AMIA, una bomba que sigue explotando
Cristina Kirchner volvió a dar un vuelco sobre la marcha para sintonizar el dial de la opinión pública. Ya lo había hecho tras la conversión del cardenal Bergoglio en Papa y lo acaba de repetir con la impactante muerte del fiscal federal Alberto Nisman.
Hace casi dos años la Presidenta se dio cuenta rápidamente de que debía subirse a la ola de popularidad del primer pontífice argentino, pese a su áspera reacción inicial, y ahora busca controlar los daños de una muerte resonante y corrosiva.
Luego de haber alentado durante tres días la teoría del suicidio, se replegó en otra carta "convencida" de que Nisman no se había quitado la vida. Una encuesta de Aresco conocida pocas horas antes había revelado que siete de cada diez argentinos no creían en que el fiscal haya sido su propio ejecutor.
Sin embargo, en la investigación todavía no hay elementos -o al menos no fueron difundidos- para llegar a la conclusión de que fue un suicidio, un suicidio inducido o un homicidio.
El golpe de timón presidencial obedeció a que el impacto por el fallecimiento del investigador de la causa AMIA trascendió las fronteras del país y dañó la imagen del Gobierno. Esto es reconocido en la propia Casa Rosada.
La muerte de Nisman se produjo horas después de haber denunciado a la cúspide del poder por presunto encubrimiento del atentado contra la mutual judía y dejó la sensación de que una Argentina mafiosa se mueve impunemente entre bambalinas.
Demasiado espionaje ilegal. Demasiada diplomacia paralela o informal. Demasiada intromisión entre poderes. Franeleo. Coimas. En el fondo, lo que está mostrando descarnadamente el suicidio/crimen de Nisman es la baja calidad institucional de la Argentina, de la que el propio fiscal no estuvo exento y que no es ni más ni menos que el sustrato de todo el proceso político-judicial del caso AMIA.
Luego de haber alentado durante tres días la teoría del suicidio, se replegó en otra carta "convencida" de que Nisman no se había quitado la vida. Una encuesta de Aresco conocida pocas horas antes había revelado que siete de cada diez argentinos no creían en que el fiscal haya sido su propio ejecutor.
Sin embargo, en la investigación todavía no hay elementos -o al menos no fueron difundidos- para llegar a la conclusión de que fue un suicidio, un suicidio inducido o un homicidio.
El golpe de timón presidencial obedeció a que el impacto por el fallecimiento del investigador de la causa AMIA trascendió las fronteras del país y dañó la imagen del Gobierno. Esto es reconocido en la propia Casa Rosada.
La muerte de Nisman se produjo horas después de haber denunciado a la cúspide del poder por presunto encubrimiento del atentado contra la mutual judía y dejó la sensación de que una Argentina mafiosa se mueve impunemente entre bambalinas.
Demasiado espionaje ilegal. Demasiada diplomacia paralela o informal. Demasiada intromisión entre poderes. Franeleo. Coimas. En el fondo, lo que está mostrando descarnadamente el suicidio/crimen de Nisman es la baja calidad institucional de la Argentina, de la que el propio fiscal no estuvo exento y que no es ni más ni menos que el sustrato de todo el proceso político-judicial del caso AMIA.
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