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La noticia que todos quisiéramos escuchar
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Por monseñor Jorge Eduardo Lozano (*)
EL ARGENTINO
Oír prestando atención es muy importante para iniciar y sostener cualquier diálogo. Sin embargo, en algunas ocasiones no tenemos esa actitud, y corremos el riesgo del encierro en el propio mundo.
No sé si vos lo pensás del mismo modo, pero he visto programas de TV en los cuales varios discuten a un mismo tiempo y sin escucharse de verdad. No hay búsqueda de consenso o intención de acordar en propuestas superadoras. Esto también puede suceder en casa, la escuela, el barrio...
En nuestro camino de preparación a la Navidad te propongo hoy reflexionar acerca del “OÍR”; apenas tres letras, pero que dicen mucho.
Hoy conmemoramos a la Inmaculada Concepción de la Virgen María, y el texto del Evangelio que se proclama en las misas nos trae el relato de la Anunciación del Ángel a María. El momento en el cual Dios le manifiesta que la eligió para ser la mamá de su Hijo.
María escuchó y acogió ese mensaje con total disponibilidad: “que se cumpla en mí lo que has dicho” (Lc. 1, 38). La palabra “oír” está en la raíz etimológica de “obediencia” (escuchar y cumplir / saber escuchar), y esto en la Virgen se da cabalmente. Actitud distinta de aquel al que el mensaje le entra por un oído y le sale por el otro.
Este anuncio fue sorpresivo para ella, y le implicaba un cambio en su proyecto de vida; pero el nuevo camino que eligió no fue para su frustración o limitación. Su prima Isabel le dijo pocos días después: “feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor” (Lc. 1, 45).
Y esta dicha no estaba reservada solamente a María. Jesús se alegraba con sus discípulos: ¡Felices ustedes! “Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron” (Lc. 10, 24).
En el Adviento una de las dedicaciones fundamentales consiste en oír la Palabra de Dios, dejar que nos ilumine la vida.
La oración auténtica no nos lleva a encerrarnos en una burbuja individualista buscando en propio bienestar. La expresión del Obispo mártir nos mueve a estar “con un oído en el Pueblo y otro en el Evangelio” (Monseñor Enrique Angelelli). Dios habla en la historia concreta que vivimos. Él, que nos creó para vivir en el tiempo, no quiere revelarse fuera de nuestra biografía.
Por eso la verdadera actitud de escucha se abre para abarcar al mundo entero. Nos llama el Papa a “escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (LS 49). Como decía San Pablo, “toda la creación espera ansiosamente esta revelación de los hijos de Dios” (Rm 8, 19). Porque “sabemos que la creación entera, hasta el presente, gime y sufre dolores de parto” (Rm 8, 22). ¿Y quién atiende los gemidos? ¿Quién tiene un corazón atento a ese clamor?
Los pobres siempre esperan que la Navidad nos haga más hermanos. Muchas comunidades se organizan para acoger a los más necesitados o los que están solos, y compartir la mesa en la Noche Buena. Procuremos que los pobres no esperen en vano.
La actitud que te sugiero para esta semana: acallar los “ruidos molestos” que nos distraen, hacer silencio para escuchar a Dios.
El 8 de diciembre tradicionalmente armamos el pesebre. El Papa Francisco el domingo pasado nos regaló una Carta Apostólica titulada “El hermoso signo del pesebre”. Te comparto algunos párrafos para meditar:
“El belén, en efecto, es como un Evangelio vivo, que surge de las páginas de la Sagrada Escritura”.
“Es realmente un ejercicio de fantasía creativa, que utiliza los materiales más dispares para crear pequeñas obras maestras llenas de belleza. Se aprende desde niños: cuando papá y mamá, junto a los abuelos, transmiten esta alegre tradición, que contiene en sí una rica espiritualidad popular.”
“De modo particular, el pesebre es desde su origen franciscano una invitación a 'sentir', a 'tocar' la pobreza que el Hijo de Dios eligió para sí mismo en su encarnación. Y así, es implícitamente una llamada a seguirlo en el camino de la humildad, de la pobreza, del despojo, que desde la gruta de Belén conduce hasta la Cruz. Es una llamada a encontrarlo y servirlo con misericordia en los hermanos y hermanas más necesitados” (cf. Mt 25,31- 46).
Iniciamos hoy el Año Mariano Nacional, que se desarrollará hasta el 8 de diciembre del 2020. Con este motivo escribí una carta hace un par de días que podés ubicarla en la página web del Arzobispado.
(*) Monseñor Jorge Eduardo Lozano es arzobispo de San Juan de Cuyo y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social.