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Diario El Argentinoviernes 26 de abril de 2024
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No es lo mismo ser valientes que libres

No es lo mismo ser valientes que libres

Por Nahuel Maciel

EL ARGENTINO

 

Escena I

Una joven deja el boliche. Se toma un remis para ir a su casa. Sus amigas anotan la patente del automóvil, en lo posible la empresa. En el viaje, la joven va indicando la trayectoria a sus padres y a sus amigas. Tiene miedo.

Ir a la salida de un boliche en remis, sola, en Gualeguaychú, da mucho miedo.

Las empresas de remis colaboran poco y nada para que ese miedo se supere por la confianza.

Escena II

Dos amigas salen del boliche. Deciden caminar hasta sus domicilios porque no son tantas cuadras. Se acompañan… pero van con miedo; porque detrás de ellas una manada de jóvenes les van diciendo todas las cosas que le harían. Caminar sola por el centro, en Gualeguaychú, da miedo.

El Estado no colabora mucho para que las personas sientan confianza al andar en la vía pública.

Escena III

Una joven ingresa a un edificio y debe tomar un ascensor. Justo que se va a cerrar la puerta, un hombre ingresa a las apuradas. Ella siente miedo. Viajar en un ascensor, en Gualeguaychú, también da miedo.

Escena IV

Camino al colegio, o a la facultad o al trabajo o a donde sea; a cualquier hora; en cualquier lugar; las mujeres sienten miedo de la violencia de género, de la agresión sexual… de la descarga violenta del macho que las considera un objeto de su propiedad o para ser apropiado. ¿Alguien puede sostener que esto es normal?

Ellas, por miedo, elaboran estrategias para cuidarse de la agresión machista. Se avisan cuando llegan a destino, caminan juntas, modifican incluso el recorrido habitual. Miran a todos lados ya no sólo por temor al robo ocasional, sino a la agresión sexual. ¿Alguien puede sostener que esto es normal?

Estas escenas son cotidianas y se pueden sumar muchas otras. Lo único que refleja es que las jóvenes en la ciudad –como en todo el país, casi no hay excepciones- no están a salvo de la garra machista.

En las marchas para despertar conciencia sobre estas situaciones, se suele escuchar con mucho acierto: “El machismo es una enfermedad de transmisión social”. Porque no son agresiones individuales, sino colectivas, de comportamiento social; que responden a mandatos culturales que es preciso desterrar. Va de nuevo, pero esta vez para meditar: “El machismo es una enfermedad de transmisión social”.

Preguntá por Ángela

“Andá a la barra y preguntá por Ángela”, fue una iniciativa que se puso en marcha en 2014 en el Reino Unido y tuvo enormes repercusiones positivas para brindar más protección a quienes se sentían agredidas o amenazadas.

Así, el personal del boliche sabía que esa joven necesitaba ayuda porque estaba siendo acosada y la ayudaba a salir de esa situación: desde llamar a un familiar hasta acompañarla a su hogar de manera segura.

En algunos boliches de Gualeguaychú esa modalidad está implementada: puede ser un nombre o el pedir un determinado trago. El asunto es que ni bien se pronuncia la palabra clave, se desarrolla el dispositivo de salvaguarda.

Hasta esto se ha llegado; para que nadie minimice el miedo que sienten las mujeres por el solo hecho de que un varón las cosifica y se la quiera apropiar anulándole sus más elementales derechos.

Lo otro que hay que entender es que el acoso callejero es una de las tantas formas en que la violencia sexista se expresa en el espacio público. Es la manera que los varones tienen de ejercer poder en la calle, de forma anónima y sistemática.

Está claro que el compromiso político con este tema no se salda con declaraciones a la prensa, sino con medidas concretas.

Lo otro que hay que tener presente es que los femicidios son la forma más extrema de la violencia de género que atraviesan nuestras sociedades patriarcales. En el ámbito del derecho el femicidio es definido como “las muertes violentas de mujeres por razones de género, ya sea que tengan lugar dentro de la familia, unidad doméstica o en cualquier otra relación interpersonal; en la comunidad, por parte de cualquier persona, o que sea perpetrada o tolerada por el Estado y sus agentes, por acción u omisión”.

En la cultura patriarcal el hombre sigue viendo a la mujer como su propiedad. Y esto es parte del problema, nunca de la solución.

Así las cosas, hay que esforzarse más como sociedad: porque las jóvenes –al menos en Gualeguaychú- no quieren ser valientes, sino libres… como lo enseñan las jóvenes al señalar una de sus mayores amenazas para la vida: el machismo. Hay que repetirlo hasta que se haga política de Estado: no quieren ser valientes, sino libres.

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