Merendero “Lucecitas”: Una proyecto solidario que surgió en un contexto de gran vulnerabilidad
Viviana Romero y su familia nacieron, como muchos gualeguaychuenses, en contextos vulnerables. Se trata de una mujer oriunda del barrio La Cuchilla, donde nació, se crió y también crió sus hijos, junto a su marido.
Hoy vive en el Asentamiento de bulevar Montana y 1º de Mayo y lleva adelante una iniciativa solidaria en el barrio. La que pretende mejorar al menos un poco la dura realidad que les toca vivir a los niños que se están criando en el asentamiento.
En esta edición EL ARGENTINO Solidario se aboca a un proyecto solidario que surgió en medio de un contexto de gran vulnerabilidad y de innumerables carencias, lo que demuestra que con voluntad, amor y compromiso se pueden hacer muchas cosas.
Viviana nació en La Cuchilla pero desde hace dos años vive en el Asentamiento de bulevar Montana y 1º de Mayo. Sabe de las muchas necesidades que existen en el barrio. Sabe que muchos chicos andan descalzos y con hambre ayudando a sus padres a conseguir el sustento diario para poder comer. Conoce esta realidad porque convive con ella a diario. Y gracias a que hoy su situación es un poco mejor, porque ya crió a sus tres hijos, en abril comenzó a ofrecer una taza de chocolate caliente a los chicos.
Así comenzó lo que lleva por nombre Merendero “Lucecitas”, que funciona en el humilde hogar de Viviana, ubicado en una de las tantas casillas del asentamiento, precisamente en la esquina de 1º de Mayo y Juan B Justo.
“Esto me hace feliz”
El nombre del merendero “Lucecitas”, fue elegido por su fundadora “porque eso es lo que ellos son para mí: lucecitas”, indicó Viviana Romero a EL ARGENTINO.
“Yo se que con esto no voy a resolver un problema que viene de muy atrás, pero a mi me hace feliz y a los niños también. Con muy poco se logra mucho…”, reflexionó Viviana mientras servía la leche en una jarra de plástico a los niños que estaban ordenada y tranquilamente sentados en banquetas y sillas en la sala de su casa.
Luego de tomar su taza de leche y de comer las galletitas que los hijos de Viviana –Ana, Analía y Ernesto- repartían; algunos chicos se fueron a jugar a la plaza “Toto” Irigoyen, que está ubicada justo enfrente a la precaria vivienda y otros permanecieron allí.
Es que esa taza de leche caliente y el amor que reciben en este hogar les hace muy bien. Según relató Viviana, cuando comenzaron a acercarse a su casa, “no se portaban tan bien como ahora, hacían lío y se peleaban”, pero hoy la situación es otra. Los chicos llegan acompañados por algún hermano un poco más grande y se ubican cada uno en un rincón de la sala. Allí esperan charlando su taza de chocolate y avisan si alguno quedó afuera de la ronda: “Seño, ella no tiene”, se escuchó desde un rincón.
“En el mes de abril de este año empecé a dar la leche”, explicó Viviana quien al ser consultada sobre el porqué de esta decisión destacó: “Porque miraba y veía las necesidades de los chicos del barrio, pero no sólo de una taza de leche sino de cariño y amor”.
“Muchos de estos chicos se levantan y andan juntando cartones, muchos de estos chicos no saben lo que es la niñez”, señaló con profunda tristeza esta madre que con gran esfuerzo ha criado a sus hijos.
“Ellos acá, al menos hoy, están contentos, toman su taza de leche y juegan”, destacó con la alegría que le provoca la labor que hace semanalmente.
“A mi no es que me sobre la plata, pero siempre pienso que nadie es tan pobre como para no tener nada para dar, aunque sea un poco de amor”, indicó con gran sabiduría Viviana.
En tanto, señaló que muchas veces recibe ayuda de vecinos de la ciudad para comprar la leche. “Gente que se entera de lo que estamos haciendo y nos ayuda”, explicó a EL ARGENTINO.
También, reciben periódicamente donaciones de una iglesia evangélica que visita el barrio.
“Pero esto que yo hago no es político ni religioso, es sólo por los niños, sí aceptamos ayuda de quien nos quiera brindar pero de la religión o de la línea política que sea”, aclaró Viviana.
Con leche y galletitas se logran muchas sonrisas
Con unos diez litros de leche y unas cuantas bolsas de galletitas cada sábado unos treinta chicos del asentamiento comparten un desayuno y se entretienen jugando juegos de chicos. Son momentos en los que se privilegia la niñez, la inocencia y donde se olvidan, al menos por un rato, de los obstáculos que sus familias deben enfrentar en la vida cotidiana.
