Campañas millonarias: los increíbles costos que insumirá el sueño presidencial
Todos evitarán admitirlo. Porque hay cifras que no se pueden pronunciar en voz alta. Pero los principales aspirantes a la Presidencia gastarán el año próximo un mínimo de 500 millones de pesos.
Eso, para hacer una campaña aceptable, porque los que se vean con chances ciertas de ganar superarán con holgura los mil millones de pesos. ¿Y el techo? El cielo es el límite, según los cálculos de los candidatos, operadores, funcionarios, empresarios que ya aportaron -o al menos ya comenzaron a ser abordados- y recaudadores de las actuales y anteriores campañas que dialogaron en los últimos tres meses.
Las cifras pueden parecer un despropósito para el lector desprevenido. Pero basta con recordar que la campaña de 1999 de la Alianza rondó los 100 millones de dólares. ¿A cuánto equivale aquella cifra hoy, sea dólar oficial o blue? ¿O ajustada por inflación -Indec o real- o por el crecimiento del producto bruto interno (PBI)?
El monto, claro está, resulta muy superior a las cuentas oficiales de cada campaña que verifica la justicia electoral. Pero ninguno de los más de 40 informantes consultados por La Nación tomó esas rendiciones en serio. Las consideran una formalidad sin asidero en la realidad.
¿Y cómo se maneja tanto dinero sin registro? Mucho, en bolsos; otro tanto, con cheques que se cobran en cuevas, como implementó el Frente para la Victoria (FPV) en 2007, con el dinero de Sebastián Forza, entre otros.
En los papeles y para la contienda de 2013, el FPV declaró gastos por 22,5 millones de pesos en el territorio bonaerense frente a los 12,2 millones de pesos que declaró el por entonces candidato a diputado nacional Sergio Massa.
Pero la realidad fue muy distinta: uno de los candidatos distribuyó más de 15 millones de pesos sólo entre sus fiscales pagos -que complementaron a los voluntarios- para cubrir las cerca de 35 mil mesas de la provincia de Buenos Aires, ejemplificó uno de los armadores de aquellas elecciones. Y esa cifra no incluyó lo que destinó a viandas y transporte.
¿Otro ejemplo? Durante el último mes de aquella campaña caliente, el FPV gastó 9,6 millones de pesos en carteles en la vía pública, según una auditoría de la Cámara Nacional Electoral, aunque el oficialismo declaró 2,6 millones de pesos en ese rubro para toda su campaña.
Aquella contienda de 2013 apenas será un canapé, sin embargo, comparada con 2015. Fue una elección de mitad de mandato y en una provincia, la de Buenos Aires, que, aunque sea la más importante y habitada del país, no se compara con una puja nacional.
Por eso las cuentas se potenciarán aún más en los próximos meses, adelantan todos los consultados, cuando se abarque todo el país y esté en juego la Casa Rosada. Por eso es que los que afilan lápices estiman que sólo en fiscales cada candidato podría consumir hasta 100 millones de pesos.
Más cuentas
En rigor, poco y nada es gratis en una elección. Un acto en el Luna Park puede insumir entre 4 y 5 millones de pesos -alquiler del estadio, luz, sonido, traslados y mucho más-.
¿Un cartel? Pues como en el teatro, el precio depende de la ubicación. Si es en la Panamericana, 100 mil pesos por mes. Lo mismo que pagó el gobernador Daniel Scioli por cada una de las dos gigantografías en la autopista La Plata-Buenos Aires. Y en la avenida General Paz, la cifra sube a 150 mil pesos con esa pauta: por cartel y por mes.
¿Y los afiches más pequeños? “Contratamos 45 días de vía pública con un costo cercano a los 600 mil pesos”, detalló el senador y precandidato radical, Ernesto Sanz, ante la consulta.
Junto al jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, aportan otro ejemplo concreto: “Tenemos afiches de la campaña «Macri 2015» en Mendoza, en la ruta 2 y en Lanús. Esos sí los paga el Pro. Gastamos 60 mil pesos por mes”, indicaron. Claro que esos son apenas unos pocos ejemplos de publicidad estática y casi siempre reconoce montos que no se condicen con la realidad.
¿Y una entrevista de un bloque en la televisión abierta, sobre el filo de la medianoche (ni siquiera prime time)? 150 mil pesos. Porque el rubro medios -léase, prensa y productoras- será unas de las grandes aspiradoras de fondos de 2015.
