Temor en Londres por la ola de violencia
Los vecinos de Hackney, un distrito desfavorecido del norte de Londres, condenan los disturbios que sacudieron el barrio hace unos días, pero aseguraron que si el gobierno sigue ignorando la pobreza, la falta de trabajo y el desaliento de la gente, la mecha de la violencia volverá a encenderse.
Hackney fue una de las zonas que sufrió la peor ola de violencia de la capital británica en más de 20 años: hubo coches incendiados, tiendas saqueadas y enfrentamientos con la policía.
“Estupidez”, “oportunismo”, “escandaloso” o “criminales” son algunas de las palabras que más salen de la boca de los residentes del distrito.
Este barrio multiétnico de Londres tiene una agitada historia a sus espaldas, con disturbios raciales en los años 1980, venta de crack en los 90, bandas o asesinatos.
“Hace 20 años, la policía no podía venir aquí, a Clarence Road, era una línea de frente”, mientras que hoy en día “Hackney es un lugar maravilloso de mezcla”, cuenta Ian Rathbone, consejero del distrito. “¡Para de alcahuetear!”, le grita un adolescente negro al pasar.
Sivaharan Kandiah, de 39 años, no puede dejar de llorar: los saqueadores han vaciado totalmente su establecimiento. “El lunes cerramos a las 14H30 porque nos dijeron que había disturbios”, y “a las 20H30 entraron en mi tienda. La policía estaba a 50 metros y no hizo nada”, acusa este comerciante.
“Se lo llevaron todo, de acuerdo, pero la manera cómo lo hicieron... ¡Incluso intentaron prender fuego!”, se exclama Kandish, que ha recibido el apoyo de muchos vecinos. “¡Si tenéis reivindicaciones sociales, atacad los edificios gubernamentales! ¿Por qué mi tienda?”, se pregunta.
Los disturbios supusieron una “ocasión para que todo el mundo se quejara”, asegura Ola, de 36 años, sentado en un banco del parque Clapton Square. Para este banquero nigeriano, los disturbios no son consecuencia ni del racismo porque “todo el mundo participó, blancos, negros, asiáticos”, ni del desempleo que afecta a un 33 por ciento de la población de entre 16 y 24 años, sino “de las familias rotas, de niños sin educación. Y del aburrimiento. La revuelta conlleva emociones fuertes”, añade Ola.
¿Y las fuerzas de seguridad? Silencio. “La policía me ha parado ocho veces en dos meses. No me altero, pero algunos jóvenes no son como yo”, dice.
Los negros son el principal objetivo de los controles policiales, que son algo “controvertidos” según el consejero Rathbone.
El barrio fue rehabilitado en los años 2000, pero la situación volvió a degradarse con el impacto de la crisis económica, relata Jay, un comerciante paquistaní. “Cerraron todos los centros para jóvenes alegando que no había dinero. Desde entonces, los jóvenes están en la calle”, deplora. No muy lejos está el estadio en construcción que debe acoger los Juegos Olímpicos del año que viene. Jay lamenta “este dinero malgastado” que tanto necesita Hackney.
“Estupidez”, “oportunismo”, “escandaloso” o “criminales” son algunas de las palabras que más salen de la boca de los residentes del distrito.
Este barrio multiétnico de Londres tiene una agitada historia a sus espaldas, con disturbios raciales en los años 1980, venta de crack en los 90, bandas o asesinatos.
“Hace 20 años, la policía no podía venir aquí, a Clarence Road, era una línea de frente”, mientras que hoy en día “Hackney es un lugar maravilloso de mezcla”, cuenta Ian Rathbone, consejero del distrito. “¡Para de alcahuetear!”, le grita un adolescente negro al pasar.
Sivaharan Kandiah, de 39 años, no puede dejar de llorar: los saqueadores han vaciado totalmente su establecimiento. “El lunes cerramos a las 14H30 porque nos dijeron que había disturbios”, y “a las 20H30 entraron en mi tienda. La policía estaba a 50 metros y no hizo nada”, acusa este comerciante.
“Se lo llevaron todo, de acuerdo, pero la manera cómo lo hicieron... ¡Incluso intentaron prender fuego!”, se exclama Kandish, que ha recibido el apoyo de muchos vecinos. “¡Si tenéis reivindicaciones sociales, atacad los edificios gubernamentales! ¿Por qué mi tienda?”, se pregunta.
Los disturbios supusieron una “ocasión para que todo el mundo se quejara”, asegura Ola, de 36 años, sentado en un banco del parque Clapton Square. Para este banquero nigeriano, los disturbios no son consecuencia ni del racismo porque “todo el mundo participó, blancos, negros, asiáticos”, ni del desempleo que afecta a un 33 por ciento de la población de entre 16 y 24 años, sino “de las familias rotas, de niños sin educación. Y del aburrimiento. La revuelta conlleva emociones fuertes”, añade Ola.
¿Y las fuerzas de seguridad? Silencio. “La policía me ha parado ocho veces en dos meses. No me altero, pero algunos jóvenes no son como yo”, dice.
Los negros son el principal objetivo de los controles policiales, que son algo “controvertidos” según el consejero Rathbone.
El barrio fue rehabilitado en los años 2000, pero la situación volvió a degradarse con el impacto de la crisis económica, relata Jay, un comerciante paquistaní. “Cerraron todos los centros para jóvenes alegando que no había dinero. Desde entonces, los jóvenes están en la calle”, deplora. No muy lejos está el estadio en construcción que debe acoger los Juegos Olímpicos del año que viene. Jay lamenta “este dinero malgastado” que tanto necesita Hackney.
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