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Opinión

Al rescate de la figura de Urquiza

Al rescate de la figura de Urquiza

Por J. Eduardo Morena (*) EL ARGENTINO Isidoro J. Ruiz Moreno ha presentado recientemente el libro “Vida de Urquiza”, una completísima obra sobre uno de los más grandes próceres argentinos, nacido en la provincia de Entre Ríos. 


 

A diferencia de los demás de su estirpe, Justo José de Urquiza no solo fue exitoso en vencer al enemigo (interno en este caso) por la vía militar, sino que dio el siguiente paso fundamental: promovió y consiguió el dictado de la Constitución Nacional, 43 años después del grito de libertad de 1810.

 

Una ley fundamental y principista que mantiene su vigencia, y que a pesar de los intentos de reemplazo y las constantes violaciones permitieron al país encauzarse por el camino correcto.

 

El autor narra de manera objetiva y detalladamente documentada el período de acción pública de Urquiza, desde su iniciación política en 1826 hasta el asesinato en 1870.

 

Las guerras civiles de las décadas del 20 al 40 fueron el ámbito de afianzamiento de su figura, un período donde los motes de federales y unitarios fueron difusas denominaciones de bandos en permanente mutación que respondían a intereses no siempre concordantes con ellas.

 

En 1841 asumió por primera vez la Gobernación de Entre Ríos, y prácticamente no dejaría de ostentar algún cargo público ejecutivo hasta el día de su muerte.

 

Su obra ha sido por demás prolífica, y basta mencionar la creación del Colegio del Uruguay como una simple muestra de su permanente interés por la educación.
 

 

Tras el Pronunciamiento del 1 de mayo de 1851, organizó el Ejército Grande de más de 30 mil hombres, el cual cruzó el Río Paraná (al decir de la pluma de Domingo Faustino Sarmiento “uno de los sucesos más sorprendentes y extraordinarios de los tiempos modernos”) y en los campos de Caseros (Provincia de Buenos Aires) derrotó a Rosas el 3 de febrero de 1852 posibilitando el proceso que daría origen al dictado de la Constitución Nacional en 1853.

 

A posteriori fue electo como primer Presidente de la Nación para el período 1854-1860, lapso en el cual la provincia de Entre Ríos se convirtió en territorio federal y Paraná ofició de capital nacional.

 

Su labor al frente de la primera magistratura incluyó el fomento de la inmigración (fundación de las colonias de Esperanza y San José, entre otras), el establecimiento de relaciones con otros países, el combate de la delincuencia y la holgazanería, etc.

 

El Pacto de San José de Flores en 1859 y su controvertida derrota en la batalla de Pavón en 1861 determinaron la incorporación de Buenos Aires a la Nación.

 

A partir de ese momento la magnanimidad de Urquiza para evitar las luchas armadas en pos de afianzar la unidad nacional comenzaron a forjar en una parte de la entrerrianía sentimientos (equivocados) de traición de su parte, que derivaron en su posterior asesinato.

 

La lectura de la obra de Ruiz Moreno me ha llevado a reflexionar: ¿por qué en particular los entrerrianos, y en general los argentinos, nos hemos olvidado de Urquiza?

 

Si bien en sentido estricto su nombre y muchos aspectos vinculados a su vida (fechas, hechos, nombres de familiares) aparecen reflejados en calles, pueblos, monumentos y estancias de la provincia, y en menor medida del país, esto no parece ser lo sustancial ni cumple en su totalidad la función de mantener vivo su ideario ni su figura.

 

Sin ninguna estadística que lo avale, tengo la impresión que el imaginario público solo asocia el nombre de Urquiza a la cantidad de hijos que tuvo, o a algún vago recuerdo de una rauda visita al Palacio San José.

 

O quizás peor aún: se lo identifica como unitario y vende patria, en contraposición al “federal” y “nacionalista” Rosas, aunque nada de esto es más alejado de la realidad.

 

La cercanía del 150mo. aniversario de su deceso, acaecido el 11 de abril de 1870, es momento propicio para que los programas educativos tanto provinciales como nacionales pongan la figura de Urquiza en el lugar que se merece, capacitando adecuadamente a los cuadros docentes para comunicarlo.

 

Como ciudadanos tenemos el deber de rescatar las partes positivas de su obra y de sus principios, de manera tal que puedan ser transmitidos y continuados por las generaciones futuras.
 
(*) J. Eduardo Morena, nació en Urdinarrain y actualmente reside en Del Viso (Buenos Aires). Es escritor en temáticas de crónicas de viajes e historia.

 


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