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Ulises, Thor, Barragán, hijos de Zeus
Heyerdahl inició la travesía a bordo de la balsa Kon-Tiki bautizada en honor al jefe al que atribuía el vínculo entre ambos extremos del Pacífico un 27 de abril de 1947
Es apasionante la historia de los expedicionarios noruegos que afirmaban que los incas años antes que Colón llegara a América habían navegado desde las costas de Perú rumbo a la Polinesia. Fue en 1947 cuando la expedición de la balsa "Kon-Tiki", del noruego Thor Heyerdahl, logró esa proeza increíble y por eso quiero recordarla.
(*) Jorge Pedro Jurado
(Colaboración)
El objetivo de Heyerdahl al iniciar su increíble travesía acompañado de otros cuatro noruegos y un sueco era demostrar que habitantes de Sudamérica pudieron llegar a la Polinesia en tiempos precolombinos a bordo de primitivas balsas construidas con troncos y atadas con sogas de cáñamo.
La pista que le llevó a apostar por esa idea la obtuvo durante sus estudios de las leyendas incaicas, cuando concluyó que el Rey Sol peruano llamado Viracocha era la deidad Kon-Tiki venerada en la Polinesia. Heyerdahl sostenía que ninguna duda podía caberle de que el dios blanco Tiki, expulsado del Perú al Pacífico por los antepasados de los incas, era idéntico al dios hijo del Sol, a quien los habitantes de las islas del Pacífico veneraban como el fundador de su raza.
Es por ello que Heyerdahl expuso sus ideas sobre la probable llegada de aborígenes americanos para colonizar la Polinesia ya en el año 1941. La crítica que le lanzaban sus detractores era que resultaba imposible que pueblos de Sudamérica se hubiesen trasladado por el Pacífico a la Polinesia, a miles de millas de distancia por una razón simple que era la carencia de barcos, afirmaban.
Heyerdahl en cambio replicó que disponían de primitivas barcas construidas de maderos y sus opositores le respondieron con ironía: “Bueno, si quiere usted puede intentar un viaje del Perú a las islas del Pacífico en una balsa igual”. Así nació en el intrépido aventurero noruego la idea de realizar esa expedición que salió desde el puerto del Callao hasta el Atolón de Raoia en una balsa igual a las que habrían construido los incas.
Heyerdahl inició la travesía a bordo de la balsa Kon-Tiki bautizada en honor al jefe al que atribuía el vínculo entre ambos extremos del Pacífico un 27 de abril de 1947 y lo hizo acompañado con sus tripulantes. Tras 100 días de navegación impulsados solo por las corrientes y el viento, la Kon-Tiki llegó a la Polinesia, luego de recorrer casi 7.000 kilómetros.
La expedición tuvo críticos desde el primer minuto. Ni el éxito ni los reconocimientos que atesoró Heyerdahl diluyeron la polémica suscitada por sus conclusiones incluso se llegó a decir que la teoría de la migración no quedó demostrada con la travesía de la Kon-Tiki.
Años después, en 2007 investigadores de la Universidad de Auckland hallaron huesos de pollo en un yacimiento de Chile que demostraría que los navegantes de la Polinesia ya habían alcanzado América en el siglo XIV ya que esas aves recién fueron traídas a América por los conquistadores españoles mucho después.
En 2011, se realizó una investigación liderada por la Universidad de Oslo, quien tras recoger muestras de sangre de isleños de la isla de Pascua comprobó que incluían ADN procedente de los nativos americanos. El hallazgo demostraría que antes de que los europeos llegasen a las islas, sus lugareños se habían cruzado ya con indígenas sudamericanos, pero insistirían que ello no confirmaría las teorías del intrépido promotor de la expedición de la Kon-Tiki. “Heyerdahl estaba equivocado, pero no completamente”, dirían ya que siempre se sostuvo que la Polinesia fue colonizada a través de Asia hace aproximadamente 5.500 años.
