Mujeres que hacen cosas...
Tuvo una certeza. La siguió y se arriesgó. Y lo cuenta feliz
Prefiere que la conozcamos por su nombre espiritual, Premadasi, o Prema, simplemente.
Llegamos a ella porque como profesora de Natha Yoga y Coordinadora de un centro en la ciudad unos días, Paula Gallina participó de la organización de la Tercera edición de las Jornadas Yóguicas, abiertas a la comunidad.
No es de acá, sino que Gualeguaychú se le presentó como destino para vivir hace tres años. Nació en La Plata, vivió allí hasta los cuarenta y vino con su esposo buscando nuevas formas de vida, dejando todo lo que tenían.
“Soy abogada”, contó, para sorpresa nuestra. Ejercí hasta el momento de venir, porque ya no tenía más ganas de hacerlo. No era para mí, lo hacía como un medio de vida. Pero la vida me fue poniendo en lugares donde tuve que elegir lo que quería hacer, cosas que me hacían bien y se fue dando. Me comprometí mucho, me gustó, encontré muchos beneficios. Con Dionisio, mi pareja, ya teníamos a Melito, chiquito. Se dio esto de venirnos y fue maravilloso. Me encantó Gualeguaychú”.
En La Plata, cada uno tenía su trabajo. Ella era abogada del ministerio de seguridad. “Para dejar eso, que era dejar mi empleo de quince años, compramos un negocio. Fue como hacer una gran patriada. Económicamente no fue bueno, porque estos últimos años no lo fueron, pero con una mirada un poco más trascendente de la vida, para nosotros fue maravilloso porque recuperamos la relación con nuestro hijo, que allá casi no lo disfrutamos en el primer año, por el ritmo de trabajo que teníamos. Lo tuve a los 38, engendré a conciencia, así que fue muy deseado, muy esperado. Y Gualeguaychú me recibió muy bien. Me han abierto puertas que en La Plata nunca se me hubieran abierto...”
Antes de esto, como dijo, y en La Plata, “no creía que formaría una familia. Pensé que tenía una inclinación más budista. Recuerdo que cuando volví de una meditación de varios días en Córdoba tuve una sensación percibiendo el cambio. Y fue mágico el
encuentro con Dionisio porque lo conocí y supe que sería el padre de mi hijo. A los cuatro meses alquilamos una casa y a los siete, lo buscamos a Melo”.
- Es curioso que con tu forma de ser, ejercieras de abogada y en el ministerio de seguridad...
“Año tras año fue creciendo un conflicto que aparecía con mucha luz para que yo tomara las riendas de mi vida espiritual. Tuve muchas señales. Si bien cobraba un sueldo muy bueno, que ahora me vendría bárbaro, no era feliz, no hacía lo que mi ser me pedía. Lo sabía, pero no había posibilidades, no estaba dado el entorno para que soltara todo”.
-¿Tampoco cuando estudiaste?
“Sucede que toda mi familia es abogada y policía. Me recibí muy joven y fue como un juego, porque estudié con mi hermana, no trabajaba, entré a trabajar pero ya a los pocos años comencé a sentirme mal y a prestar atención. Me refugié en e canto. Busqué algo que me conectara. Terminé cantando tango -Eladia, Homero- y me pagaban...Me presentaba como “Paula Gal”. La vida iba por ahí y como una gran melange, también estaba la veta espiritual.
Cuando me encontré con Dionisio y me di cuenta que podía tener una familia, que no había soñado nunca, me encantó”.
-¿En qué momento descubriste el yoga?
“Bastante antes. Diez años atrás, quizá. Hice tres profesorados”.
-Encontraste el yoga y dijiste “era esto...”
“...Nada es mágico en la vida, por eso digo a mis alumnos que intenten perseverar porque en la perseverancia se revelan las grandes verdades...”
“Puedo decir que me di cuenta en el transcurso del tiempo y haciéndoles caso a las pequeñas señales. Esto no es de un día para el otro: hay que trabajarlo, esmerarse, purificarse... Yo tuve una certeza y la seguí. Dejé trabajo, familia, amigos, me arriesgué. Lo sentí, lo seguí y me arriesgué, todo junto”.
-¿Y hoy qué decís de esto que hiciste?
“Me siento feliz, mi vida tiene un sentido. Empezó a tenerlo cuando eso que tanto bien me hacía a mí, lo podía compartir y hacer tanto bien a otro”.
Silvina Esnaola
EL ARGENTINO
Este contenido no está abierto a comentarios