Secciones
Diario El Argentino
Secciones
Diario El Argentinoviernes 26 de abril de 2024
Información General

Banco Territorial de Gualeguaychú

Banco Territorial de Gualeguaychú

 Primera parte: Por Hugo Daroca


Antecedentes

Los últimos años de la década de 1870 fueron difíciles para el país y para nuestra ciudad. La crisis dejó sus efectos1 y esto se agravó con la Ley de Bancos dictada por Juárez Celman2.
Gualeguaychú había perdido el espíritu de iniciativa y de asociación que la caracterizaban. Carecía de fuerza para luchar o para paliar la caída de las actividades económicas. El puerto estaba sin movimiento; la edificación, paralizada. Era urgente enfrentar la situación económico-social y nada mejor para ello que contar con la ayuda financiera que podía prestar un banco.
La ciudad tenía un hombre que desde mucho tiempo atrás soñaba con la ardua tarea de crear una institución bancaria, era don ANTONIO DANERI, y de su esfuerzo surgiría el Banco Territorial Gualeguaychú. Este fue el momento propicio para crearlo; de inmediato, la institución promovió el comercio y las industrias agrícolo-ganaderas mediante la concesión de créditos, descuentos de cartas de crédito y otros títulos valores.
Así el Banco Territorial inicia un camino progresista y ascendente con bases sólidas. Fundado al estilo inglés, las acciones se pusieron al alcance de todos, ricos y gente humilde, y supo enfrentar las dificultades que provocaban la crisis y la falta de intermediación en el sector financiero, en circunstancias en que los bancos estatales suprimían los créditos. Sus directivos eran hombres de bien, honestos, creativos y contaban con un gerente como don Antonio Daneri, quien se desempeñó con admirable eficiencia bienhechora.
Hubo épocas en que Gualeguaychú tuvo uno o dos bancos que hubieran transformado la ciudad si no lo hubiese impedido la errónea legislación bancaria sancionada por la Provincia. Llamada la “cuna de los bancos y de atrevidas empresas” y conocida como ciudad de los bancos, quería recuperar ese prestigio.

Oposición

Mientras los fundadores realizaban los actos preparatorios para establecerl esta institución bancaria, fueron combatidos duramente por vecinos incapaces de sumar esfuerzos.
Surgieron voces que intentaron desvanecer la iniciativa creando un clima de desconfianza con insinuaciones pérfidas contra la idea y sus iniciadores. Argumentaban falta de idoneidad en quienes iban a integrar el directorio y la gerencia. La prensa los calificó de personas que “se complacen en criticar o demoler por espíritu de egoísmo, de mala fe o de envidia”3.
La oposición era tan acérrima que intentó fundar otra entidad bancaria denominada inicialmente Banco de Comercio4 y más tarde, Banco Comercial Gualeguaychú. Solo lograron debilitar momentáneamente el apoyo de algunas personas que se habían incorporado desde sus orígenes a tan notable emprendimiento. Una profusa propaganda acompañó este proyecto, y llegaron a redactar el estatuto y a ponerlo a disposición en lugares en los que se suscribían acciones, como las oficinas de los señores José Luis Aranda y Cía., Luis Clavarino, Juan Spangenberg, Juan Nágera, Bartolomé Chichizola, Juan Bagalciaga, Eusebio Vega y Cía y el señor Buade5.
Pronto la entidad que soñó Antonio Daneri abrió sus puertas, y lo hizo en plena crisis bancaria y financiera, durante la cual numerosos bancos oficiales suspendieron los descuentos y hasta los pagos, lo que provocó el cierre de numerosas sociedades que operaban con el formato jurídico de sociedades anónimas5.

Fundación

El Banco se funda en junio de 1889 con capital aportado por comerciantes -que supieron que una sociedad era el medio más eficaz de superar dificultades-, y con la potencia que puede adquirir una institución cuando se suma el esfuerzo de muchos, aunque estos sean débiles y prescindan del apoyo oficial. Su apertura facilitó el rápido manejo de los fondos y la atención de necesidades de los habitantes, a quienes les fue mucho más fácil descontar sus letras y solicitar créditos. Su intervención en el mercado inmobiliario trajo aparejada la valorización de los bienes raíces
Desde el principio fue gestionado por dos personas expertas: su presidente, el Dr. Víctor Vilar, y el gerente don Antonio Daneri. Figuras respetables y muy apreciadas, quienes supieron granjearse la confianza hasta de los más acérrimos opositores que pronto pasaron a sumarse a la clientala del Banco. Gualeguaychú le debe muchas de sus conquistas. Basta citar el alumbrado de gas, la usina y el tranway, signos del progreso ciudadano6.