Un antecedente: sólo durante el partido por las eliminatorias de 2009 entre la Argentina y Venezuela, en el que todo el país pudo ver en la tele a Francisco De Narváez en un palco con su esposa después de cada gol del seleccionado, le costó al “Colorado” más de 550 mil pesos, entre la publicidad oficial y la otra, la “no tradicional”. Y eso fue hace cinco años, entonces ahora se sabe que mucho más, por lo menos el doble.
“Va a ser una campaña cara porque no hay un ganador claro de antemano como sí pasó la última vez con la reelección de Cristina Kirchner”, indicó uno de los recaudadores, “entonces [los precandidatos] van a poner mucha plata en la primaria para posicionarse. Mucha más que la última vez”, por la de 2011, publicó Análisis Digital.
Como impone la ley, el Estado nacional aportará una ayuda. Pero sólo servirá para solventar una parte de los gastos reales. Y en ciertos casos, queda condicionado. Pro, por ejemplo, aún no cobró un peso en Santa Fe, a pesar de los votos que cosechó Miguel del Sel por problemas varios con los balances que presentó su campaña.
Efectivo
La necesidad de cash potenciará entonces varias prácticas. Entre otras, la búsqueda de candidatos locales que garanticen su propio financiamiento o “compren” su lugar en las listas sábana a legisladores nacionales o provinciales o incluso para concejal, una tendencia que comenzó en los 90 con los diputados del entonces presidente Carlos Menem
Es decir, una licitación oficiosa en los que ciertos puestos de privilegio se cotizan en millones de pesos. Al punto de que, en 2013, un lugar atractivo en la lista para entrar a la Legislatura bonaerense se “remató” en cuatro millones de pesos, mientras que otro puesto, mucho más abajo, se vendió en apenas 30 mil dólares, aunque tan abajo en la lista que el comprador del lugar no entró.
Para 2015, sin embargo, habrá que exprimir cada peso. Sólo un equipo de seis muchachos que se encargue de pintadas en las calles del conurbano cobra 40 mil pesos por mes. O tres mil pesos por 30 murales en una noche, sin compromiso de que duren más que un suspiro.
El dinero se cobra con la entrega de las 30 fotos que acrediten las pintadas, que apenas se sostienen con acuerdos de no agresión con otros equipos, que, de todos modos, a veces terminan a los cuchillazos o a los tiros.
Claro que aún si se pide dinero, bienvenido será el pago en bienes o servicios, otra tendencia que se potenciará durante 2015.
Es decir, grandes empresarios que financian a varios candidatos a la vez, o que en vez de efectivo aportan en “especies”, como prestar un avión o automóvil, pagar encuestas, cartelería o hasta proveer las viandas el día de las elecciones.
¿Cómo funciona? Por ejemplo: la empresa X le paga a una consultora por un sondeo en Córdoba para un candidato, pero en los papeles (de la propia consultora y de la empresa) figurará como un supuesto estudio sobre la inserción en el mercado cordobés de su nuevo producto. Y de la firma.
Otro rasgo que viene de arrastre es el rol que deben asumir los referentes de las distintas cámaras empresarias para coordinar encuentros -y a veces algo más- con los candidatos. Entre otros, José Ignacio de Mendiguren, en la Unión Industrial Argentina (UIA), o Jorge Brito, entre los banqueros. Todos los equipos de campaña los marcan como jugadores durante estas últimas semanas y protagonistas decisivos en lo que se viene. Y muchos de esos encuentros no son gratuitos. Al contrario, cuestan fortunas.
En tanto, otro clásico son los eventos de fundraising, como las cenas en las que se cobra una “colaboración”. Algunos pagan esos cubiertos, otros sólo prestan su nombre para que el candidato pueda blanquear la fortuna que antes aportó algún benefactor. A mil pesos por tenedor y mil comensales por cena, se puede recaudar 1 millón de pesos en una cena. O, lo que es parecido, recurrir a mil militantes (que son propios y no pusieron un peso) para que declaren que pusieron mil pesos cada uno y así blanquear el aporte de algún “Tío Rico”.
Así, los candidatos dicen que no lanzaron sus campañas y sus benefactores no dan la cara, pero sus primeros frutos comienzan a verse. Por ejemplo, en las publicidades televisivas y en la cartelería.
