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Sobre todas las cosas y algunas otras

La neolingua de Orwell en 1984

 La neolingua de Orwell en 1984

Por Pedro Luis Barcia


Lector, verifique si su edición de 1984, de George Orwell, o la que va a comprar, trae el apéndice “La neolingua”. Si no lo trae, vale la mitad. Del siglo XX hay dos cacoutopías que todo humano debe leer: esta y Un mundo feliz, de Aldous Huxley.

Orwell es un buen socialista que condena en su novela el régimen estaliniano, y con él a todas los gobiernos socialistas despóticos. Entre los muchos recursos que maneja el Estado de Oceanía en esta ficción es clave la manipulación del y por el lenguaje. La neolingua es la pensada como oficial y fue creada para solucionar las necesidades ideológicas del Ingsoc o Socialismo Inglés. Se estima que hacia el 2050 habrá sustituido al inglés.

La base del sistema es atacar la asociación entre palabra y pensamiento. Nosotros pensamos con palabras que cifran conceptos, si las reducimos en nuestro vocabulario nuestra capacidad de reflexionar se estrecha. “La finalidad de la neolingua no era aumentar sino disminuir el área del pensamiento”. La pobreza lingüística va acorde con la pobreza de pensamiento. El pensar estrecho impide el pensamiento crítico y se invalida para la reacción revolucionaria, pues se torna dócil y obediente a la autoridad.

La neolingua tiene tres vocabularios A, B y C. En el A las palabras son reducidas en sus acepciones a planos materiales. El vocabulario reducido solo expresa pensamientos simples y objetivos exclusivamente referidos a objetos concretos y a acciones físicas, p. ej. el adjetivo “libre” se podrá usar en frases como: “terreno libre de hierbas” o “camino libre de obstáculos” pero no es aplicable a conceptos como: “políticamente libre”. De esta manera la libertad no puede pensarse. Cuanto más pequeña era el área léxica donde escoger, más rechazada era la tentación de pensar.

Vocabulario B: Para reducir el vocabulario se vale de prefijos p.ej.: in-frío, y se descarta “caliente”. Inbueno, deja de usarse “malo”. Se suprime uno de los términos de toda oposición, por lo cual no puede pensare en el otro extremo. Al no tener ninguna realidad contrarios netos no se buscará poseerlos. Además, se hace una purga de palabras, descartando voces como “honor”, “justicia”, “moralidad”, “democracia”, “religión”. Está hecho con palabras construidas deliberadamente con propósito político, imponiendo una actitud mental. Vocabulario C: solo de palabras técnicas y científicas. Pero no había palabra para el concepto general de ciencia.

Al faltar las palabras apropiadas no podía generarse el desarrollo de un pensamiento herético o revolucionario.  Además, se evitaba lo sintáctico, es decir, la asociación de palabras entre sí. Toda la expresión era como yuxtapuesta. “Se podían hablar  casi sin pensar”.

“Hablar tan automáticamente como una ametralladora”. Era un lenguaje que casi se generaba en la lengua, sin actividad cerebral. Se lo llamaba “hablapato” o “cuacuar”, hablar como un pato.

Si la estrechez de vocabulario limita la capacidad del pensamiento, debemos preguntarnos en qué momento de la involución involuntaria orwelliana estamos. Las estadísticas que hicimos en el primer año de la carrera de Comunicación de la Universidad Austral durante una década, mostró la gradual disminución del vocabulario oral de los alumnos ingresantes,  que fueron pasando de un caudal de uso de unas 2000 voces a  solo 700. Y si a eso le sumamos el destierro del trabajo con el diccionario en el aula secundaria, el empobrecimiento léxico se agudiza. Y hablo de egresados de escuelas de nivel socioeconómico alto. Piénsese en cuál será el caudal léxico de muchachos y chicas de escuelas de nivel medio y medio bajo. La neolingua, entre nosotros, funciona espontáneamente, sin prédicas gubernamentales. Vamos hacia un futuro 1984 en 2018.

* Pedro Luis Barcia es expresidente de las Academias Nacional de Educación y Argentina de Letras.


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