Asamblea constitutiva

Se lleva a cabo en los primeros días de junio de 1889 y en ella se aprueba el estatuto de la sociedad anónima y se designa el primer directorio que queda integrado de la siguiente manera:
Dr. D. Víctor Vilar, presidente; D. Ángel Fontana, vicepresidente; Esteban Garbino, tesorero; Antonio Font, secretario; Salvador Rossi, Eusebio Goldaracena y Juan C. Etchebarne, vocales; Asisclo Méndez, Agustín G. Piaggio, Ignacio Olaechea, Ángel F. Ríos, suplentes.
Se nombra gerente al señor Antonio Daneri.

El Estatuto

El estatuto de la sociedad fue aprobado por el Superior Gobierno de la Provincia mediante decreto del 22 de junio de 1889. Consta de 58 artículos. Desde su inicio el Banco Territorial toma participación activa y directa en el progreso del departamento de Gualeguaychú.
Destacamos el art. 31 del Estatuto: establecía que para contar con derecho de asistencia y voto en las asambleas, el accionista debía poseer por lo menos diez acciones, que representaban un voto; pero ningún accionista podía tener más de seis votos, con lo que se democratizaban las decisiones.
Como dato curioso cabe destacar que el título octavo, denominado “De las Utilidades y Fondo de Reserva”, art. 51, establecía que las utilidades líquidas que resultaran de las operaciones del Banco serían distribuidas de la forma siguiente: 3%, al Gerente y 1%, al Secretario y al Presidente. El 5 % se distribuiría entre los miembros del directorio en proporción a la asistencia de cada uno de ellos a las reuniones.
Clara valoración del Banco que daba preeminencia al gerente como empleado de la institución y no por su calidad de capitalista. Otro aspecto destacable que ponía el acento en la responsabilidad de la gestión bancaria: determinaba que los dividendos a distribuirse entre los directores se establecería de acuerdo con la concurrencia a las reuniones de directorio.
La sociedad sería administrada por un directorio compuesto por once accionistas elegidos en asamblea: siete titulares y cuatro suplentes ?que solo ejercerían la función de titulares cuando fueran llamados para formar quórum en caso de que aquellos estuviesen en minoría?. Para ser director se requería poseer por lo menos 250 acciones de la sociedad. El directorio duraría dos años en sus funciones; en caso de renovación, en el primer ejercicio se sortearían los cinco primeros miembros y en el segundo, los seis restantes, y así sucesivamente (art. 37).
El gerente no podía ser removido sino por el acuerdo de las dos terceras partes de los miembros que componían el directorio (art.52).

Derechos reservados

1La caída del precio de los productos que se exportaban, el endeudamiento externo, las emisiones continuas del papel moneda y la pérdida de valor del signo monetario provocaron inflación. Se vendía barato y se compraba caro.
2 El 3 de noviembre de 1887, el Gobierno sancionó la Ley de Bancos Nacionales Garantidos que autorizaba a entidades a emitir billetes a cambio de realizar un depósito en oro en el Tesoro Nacional; por el que se entregaban títulos públicos contra los que la entidad bancaria emitía moneda. La irresponsabilidad fiscal y la desmesurada emisión dispararon inflación. Este festival de emisiones provinciales y privadas se detuvo recién en 1890, cuando Carlos Pellegrini estableció una Caja de Conversión.
3 La Sentinella, Año II, N° 109, Gualeguaychú, 8 de julio de 1889, p. 1, cols. 1 y 2.
4 Conf. La Sentinella, Año II, Nº 121, Gualeguaychú, 19 de agosto de 1889, p. 2, col. 2.
5 La Sentinella, Año II, N° 129, Gualeguaychú, 22 de agosto de 1889, p. 2, col. 2.
6 PIAGGIO, Enrique Ángel, Evocaciones del Ayer, Gualeguaychú, Talleres Gráficos Rojas & Bogliacino, 1996. p. 27.
 

Este contenido no está abierto a comentarios