Eso se acentuará entre Navidad y Año Nuevo, cuando cuadrillas completas saldrán a colgar carteles a los costados de las rutas nacionales, privilegiando las de mayor tránsito del país por esos días. A 150 pesos de piso por cartel y con 600 pasacalles por colgar de los alambrados de los campos, así se consumirán como mínimo 90 mil pesos por candidato. La fiesta de los mil millones -por cabeza- está por comenzar.
Las cifras pueden parecer un despropósito para el lector desprevenido. Pero basta con recordar que la campaña de 1999 de la Alianza rondó los 100 millones de dólares. ¿A cuánto equivale aquella cifra hoy, sea dólar oficial o blue? ¿O ajustada por inflación -Indec o real- o por el crecimiento del producto bruto interno (PBI)?
El monto, claro está, resulta muy superior a las cuentas oficiales de cada campaña que verifica la justicia electoral. Pero ninguno de los más de 40 informantes consultados por La Nación tomó esas rendiciones en serio. Las consideran una formalidad sin asidero en la realidad.
¿Y cómo se maneja tanto dinero sin registro? Mucho, en bolsos; otro tanto, con cheques que se cobran en cuevas, como implementó el Frente para la Victoria (FPV) en 2007, con el dinero de Sebastián Forza, entre otros.
En los papeles y para la contienda de 2013, el FPV declaró gastos por 22,5 millones de pesos en el territorio bonaerense frente a los 12,2 millones de pesos que declaró el por entonces candidato a diputado nacional Sergio Massa.
Pero la realidad fue muy distinta: uno de los candidatos distribuyó más de 15 millones de pesos sólo entre sus fiscales pagos -que complementaron a los voluntarios- para cubrir las cerca de 35 mil mesas de la provincia de Buenos Aires, ejemplificó uno de los armadores de aquellas elecciones. Y esa cifra no incluyó lo que destinó a viandas y transporte.
¿Otro ejemplo? Durante el último mes de aquella campaña caliente, el FPV gastó 9,6 millones de pesos en carteles en la vía pública, según una auditoría de la Cámara Nacional Electoral, aunque el oficialismo declaró 2,6 millones de pesos en ese rubro para toda su campaña.
Aquella contienda de 2013 apenas será un canapé, sin embargo, comparada con 2015. Fue una elección de mitad de mandato y en una provincia, la de Buenos Aires, que, aunque sea la más importante y habitada del país, no se compara con una puja nacional.
Por eso las cuentas se potenciarán aún más en los próximos meses, adelantan todos los consultados, cuando se abarque todo el país y esté en juego la Casa Rosada. Por eso es que los que afilan lápices estiman que sólo en fiscales cada candidato podría consumir hasta 100 millones de pesos.
Más cuentas
En rigor, poco y nada es gratis en una elección. Un acto en el Luna Park puede insumir entre 4 y 5 millones de pesos -alquiler del estadio, luz, sonido, traslados y mucho más-.
¿Un cartel? Pues como en el teatro, el precio depende de la ubicación. Si es en la Panamericana, 100 mil pesos por mes. Lo mismo que pagó el gobernador Daniel Scioli por cada una de las dos gigantografías en la autopista La Plata-Buenos Aires. Y en la avenida General Paz, la cifra sube a 150 mil pesos con esa pauta: por cartel y por mes.
¿Y los afiches más pequeños? “Contratamos 45 días de vía pública con un costo cercano a los 600 mil pesos”, detalló el senador y precandidato radical, Ernesto Sanz, ante la consulta.
Junto al jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, aportan otro ejemplo concreto: “Tenemos afiches de la campaña «Macri 2015» en Mendoza, en la ruta 2 y en Lanús. Esos sí los paga el Pro. Gastamos 60 mil pesos por mes”, indicaron. Claro que esos son apenas unos pocos ejemplos de publicidad estática y casi siempre reconoce montos que no se condicen con la realidad.
¿Y una entrevista de un bloque en la televisión abierta, sobre el filo de la medianoche (ni siquiera prime time)? 150 mil pesos. Porque el rubro medios -léase, prensa y productoras- será unas de las grandes aspiradoras de fondos de 2015.
Un antecedente: sólo durante el partido por las eliminatorias de 2009 entre la Argentina y Venezuela, en el que todo el país pudo ver en la tele a Francisco De Narváez en un palco con su esposa después de cada gol del seleccionado, le costó al “Colorado” más de 550 mil pesos, entre la publicidad oficial y la otra, la “no tradicional”. Y eso fue hace cinco años, entonces ahora se sabe que mucho más, por lo menos el doble.
