base de una política inteligente de integración y desarrollo. Frente a la contaminación lo que hay que tener es una política de defensa del ambiente y de asumir la sentencia de la Corte Internacional de Justicia de La Haya en su integralidad. La sentencia exige, tanto en los votos de la mayoría como de la minoría. Yo estoy con los votos de la minoría, pero no ignoro que la minoría es eso: testimonial. Pero, siendo la República Argentina o el gobierno que ha acatado la sentencia, me dirijo al gobierno nacional, provincial y municipal para expresarle que estamos en mora. Somos nosotros los que estamos en mora.
-¿Cuál sería esa mora?
-En declarar que aquí hubo una catástrofe ecológica y frente a ese escenario el Estado nacional, provincial y municipal tienen que tener una política de preservación del ambiente. Pero nunca sobre la base de aislarnos. El río es motor de transporte, de navegación y de riquezas; pero no de bloqueos del resto de los puertos que están al norte de Fray Bentos-Gualeguaychú. Y lo digo fraternalmente, porque lo importante es la diversidad de pensamiento ante un tema tan complejo. Y este es el mío, pensamiento que está construido en base a la historia de 150 años de uso del río Uruguay. Y si tomamos como límite 1856, el río Uruguay en época de la Confederación era el motor central del desarrollo del Este entrerriano. Y el Este entrerriano está subdesarrollado en el comienzo del siglo XXI y alcanza con observar la localización de puertos y transformadores de materias primas río Uruguay versus río Paraná. El colonialismo está instalado sobre el río Paraná. Entre Rosario y el Río de La Plata existen catorce puertos donde se procesan y se exportan las producciones de materias primas entrerrianas que no siempre gravitan en Entre Ríos. Y esto hay que asumirlo o ignorarlo. Yo invito a que se asuma.
-El río Uruguay es un eje vertebrador del desarrollo regional. Está claro ese concepto. El río es un cordón umbilical que alimenta y da vida. Sin embargo, en su generación el río era sinónimo de aire fresco y limpieza; y las generaciones actuales lo ven como una fuente de dioxinas y furanos, de metales pesados… donde ni siquiera se puede confiar en la calidad de sus aguas…
-Es cierto. Volvamos al concepto de río. También hay lugar para volver a recordar las enseñanzas de Heráclito. Él decía que nadie se puede bañar dos veces en el mismo río, porque cambia. Entonces el tema es río Uruguay versus Támesis, río Uruguay versus Tíber, río Uruguay versus Danubio, río Uruguay y delta del Paraná versus delta del Mekong luego de la Guerra de Vietnam. ¿Qué enseñan estos contrastes analíticos entre un río que nunca será siempre el mismo? En el río Uruguay, antes y después de Salto Grande, han existido procesos de contaminación. La principal contaminación desde el origen del río en Brasil hasta su desembocadura en el Río de La Plata es la pobreza y no la pastera. La pobreza es profunda por la marginalidad de la economía. Y la pobreza es creciente cuando se utilizan industrias contaminantes, que las tenemos concentradas sobre el río Paraná. Segunda cuestión: también es contaminante la guerra. Y no hubo guerra más contaminante que la que afectó al delta del Mekong en el conflicto de Vietnam, Laos y demás territorios. Danubio, Támesis, Tíber, han sido ríos profundamente contaminados por procesos bélicos, por procesos industriales y en el contexto de la construcción de la Unión Europea hay una política de saneamiento. ¿Por qué no en el río Uruguay? ¿O es que para nosotros el criterio ecológico o ambientalista tiene que ser sinónimo de status quo? Pareciera que cuando se enuncia solamente el discurso ambientalista opera como aliado del status quo. ¿Por qué no verlo al revés? Por ejemplo: ¿Alguien supone que debe apartarse el río Uruguay del aprovechamiento hidroeléctrico de Salto Grande? ¿Pero, alguien puede ignorar que Salto Grande ha implicado contaminación? Pero el problema es dejar que opere espontáneamente sólo el proceso de contaminación o lo que deberíamos hacer es reflexionar sobre por qué no terminamos la construcción de la represa y desenvolver una política de purificación y preservación del ambiente utilizando la tecnología que es nuestra aliada. Aquí hay un problema central y es que la dirigencia, comenzando por los funcionarios de los gobiernos, no está acorde con un mayor desarrollo y están detrás con una peligrosa tendencia al subdesarrollo. Le voy a dar un dato: el precio de la tarifa del kilowatt hora al pie de la represa de Salto Grande es tan caro para los entrerrianos como si esa represa estuviera en Catamarca. No cumple con los propósitos promocionales del tratado binacional de Salto Grande firmado por el general Juan Domingo Perón. Nos hemos olvidado de su finalidad promocional. Entre Ríos, generadora de energía, tiene una de las tarifas eléctricas más cara del país y como consecuencia de ello tiene un bajo índice de desarrollo industrial.
El desarrollista
Por Estela Miño (*)
Estratega en la conducción, firme en su convicción. Héctor Sauret es heredero y continuador de la obra iniciada por su padre, Héctor Buenaventura Sauret.
De pensamiento desarrollista y fluida oratoria, se destaca en él la perseverancia para realizar sus ideales. En ese camino si existe algún disenso, éste no impedirá que el doctor Sauret logre la admiración que provoca el intelectual, el profesor.
(*) Estela Miño es la titular del Centro Regional Gualeguaychú de la UCU.
Por Nahuel Maciel
Fotografías Ricardo Santellán
EL ARGENTINO ©
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