Lo que siempre cautivó a quien esto relata es la pasión con la que Heyerdahl encaró la aventura. Para que su balsa fuera fiel copia de las empleadas por los pueblos precolombinos se trasladó a la selva peruana, donde consiguió los troncos necesarios para ensamblar su rudimentaria embarcación. Cañas de bambú y hojas de banana completaban los materiales de construcción. Esa fidelidad a la técnica primitiva permitiría a la balsa alcanzar su destino, ya que la savia que impregnaba los troncos impidió que se empapasen del agua salada del océano y la flexibilidad que le daban las ligaduras evitó que los maderos se desarmasen con las violentas embestidas de las olas y las fuertes rachas de viento.
La expedición llevó, eso sí, un pequeño bote de caucho, un equipo de radio para comunicarse y algunos lujos modernos para la época, como alimentos enlatados, un calentador Primus que muchos de ustedes queridos lectores conocieron de chicos y un botiquín.
Los tripulantes se hicieron expertos pescadores y adquirieron confianza en sus habilidades que incluso pescaban y cazaban tiburones agarrándolos por la cola y subiéndolos a bordo de la Kon-Tiki mientras esquivaban sus furiosas dentelladas y así se alimentaban. Años después otra hazaña similar ocurrió con la denominada Expedición Atlantis que fue una proeza que conmovió a toda la Argentina y al mundo entero. La Atlantis concretó un viaje en 1984 cuando cinco argentinos al mando de Alfredo Barragán cruzaron el Océano Atlántico en una primitiva balsa de troncos a vela y sin timón, solo arrastrados por las corrientes marinas. Habían partido 52 días antes de las Islas Canarias, ante la mirada incrédula de autoridades e isleños. Junto a Barragán iban Jorge Iriberri, Horacio Giaccaglia, Daniel Sánchez Magariños y Félix Arrieta.
Con el emocionado arribo a La Guayra, en Venezuela, culminaba una hazaña ejemplar que había sorteado múltiples obstáculos. Pero al fin, esa epopeya plagada de peligros colocaba a Barragán y sus hombres al nivel de exploradores legendarios como el capitán Richard Burton, descubridor de las fuentes del Nilo los lagos Victoria y Alberto y del mencionado Thor Heyerdahl.
No era este emprendimiento una mera obstinación de deportistas amantes de peligrosos sino la concreción de un objetivo que desafiaba también la Historia y la Antropología; porque la embarcación utilizada para recorrer las 3.200 millas marinas, era una réplica de las utilizadas hace 3.500 años por los africanos, que bien pudieron haber utilizado la corriente de las Canarias para arribar a las costas de México, 3.000 años antes que Colón descubriese América. La Atlantis demostró la factibilidad de su hipótesis.
Alfredo Barragán, un abogado y deportista resumió el logro de Atlantis con estas palabras: “Habíamos alcanzado un sueño. Pero durante esos días estuvimos solos, nunca estuvimos tan desnudos y jamás fuimos tan poderosos. No había fuerza en la tierra que nos disuadiera de este sueño. Atlantis fue y es una invitación al hombre en creer en sí mismo. Es la prueba de que no hay imposibles si se lucha con convicción, planificación y perseverancia, en pos de un objetivo noble y bello”.
Queridos lectores, Heyerdahl, Barragán y sus tripulaciones nos dieron una muestra palpable que el Ulises de Homero no fue una leyenda de la mitología griega sino que eran hijos de Zeus y un ejemplo de que para el ser humano todo es posible, aunque haya que amarrarse al mástil de la nave para no caer atrapados por cantos de sirena, y el regreso a la Patria no es una aventura sino una meta que cumplir.
Nota del editor
Esta columna se despide por este año de los lectores para reanudar el domingo 1ro de marzo.
(*) El autor de este artículo es abogado, periodista, escritor de varios libros: “Poesías desde el alma”, “Don Pedro”, “Mi río, mis poesías, mis recuerdos”. También conductor del programa de radio “Tres por Semana “en la FM 91.3 de la Ciudad de Buenos Aires, columnista en LT 41 y director de El Censor Online, periódico que se publica todos los domingos en el grupo de Facebook denominado “ El Censor Online”.