“Va a ser una campaña cara porque no hay un ganador claro de antemano como sí pasó la última vez con la reelección de Cristina Kirchner”, indicó uno de los recaudadores, “entonces [los precandidatos] van a poner mucha plata en la primaria para posicionarse. Mucha más que la última vez”, por la de 2011, publicó Análisis Digital.
Como impone la ley, el Estado nacional aportará una ayuda. Pero sólo servirá para solventar una parte de los gastos reales. Y en ciertos casos, queda condicionado. Pro, por ejemplo, aún no cobró un peso en Santa Fe, a pesar de los votos que cosechó Miguel del Sel por problemas varios con los balances que presentó su campaña.
Efectivo
La necesidad de cash potenciará entonces varias prácticas. Entre otras, la búsqueda de candidatos locales que garanticen su propio financiamiento o “compren” su lugar en las listas sábana a legisladores nacionales o provinciales o incluso para concejal, una tendencia que comenzó en los 90 con los diputados del entonces presidente Carlos Menem
Es decir, una licitación oficiosa en los que ciertos puestos de privilegio se cotizan en millones de pesos. Al punto de que, en 2013, un lugar atractivo en la lista para entrar a la Legislatura bonaerense se “remató” en cuatro millones de pesos, mientras que otro puesto, mucho más abajo, se vendió en apenas 30 mil dólares, aunque tan abajo en la lista que el comprador del lugar no entró.
Para 2015, sin embargo, habrá que exprimir cada peso. Sólo un equipo de seis muchachos que se encargue de pintadas en las calles del conurbano cobra 40 mil pesos por mes. O tres mil pesos por 30 murales en una noche, sin compromiso de que duren más que un suspiro.
El dinero se cobra con la entrega de las 30 fotos que acrediten las pintadas, que apenas se sostienen con acuerdos de no agresión con otros equipos, que, de todos modos, a veces terminan a los cuchillazos o a los tiros.
Claro que aún si se pide dinero, bienvenido será el pago en bienes o servicios, otra tendencia que se potenciará durante 2015.
Es decir, grandes empresarios que financian a varios candidatos a la vez, o que en vez de efectivo aportan en “especies”, como prestar un avión o automóvil, pagar encuestas, cartelería o hasta proveer las viandas el día de las elecciones.
¿Cómo funciona? Por ejemplo: la empresa X le paga a una consultora por un sondeo en Córdoba para un candidato, pero en los papeles (de la propia consultora y de la empresa) figurará como un supuesto estudio sobre la inserción en el mercado cordobés de su nuevo producto. Y de la firma.
Otro rasgo que viene de arrastre es el rol que deben asumir los referentes de las distintas cámaras empresarias para coordinar encuentros -y a veces algo más- con los candidatos. Entre otros, José Ignacio de Mendiguren, en la Unión Industrial Argentina (UIA), o Jorge Brito, entre los banqueros. Todos los equipos de campaña los marcan como jugadores durante estas últimas semanas y protagonistas decisivos en lo que se viene. Y muchos de esos encuentros no son gratuitos. Al contrario, cuestan fortunas.
En tanto, otro clásico son los eventos de fundraising, como las cenas en las que se cobra una “colaboración”. Algunos pagan esos cubiertos, otros sólo prestan su nombre para que el candidato pueda blanquear la fortuna que antes aportó algún benefactor. A mil pesos por tenedor y mil comensales por cena, se puede recaudar 1 millón de pesos en una cena. O, lo que es parecido, recurrir a mil militantes (que son propios y no pusieron un peso) para que declaren que pusieron mil pesos cada uno y así blanquear el aporte de algún “Tío Rico”.
Así, los candidatos dicen que no lanzaron sus campañas y sus benefactores no dan la cara, pero sus primeros frutos comienzan a verse. Por ejemplo, en las publicidades televisivas y en la cartelería.
Eso se acentuará entre Navidad y Año Nuevo, cuando cuadrillas completas saldrán a colgar carteles a los costados de las rutas nacionales, privilegiando las de mayor tránsito del país por esos días. A 150 pesos de piso por cartel y con 600 pasacalles por colgar de los alambrados de los campos, así se consumirán como mínimo 90 mil pesos por candidato. La fiesta de los mil millones -por cabeza- está por comenzar.
Este contenido no está abierto a comentarios