María Margarita Bagalciaga de Luciano: Para ella, tejer es una terapia y una forma de ayudar

Silvina Esnaola

EL ARGENTINO

Se presenta con su apellido de casada y enseguida aclara que no quiere que se interprete mal la entrevista, porque ella no está sola en este trabajo voluntario. Así que explicamos: María Margarita Bagalciaga integra la sección de la Parroquia Nuestra Señora de Luján de la Liga diocesana de Madres de Familia, donde se cultiva la advocación de la Virgen María embarazada, por lo que todos los 15 de cada mes allí se celebra la Misa en honor a Nuestra Señora de la Dulce Espera (su día es el 15 de mayo) a quienes rezan las madres que esperan un bebé y aquellas familias que anhelan tener un hijo.

Para estas celebraciones parroquiales, como también, para colaborar con la sala de maternidad del Hospital, las voluntarias realizan escarpines, chalecos y mantitas que entregan periódicamente.

Prendas tejidas con prolijidad y solidaridad con el otro.

-¿Por qué me hablan de sus tejidos?

Sin darle mucha importancia a los elogios que sus trabajos cosechan, contó “tejo mucho para la sala de maternidad del Hospital. Hago con sobras de lana las mantitas de 80 por 80 que se entregan para el día de la madre .También llevamos chalequitos blancos y escarpines para el Día del niño”, amplió aludiendo al trabajo en grupo que realiza con sus compañeras de Luján.

A esto se suman los escarpines que se entregan en cada celebración de la Virgen de la Dulce Espera.

“Empecé sola, pero muchas integrantes de la Liga de madres tejen también”, aclaró y agregó “con lo que se recauda en la colecta de ese día se compra lana, estampitas, medallitas....”

Teje desde chiquita, arte que aprendió de su mamá, Margarita Dunn, que inculcó a sus hijas el sentido de la solidaridad.

“Mamita nos tejía mucho a nosotras” recordó, aludiendo a sus hermanas, para continuar “cuando comenzó a funcionar la sala de maternidad en el hospital, ella hacía batitas y escarpines, que ponía en una caja. Después nos mandaba a entregarla al hospital”.

Mary y sus hermanas quedaron huérfanas siendo chicas. Entonces debieron mudarse a casa de una tía, donde vivieron cinco años.

Cuando la mayor, que ya era maestra, cumplió 22 años, las hermanas se trasladaron a una casa propia.

Y si bien todo estaba dado para que estudiara, Mary contó “fui hasta tercer año. Dejé cuando iba a comenzar cuarto, para estudiar magisterio, porque no me gustaba. Además, ya tenía mi filito....”

“No estudié pero aprendí a coser, a bordar, y a tejer. Y las tareas de la casa, porque me casé a los 18, me fui a vivir al campo y allí tuve que aprender a cocinar, porque también le daba de comer a los peones.

Y crié mis tres hijos”, completó.

Tras la vuelta a la ciudad para que los chicos fueran a la escuela, comenzó su relación con la Liga de madres.

“Como iba a misa a Luján, un día me esperaron a la salida Cacha Etcheverry y Vira Piaggio, y me invitaron a integrarme. Empecé como vocal, luego fui pro tesorera y desde hace treinta años soy tesorera, con Marta Levrino que supervisa todo”.

Además, con sus 89 años “nací en el 30, el año de la crisis”, acotó, administra el banco de elementos ortopédicos de la sección Luján de la Liga de madres.

Y como cocina y mantiene algunas tradiciones, sus vecinos de la farmacia saben de sus tortas fritas cuando llueve y los del Registro Civil, de las flores que corta de su jardín y lleva todos los viernes.

Cuando nos recibió, estaba terminando unos chalequitos de bebé para armar el paquete que prepararon para entregar en la maternidad del Hospital, festejando el Día del niño.

Las bolsitas a entregar hoy por la Liga de madres de familia, comisión diocesana de Gualeguaychú, con la mantita, pañales, un gorrito y escarpines.

Que armaron las integrantes de la comisión de Luján en la mesa del comedor de Mary.

mismo donde nos sentamos a charlar con ella.