Al merendero asisten unos 30 chicos –número que varía semana tras semana. Los niños de entre 2 y 13 años comienzan a llegas pasadas las 10. “Aunque el horario del merendero es a las 10:30, algunos chicos empiezan a llegar antes de las 10 porque ellos no saben la hora, se levantan y vienen y después continúan viniendo pasadas las once. Esperan este día y si por algún motivo un sábado no abrimos o me duermo, me preguntan: ¿‘señora hoy no tomamos la leche’?”.
En tanto, todas las donaciones que llegan a manos de Viviana se reparten los sábados en el merendero, mayoritariamente se trata de ropa y calzados –lo que hace mucha falta en el barrio.
Se coloca la bolsa con las donaciones en medio de la ronda y se van sacando las prendas, entregándoselas a quien le vaya el talle.
Viviana destacó que “si yo recibiera más leche seguramente comenzaría a dar el domingo también, por eso si alguien siente desde el corazón que desea ayudarnos será bienvenido –leche, galletitas, ropa, calzado”.
“Mi proyecto es seguir adelante con el merendero”; expresó Viviana quien añadió “esto ya no depende de mi, de si tengo ganas o no, sino que los chicos ya me esperan y yo tengo este compromiso con ellos. Con los chicos no se juega”, afirmó con seriedad la vecina.
“A veces me pego unos sustos porque no tengo plata y las donaciones no me llegan, pero siempre a ultimo momento aparece alguien o pregunto y pido a amigos y conocidos con tal de poder darles la leche”, indicó.
La experiencia vivida por Viviana marcó un camino claro en su vida. Ella siente la necesidad de ayudar, con lo que puede, a que los chicos que tengan una infancia un poco más feliz.
Aunque muchos de sus derechos y posibilidades se ven vulnerados y no cuenta con cuestiones básicas como una vivienda digna y un trabajo, Viviana supo quebrar su destino y realizar su sueño: un merendero que alimenta y contiene a muchos hijos de las familias que viven en el asentamiento.
Este humilde proyecto solidario materializa la idea de que con voluntad es posible sobreponerse a las adversidades y a la vez ayudar al prójimo.
Merendero “Lucecitas” necesita:
-Leche.
-Chocolate y azúcar.
-Galletitas.
-Ropa para niños.
-Zapatillas (o calzado de cualquier tipo)
-Una olla con capacidad para más de 10 litros de leche.
¿Cómo colaborar?
Llamando a Viviana Romero al 15-660513 o yendo a su casa, ubicada en la esquina de 1º de Mayo y Juan B. Justo.
Por Rocío Fernández
Fotografías Ricardo Santellán
EL ARGENTINO ©
En esta edición EL ARGENTINO Solidario se aboca a un proyecto solidario que surgió en medio de un contexto de gran vulnerabilidad y de innumerables carencias, lo que demuestra que con voluntad, amor y compromiso se pueden hacer muchas cosas.
Viviana nació en La Cuchilla pero desde hace dos años vive en el Asentamiento de bulevar Montana y 1º de Mayo. Sabe de las muchas necesidades que existen en el barrio. Sabe que muchos chicos andan descalzos y con hambre ayudando a sus padres a conseguir el sustento diario para poder comer. Conoce esta realidad porque convive con ella a diario. Y gracias a que hoy su situación es un poco mejor, porque ya crió a sus tres hijos, en abril comenzó a ofrecer una taza de chocolate caliente a los chicos.
Así comenzó lo que lleva por nombre Merendero “Lucecitas”, que funciona en el humilde hogar de Viviana, ubicado en una de las tantas casillas del asentamiento, precisamente en la esquina de 1º de Mayo y Juan B Justo.
“Esto me hace feliz”
El nombre del merendero “Lucecitas”, fue elegido por su fundadora “porque eso es lo que ellos son para mí: lucecitas”, indicó Viviana Romero a EL ARGENTINO.
“Yo se que con esto no voy a resolver un problema que viene de muy atrás, pero a mi me hace feliz y a los niños también. Con muy poco se logra mucho…”, reflexionó Viviana mientras servía la leche en una jarra de plástico a los niños que estaban ordenada y tranquilamente sentados en banquetas y sillas en la sala de su casa.
Luego de tomar su taza de leche y de comer las galletitas que los hijos de Viviana –Ana, Analía y Ernesto- repartían; algunos chicos se fueron a jugar a la plaza “Toto” Irigoyen, que está ubicada justo enfrente a la precaria vivienda y otros permanecieron allí.
Es que esa taza de leche caliente y el amor que reciben en este hogar les hace muy bien. Según relató Viviana, cuando comenzaron a acercarse a su casa, “no se portaban tan bien como ahora, hacían lío y se peleaban”, pero hoy la situación es otra. Los chicos llegan acompañados por algún hermano un poco más grande y se ubican cada uno en un rincón de la sala. Allí esperan charlando su taza de chocolate y avisan si alguno quedó afuera de la ronda: “Seño, ella no tiene”, se escuchó desde un rincón.
“En el mes de abril de este año empecé a dar la leche”, explicó Viviana quien al ser consultada sobre el porqué de esta decisión destacó: “Porque miraba y veía las necesidades de los chicos del barrio, pero no sólo de una taza de leche sino de cariño y amor”.
“Muchos de estos chicos se levantan y andan juntando cartones, muchos de estos chicos no saben lo que es la niñez”, señaló con profunda tristeza esta madre que con gran esfuerzo ha criado a sus hijos.
“Ellos acá, al menos hoy, están contentos, toman su taza de leche y juegan”, destacó con la alegría que le provoca la labor que hace semanalmente.
“A mi no es que me sobre la plata, pero siempre pienso que nadie es tan pobre como para no tener nada para dar, aunque sea un poco de amor”, indicó con gran sabiduría Viviana.
En tanto, señaló que muchas veces recibe ayuda de vecinos de la ciudad para comprar la leche. “Gente que se entera de lo que estamos haciendo y nos ayuda”, explicó a EL ARGENTINO.
También, reciben periódicamente donaciones de una iglesia evangélica que visita el barrio.
“Pero esto que yo hago no es político ni religioso, es sólo por los niños, sí aceptamos ayuda de quien nos quiera brindar pero de la religión o de la línea política que sea”, aclaró Viviana.
Con leche y galletitas se logran muchas sonrisas
Con unos diez litros de leche y unas cuantas bolsas de galletitas cada sábado unos treinta chicos del asentamiento comparten un desayuno y se entretienen jugando juegos de chicos. Son momentos en los que se privilegia la niñez, la inocencia y donde se olvidan, al menos por un rato, de los obstáculos que sus familias deben enfrentar en la vida cotidiana.
Al merendero asisten unos 30 chicos –número que varía semana tras semana. Los niños de entre 2 y 13 años comienzan a llegas pasadas las 10. “Aunque el horario del merendero es a las 10:30, algunos chicos empiezan a llegar antes de las 10 porque ellos no saben la hora, se levantan y vienen y después continúan viniendo pasadas las once. Esperan este día y si por algún motivo un sábado no abrimos o me duermo, me preguntan: ¿‘señora hoy no tomamos la leche’?”.
En tanto, todas las donaciones que llegan a manos de Viviana se reparten los sábados en el merendero, mayoritariamente se trata de ropa y calzados –lo que hace mucha falta en el barrio.
Se coloca la bolsa con las donaciones en medio de la ronda y se van sacando las prendas, entregándoselas a quien le vaya el talle.
Viviana destacó que “si yo recibiera más leche seguramente comenzaría a dar el domingo también, por eso si alguien siente desde el corazón que desea ayudarnos será bienvenido –leche, galletitas, ropa, calzado”.
“Mi proyecto es seguir adelante con el merendero”; expresó Viviana quien añadió “esto ya no depende de mi, de si tengo ganas o no, sino que los chicos ya me esperan y yo tengo este compromiso con ellos. Con los chicos no se juega”, afirmó con seriedad la vecina.
“A veces me pego unos sustos porque no tengo plata y las donaciones no me llegan, pero siempre a ultimo momento aparece alguien o pregunto y pido a amigos y conocidos con tal de poder darles la leche”, indicó.
La experiencia vivida por Viviana marcó un camino claro en su vida. Ella siente la necesidad de ayudar, con lo que puede, a que los chicos que tengan una infancia un poco más feliz.
Aunque muchos de sus derechos y posibilidades se ven vulnerados y no cuenta con cuestiones básicas como una vivienda digna y un trabajo, Viviana supo quebrar su destino y realizar su sueño: un merendero que alimenta y contiene a muchos hijos de las familias que viven en el asentamiento.
Este humilde proyecto solidario materializa la idea de que con voluntad es posible sobreponerse a las adversidades y a la vez ayudar al prójimo.
Merendero “Lucecitas” necesita:
-Leche.
-Chocolate y azúcar.
-Galletitas.
-Ropa para niños.
-Zapatillas (o calzado de cualquier tipo)
-Una olla con capacidad para más de 10 litros de leche.
¿Cómo colaborar?
Llamando a Viviana Romero al 15-660513 o yendo a su casa, ubicada en la esquina de 1º de Mayo y Juan B. Justo.
Por Rocío Fernández
Fotografías Ricardo Santellán
EL ARGENTINO ©
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